Más críticas al gobierno argentino: Condoleezza Rice ve la paja en el ojo ajeno

Sigue la ofensiva conservadora: la secretaria de estado exige que Argentina apoye al sector privado y abra más la economía. EE.UU. da un curioso ejemplo con sus subsidios agrícolas, en tanto George W.Bush es censurado hasta por republicanos.

10 julio, 2007

Primero fue la jubilada Anne Krueger pidiendo buena letra y mejor trato a bonistas excluidos del canje por sus propios agentes financieros. Luego, banqueros españoles repitieron el libreto. Ahora, con el pretexto de una “conferencia sobre las Américas” –región no justamente prioritaria para Washington-, Rice se hace entrevistar por medios conservadores. Por ende, sus reclamos a Buenos Aires juegan en la campaña electoral argentina, no en la norteamericana.

“Si algo aprendimos en escala mundial –sostuvo la alta funcionaria-, es que el crecimiento del sector privado, no del público, es el verdadero impulsor del desarrollo”. Dejando de lado contradicciones con la realidad –sintetizadas en la política de subsidios-, este tipo de frases suele provocar sonrisas en Vladyímir Putin y la dirigencia china. En particular, porque la intransijencia de EE.UU., la Unión Europea y Japón está liquidando la ronda Dohá y, con ella, ese “libre comercio” que Rice exalta.

Políticamente, no parece buen momento para que el gobierno norteamericano dé consejos mirando al sur. Mientras el Pentágono contempla reanudar hostilidades en Somalía (de donde sus tropas se retiraron derrotadas, hace algunos años), el congreso se apresta a nuevos, duros debates en torno de Irán y Afganistán. Sólo que, en esta fase, a los demócratas se suman republicanos moderados y funcionarios de gobierno.

Todos piden definir un cronograma para desembarazarse de una guerra civil que ha costado 1.250 civiles en junio y acumula más de 3.600 soldados muertos desde la invasión. En relativo secreto, la Casa Blanca estudia ya un plan para evacuar en orden. Por otra parte, desde fines de junio seis o siete senadores republicanos anunciaron que no podían mantener el apoyo a Bush y censuraron ásperamente a Richard Cheney. A su juicio, el vicepresidente tiene un solo objetivo: dejar al sucesor demócrata de Bush una situación insostenible. Pero “la retirada ya es inevitable”, afirmó el senador Richard Lugar.

Primero fue la jubilada Anne Krueger pidiendo buena letra y mejor trato a bonistas excluidos del canje por sus propios agentes financieros. Luego, banqueros españoles repitieron el libreto. Ahora, con el pretexto de una “conferencia sobre las Américas” –región no justamente prioritaria para Washington-, Rice se hace entrevistar por medios conservadores. Por ende, sus reclamos a Buenos Aires juegan en la campaña electoral argentina, no en la norteamericana.

“Si algo aprendimos en escala mundial –sostuvo la alta funcionaria-, es que el crecimiento del sector privado, no del público, es el verdadero impulsor del desarrollo”. Dejando de lado contradicciones con la realidad –sintetizadas en la política de subsidios-, este tipo de frases suele provocar sonrisas en Vladyímir Putin y la dirigencia china. En particular, porque la intransijencia de EE.UU., la Unión Europea y Japón está liquidando la ronda Dohá y, con ella, ese “libre comercio” que Rice exalta.

Políticamente, no parece buen momento para que el gobierno norteamericano dé consejos mirando al sur. Mientras el Pentágono contempla reanudar hostilidades en Somalía (de donde sus tropas se retiraron derrotadas, hace algunos años), el congreso se apresta a nuevos, duros debates en torno de Irán y Afganistán. Sólo que, en esta fase, a los demócratas se suman republicanos moderados y funcionarios de gobierno.

Todos piden definir un cronograma para desembarazarse de una guerra civil que ha costado 1.250 civiles en junio y acumula más de 3.600 soldados muertos desde la invasión. En relativo secreto, la Casa Blanca estudia ya un plan para evacuar en orden. Por otra parte, desde fines de junio seis o siete senadores republicanos anunciaron que no podían mantener el apoyo a Bush y censuraron ásperamente a Richard Cheney. A su juicio, el vicepresidente tiene un solo objetivo: dejar al sucesor demócrata de Bush una situación insostenible. Pero “la retirada ya es inevitable”, afirmó el senador Richard Lugar.

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