Mercosur: tres candidatos al ingreso fuertes en hidrocarburos

Bolivia y Ecuador resolvieron solicitar, en enero, la entrada al grupo. Ambos, como Venezuela, tienen petróleo y gas natural. Estratégicamente, pesan mucho más que Uruguay, cuyo gobierno no sabe si quedarse o aliarse a Estados Unidos.

29 diciembre, 2006

En el caso de La Paz, que es observador, formalizará el pedido durante la cumbre del Mercosur, 18 y 19 de enero. Por su parte, el presidente electo de Ecuador, Rafael Correa, anunció que hará algo similar en corto plazo. Ante ambas señales, Alberto Chiaradia –secretario argentino de relaciones económicas internacionales- apoyó a ambos países y subrayó sus diferencias con Uruguay.

En lo geopolítico, “propiciamos el fortalecimiento del grupo, que Bolivia y Ecuador consolidan. Eso pese a actitudes negativas del Uruguay”. En caso de prosperar ambos ingresos y el de Venezuela, el bloque contará con unos 240 millones de habitantes. Su producto bruto regional pasará de US$ 800.000 a 945.000 millones, pues Quito aportará 36.200 millones, La Paz algo más de 9.000 millones y Caracas alrededor de 100.000 millones.

Por supuesto, la entrada venezolana será decisiva, pues se trata de una potencia petrolera. Hasta tal punto que sus reservas potenciales (crudos, gas natural) pueden superar en breve las de Saudiarabia. Por otra parte, es miembros de la Organización de países exportadores de petróleo (Opep). El ingreso venezolano preocupa al sector privado internacional.

Por ejemplo, a los españoles, que salieron a criticar –por boca de Felipe González- el proyecto de gasoducto sudamericano, sin argumentos serios. Los dichos del ex primer ministro coincidieron, no por casualidad, con el interés manifestado en ese esquema por Gazprom, el gigante ruso del gas.

La entrada de los futuros socios no será compatible con su permanencia en la comunidad andina de naciones. Entre otros motivos, porque ésta no ha puesto en vigencia un arancel externo común; o sea, no es siquiera una unión aduanera. Eso explica que Venezuela haya ya abandonado esa comunidad, que pronto podría reducirse a Colombia –muy dependiente de EE.UU. en varios aspectos- y Perù.

La próxima cumbre tendrá, pues, un sesgo más político que económico. En particular, porque en su curso se firmarán acuerdos con Israel y, paradójicamente, también con el consejo de cooperación del golfo Pérsico. Vale decir, Saudiarabia y sus cinco satélites de la península (Kuweit, Bahréin, Qatar, Unión de emiratos y Omán).

Esos avances dificultarán la situación de Uruguay, una economía pequeña, apenas mayor que la paraguaya. Además de los coqueteos con EE.UU., la parcial eliminación del dólar en el intercambio argentino-brasileño es un dilema. Máxime porque, debido a la influencia de la banca extraterritorial de Montevideo sobre la dirigencia política, el peso está sobrevaluado respecto del dólar y sus monedas vecinas, lo cual se traduce en altos precios internos. Ecuador también tiene un severo problema: la dolarización, un corsé del cual no sabe aún como salir y sólo beneficia a intereses financieros.

En el caso de La Paz, que es observador, formalizará el pedido durante la cumbre del Mercosur, 18 y 19 de enero. Por su parte, el presidente electo de Ecuador, Rafael Correa, anunció que hará algo similar en corto plazo. Ante ambas señales, Alberto Chiaradia –secretario argentino de relaciones económicas internacionales- apoyó a ambos países y subrayó sus diferencias con Uruguay.

En lo geopolítico, “propiciamos el fortalecimiento del grupo, que Bolivia y Ecuador consolidan. Eso pese a actitudes negativas del Uruguay”. En caso de prosperar ambos ingresos y el de Venezuela, el bloque contará con unos 240 millones de habitantes. Su producto bruto regional pasará de US$ 800.000 a 945.000 millones, pues Quito aportará 36.200 millones, La Paz algo más de 9.000 millones y Caracas alrededor de 100.000 millones.

Por supuesto, la entrada venezolana será decisiva, pues se trata de una potencia petrolera. Hasta tal punto que sus reservas potenciales (crudos, gas natural) pueden superar en breve las de Saudiarabia. Por otra parte, es miembros de la Organización de países exportadores de petróleo (Opep). El ingreso venezolano preocupa al sector privado internacional.

Por ejemplo, a los españoles, que salieron a criticar –por boca de Felipe González- el proyecto de gasoducto sudamericano, sin argumentos serios. Los dichos del ex primer ministro coincidieron, no por casualidad, con el interés manifestado en ese esquema por Gazprom, el gigante ruso del gas.

La entrada de los futuros socios no será compatible con su permanencia en la comunidad andina de naciones. Entre otros motivos, porque ésta no ha puesto en vigencia un arancel externo común; o sea, no es siquiera una unión aduanera. Eso explica que Venezuela haya ya abandonado esa comunidad, que pronto podría reducirse a Colombia –muy dependiente de EE.UU. en varios aspectos- y Perù.

La próxima cumbre tendrá, pues, un sesgo más político que económico. En particular, porque en su curso se firmarán acuerdos con Israel y, paradójicamente, también con el consejo de cooperación del golfo Pérsico. Vale decir, Saudiarabia y sus cinco satélites de la península (Kuweit, Bahréin, Qatar, Unión de emiratos y Omán).

Esos avances dificultarán la situación de Uruguay, una economía pequeña, apenas mayor que la paraguaya. Además de los coqueteos con EE.UU., la parcial eliminación del dólar en el intercambio argentino-brasileño es un dilema. Máxime porque, debido a la influencia de la banca extraterritorial de Montevideo sobre la dirigencia política, el peso está sobrevaluado respecto del dólar y sus monedas vecinas, lo cual se traduce en altos precios internos. Ecuador también tiene un severo problema: la dolarización, un corsé del cual no sabe aún como salir y sólo beneficia a intereses financieros.

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