Mal momento para George W.Bush, dentro y fuera de EE.UU.

Encuestas conocidas este fin de semana indican que el presidente está en el piso de inagen en toda su gestión; o sea, desde 2001. Al mismo tiempo, Uzbekistán exige el cierre de una base norteamericanas en seis meses.

2 agosto, 2005

George Walker Bush registra otro piso de aceptación. Un sondeo de Gallup –firma por lo común prorrepublicana- señala que más de la mitad del público desaprueba la actuación presidencial. No parece influir la ola de estadísticas color de rosa que la Casa Blanca estuvo lanzando sobre Wall Street.

Apenas 48% de la muestra (hecha del 25 al 28 de julio entre 1.100 personas adultas) apoya o aprueba la gestión de Bush. Su aceptación personal es un poco superior: casi 50%. Como había detectado otra encuestadora, Pew, “el equipo de Bush tiene mala imagen. El escándalo protagonizado por Karl Rove y el aire de corrupción que rodea al Pentágono perjudica a todo el gobierno”.

Por supuesto, la prolongada ocupación de Irak y su costo en violencia y vidas deterioran a la Casa Blanca. Eso se nota, inclusive, en las áreas “patrióticas” del paìs, esas comunas pequeñas que han aportado soldados y ahora los ven volver en ataúdes, inválidos o con graves secuelas psicológicas.

Por un lado, la gente teme que la aventura iraquí no termine nunca. Por el otro, hay mala “sensación térmica” en la economía, pese a síntoma de aparente reactivación. Acá surge una flagrante contradicción: los mismos estamentos que se quejan siguen inflando una peligorsa burbuja de especulación inmobiliaria que dura ya cuatro años. La designación “chicanera” de John Bolton como embajador ante la ONU –entidad que el funcionario detesta- no mejora el perfil de Bush.

El “reducto patriótico blanco y evangélico” se siente molesto por el caso Rove (este personaje proviene de ese sector y era predicador fundamentalista) y el último triunfo político de Bush: imponer el Acuerdo Centroamericano de Libre Comercio. Para empeorar el clima, el sábado Uzbekistán pidiò a EE.UU. desalojar la base que usa como centro para operaciones en Afganistán. Irritado por las críticas de Washington a su autoritarismo interno, el gobierno de Tashkent hizo lugar a sugerencias rusas y chinas.

George Walker Bush registra otro piso de aceptación. Un sondeo de Gallup –firma por lo común prorrepublicana- señala que más de la mitad del público desaprueba la actuación presidencial. No parece influir la ola de estadísticas color de rosa que la Casa Blanca estuvo lanzando sobre Wall Street.

Apenas 48% de la muestra (hecha del 25 al 28 de julio entre 1.100 personas adultas) apoya o aprueba la gestión de Bush. Su aceptación personal es un poco superior: casi 50%. Como había detectado otra encuestadora, Pew, “el equipo de Bush tiene mala imagen. El escándalo protagonizado por Karl Rove y el aire de corrupción que rodea al Pentágono perjudica a todo el gobierno”.

Por supuesto, la prolongada ocupación de Irak y su costo en violencia y vidas deterioran a la Casa Blanca. Eso se nota, inclusive, en las áreas “patrióticas” del paìs, esas comunas pequeñas que han aportado soldados y ahora los ven volver en ataúdes, inválidos o con graves secuelas psicológicas.

Por un lado, la gente teme que la aventura iraquí no termine nunca. Por el otro, hay mala “sensación térmica” en la economía, pese a síntoma de aparente reactivación. Acá surge una flagrante contradicción: los mismos estamentos que se quejan siguen inflando una peligorsa burbuja de especulación inmobiliaria que dura ya cuatro años. La designación “chicanera” de John Bolton como embajador ante la ONU –entidad que el funcionario detesta- no mejora el perfil de Bush.

El “reducto patriótico blanco y evangélico” se siente molesto por el caso Rove (este personaje proviene de ese sector y era predicador fundamentalista) y el último triunfo político de Bush: imponer el Acuerdo Centroamericano de Libre Comercio. Para empeorar el clima, el sábado Uzbekistán pidiò a EE.UU. desalojar la base que usa como centro para operaciones en Afganistán. Irritado por las críticas de Washington a su autoritarismo interno, el gobierno de Tashkent hizo lugar a sugerencias rusas y chinas.

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