Los kikuyus del siglo XXI

Los marginados del siglo XXI defendidos por un líder socialista, Felipe González, y por el Pontífice de la Iglesia Católica, Juan Pablo II. El Africa negra devastada por las enfermedades y el hambre.

2 mayo, 2000

“Nosotros teníamos las tierras; vinieron los misioneros con la Biblia. Ahora nosotros tenemos la Biblia; ellos tienen las tierras” este dicho de la tribu kikuyu resume el drama de la población de Kenia, extensiva a toda el Africa negra y, por analogía, a las poblaciones del mundo desplazadas de la economía formal.

Dos personajes mundiales ideológicamente antitéticos, coincidieron el 1º de Mayo en asumir posiciones frente a este drama contemporáneo.

Felipe González, desde una columna publicada hoy por el diario Clarín, resumió el padecimiento del continente, al sostener que “la juventud africana se encuentra ante un pasado mudo, un presente ciego y un futuro sordo”.

El líder socialista español manifestó su dolor ante el flagelo de la malaria y del SIDA que atacan “las pobres energías de la infancia” y recordó que la deuda externa obliga a los africanos a devolver dos dólares por cada uno de ayuda. Deuda con los países desarrollados que extrajeron la riqueza del continente africano durante medio milenio”.

No dudó en afirmar: “Condonar la deuda no es bastante, no es casi nada, pero es imprescindible”.

Ante una multitud reunida en Roma, donde confraternizaban curiosamente católicos practicantes con jóvenes que esgrimían banderas rojas con la efigie del “Che” Guevara, Juan Pablo II lanzó un dramático llamado a los países ricos para que condonen o directamente cancelen la deuda externa de los países pobres del Tercer Mundo antes de que concluya el año jubilar.

Reiterando palabras vertidas hace ya 15 años por su amigo y consejero, el cardenal alemán Ratzinger en el coloquio de economistas católicos de 1985, convocó a “conservar los valores éticos también en el mundo de la producción” y reclamó a los gobernantes sabiduría para encarar los ”vertiginosos cambios que se viven en el mundo por la globalización de la economía”

El acto estuvo cargado de especial emotividad. Andrea Bocelli, el tenor ciego, a pedido de su madre y a pesar de que acababa de morir su padre, estuvo presente para cantar el Ave María de Schubert y la cantante israelí Noah, en un gesto ecuménico, entonó a pocos metros del Pontífice la canción de “La vida es bella” del director italiano Roberto Benigni.

“Nosotros teníamos las tierras; vinieron los misioneros con la Biblia. Ahora nosotros tenemos la Biblia; ellos tienen las tierras” este dicho de la tribu kikuyu resume el drama de la población de Kenia, extensiva a toda el Africa negra y, por analogía, a las poblaciones del mundo desplazadas de la economía formal.

Dos personajes mundiales ideológicamente antitéticos, coincidieron el 1º de Mayo en asumir posiciones frente a este drama contemporáneo.

Felipe González, desde una columna publicada hoy por el diario Clarín, resumió el padecimiento del continente, al sostener que “la juventud africana se encuentra ante un pasado mudo, un presente ciego y un futuro sordo”.

El líder socialista español manifestó su dolor ante el flagelo de la malaria y del SIDA que atacan “las pobres energías de la infancia” y recordó que la deuda externa obliga a los africanos a devolver dos dólares por cada uno de ayuda. Deuda con los países desarrollados que extrajeron la riqueza del continente africano durante medio milenio”.

No dudó en afirmar: “Condonar la deuda no es bastante, no es casi nada, pero es imprescindible”.

Ante una multitud reunida en Roma, donde confraternizaban curiosamente católicos practicantes con jóvenes que esgrimían banderas rojas con la efigie del “Che” Guevara, Juan Pablo II lanzó un dramático llamado a los países ricos para que condonen o directamente cancelen la deuda externa de los países pobres del Tercer Mundo antes de que concluya el año jubilar.

Reiterando palabras vertidas hace ya 15 años por su amigo y consejero, el cardenal alemán Ratzinger en el coloquio de economistas católicos de 1985, convocó a “conservar los valores éticos también en el mundo de la producción” y reclamó a los gobernantes sabiduría para encarar los ”vertiginosos cambios que se viven en el mundo por la globalización de la economía”

El acto estuvo cargado de especial emotividad. Andrea Bocelli, el tenor ciego, a pedido de su madre y a pesar de que acababa de morir su padre, estuvo presente para cantar el Ave María de Schubert y la cantante israelí Noah, en un gesto ecuménico, entonó a pocos metros del Pontífice la canción de “La vida es bella” del director italiano Roberto Benigni.

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