Ley laboral: todo fue negociado

La política como el arte de negociar. La sabiduría ancestral sobre la guerra. De la Rúa mostró flexibilidad y realismo. El PJ, que tiene una cuota sólida de poder real en el Senado y en las provincias.

27 abril, 2000

La política es el arte de negociar. A esta aseveración, se puede agregar una frase con reminiscencias: “La única verdad es la realidad”. No importa quién lo haya dicho, refleja una pragmática sabiduría que ayer se reflejó en las negociaciones entre el gobierno y el justicialismo, que concluyeron con la aprobación de la Ley Laboral.

Al arte chino de la guerra decía: “Nunca des una batalla que no estés seguro de vencer”. Y en tren de apelar a dichos y refranes, el analista debe concluir que este miércoles la Argentina dio una prueba de madurez. No se extremaron los enfrentamientos hasta el punto de ruptura. Hubo un reconocimiento de que el poder político está dividido y que, sin un trabajoso consenso, el país es ingobernable.

Fernando De la Rúa no cree, como Alfonsín en la máxima intransigente del “que se rompa, pero no se doble” . Su manera de hacer política prefiere la flexibilidad del junco que sobrevive a la fuerza desatada del temporal, mientras los viejos troncos de poderosos contornos son tronchados. Pudo decir anoche “Estoy contento porque el Senado ha podido sesionar en plena libertad, tomar su decisión y aprobar una ley que servirá para asegurar el empleo estable”.

Si el gobierno se empeñaba en exteriorizar felicidad, el peronismo trasuntó satisfacción, porque había impuesto varios de sus reclamos. Los gremios “gordos” de Azopardo mantuvieron su poder de firma en los convenios y Moyano y los suyos, incluidos los dirigentes de la izquierda dura, aceptaron realizar una manifestación de unas 20.000 personas – número nada desdeñable – en la paz absoluta, y demostraron que su presión había introducido una cuña al acuerdo inicial de los firmantes del Pacto de Olivos. Se reservan para nuevas batallas por el poder que se avizoran en el horizonte, en la medida en que la reactivación de la economía y una más justa distribución del ingreso sigan postergados.

La represión de 5.000 estatales ayer en el Chaco – provincia que gobierna la Alianza – con balas, gases y pedradas es un anuncio de lo que podrá venir. No por casualidad, los senadores de la oposición arrancaron al gobierno, poco antes de la sesión principal, un proyecto de ley que agregaría 160 millones de pesos al Plan Trabajar. Suma que sería administrada y gestionada por los gobiernos provinciales, Machinea y Cámara Baja, mediante, donde el gobierno tiene mayoría.

Algunos comentaristas hablan de que el gobierno ganó la batalla; otros, prefieren señalar que sólo alcanzó al 25% de sus pretensiones iniciales. Tal vez sería más ajustado a lo que pasó, hablar de un empate. Lo cual, en definitiva, no es malo. Los hombres de empresa saben que no hay negocio si las dos partes no sienten que han ganado lo posible en la transacción.

El senador radial José Genoud reflejó la situación en una frase: “Más que el triunfo del Gobierno, es una victoria de la racionalidad. Cierto.

¿Qué impone la reforma?:

·No habrá rebaja de salarios en la discusión de antiguos convenios vencidos, de renovación automática.

·La dirigencia nacional de los sindicatos tendrá la última palabra en una negociación colectiva de sus filiales.

·La Alianza aceptó el principio de la cláusula más favorable para el trabajador en el caso de conflicto por el contrato individual.

·Los contratos anteriores a 1988, siguen vigentes hasta dos años para su renovación.

·La negociación de convenios con vigencia renovada automáticamente se discutirá a pedido de partes; no se impondrá el arbitraje obligatorio.

·Los empleadores que incorporen personal verán reducidos sus aportes patronales por cada nuevo trabajador efectivo.

·Un convenio nuevo puede derogar cláusulas del anterior.

En definitiva, mientras De la Rúa sonríe, el PJ se tranquiliza y el FMI esboza una mueca enigmática, como la Gioconda.

Sergio Ceron

La política es el arte de negociar. A esta aseveración, se puede agregar una frase con reminiscencias: “La única verdad es la realidad”. No importa quién lo haya dicho, refleja una pragmática sabiduría que ayer se reflejó en las negociaciones entre el gobierno y el justicialismo, que concluyeron con la aprobación de la Ley Laboral.

Al arte chino de la guerra decía: “Nunca des una batalla que no estés seguro de vencer”. Y en tren de apelar a dichos y refranes, el analista debe concluir que este miércoles la Argentina dio una prueba de madurez. No se extremaron los enfrentamientos hasta el punto de ruptura. Hubo un reconocimiento de que el poder político está dividido y que, sin un trabajoso consenso, el país es ingobernable.

Fernando De la Rúa no cree, como Alfonsín en la máxima intransigente del “que se rompa, pero no se doble” . Su manera de hacer política prefiere la flexibilidad del junco que sobrevive a la fuerza desatada del temporal, mientras los viejos troncos de poderosos contornos son tronchados. Pudo decir anoche “Estoy contento porque el Senado ha podido sesionar en plena libertad, tomar su decisión y aprobar una ley que servirá para asegurar el empleo estable”.

Si el gobierno se empeñaba en exteriorizar felicidad, el peronismo trasuntó satisfacción, porque había impuesto varios de sus reclamos. Los gremios “gordos” de Azopardo mantuvieron su poder de firma en los convenios y Moyano y los suyos, incluidos los dirigentes de la izquierda dura, aceptaron realizar una manifestación de unas 20.000 personas – número nada desdeñable – en la paz absoluta, y demostraron que su presión había introducido una cuña al acuerdo inicial de los firmantes del Pacto de Olivos. Se reservan para nuevas batallas por el poder que se avizoran en el horizonte, en la medida en que la reactivación de la economía y una más justa distribución del ingreso sigan postergados.

La represión de 5.000 estatales ayer en el Chaco – provincia que gobierna la Alianza – con balas, gases y pedradas es un anuncio de lo que podrá venir. No por casualidad, los senadores de la oposición arrancaron al gobierno, poco antes de la sesión principal, un proyecto de ley que agregaría 160 millones de pesos al Plan Trabajar. Suma que sería administrada y gestionada por los gobiernos provinciales, Machinea y Cámara Baja, mediante, donde el gobierno tiene mayoría.

Algunos comentaristas hablan de que el gobierno ganó la batalla; otros, prefieren señalar que sólo alcanzó al 25% de sus pretensiones iniciales. Tal vez sería más ajustado a lo que pasó, hablar de un empate. Lo cual, en definitiva, no es malo. Los hombres de empresa saben que no hay negocio si las dos partes no sienten que han ganado lo posible en la transacción.

El senador radial José Genoud reflejó la situación en una frase: “Más que el triunfo del Gobierno, es una victoria de la racionalidad. Cierto.

¿Qué impone la reforma?:

·No habrá rebaja de salarios en la discusión de antiguos convenios vencidos, de renovación automática.

·La dirigencia nacional de los sindicatos tendrá la última palabra en una negociación colectiva de sus filiales.

·La Alianza aceptó el principio de la cláusula más favorable para el trabajador en el caso de conflicto por el contrato individual.

·Los contratos anteriores a 1988, siguen vigentes hasta dos años para su renovación.

·La negociación de convenios con vigencia renovada automáticamente se discutirá a pedido de partes; no se impondrá el arbitraje obligatorio.

·Los empleadores que incorporen personal verán reducidos sus aportes patronales por cada nuevo trabajador efectivo.

·Un convenio nuevo puede derogar cláusulas del anterior.

En definitiva, mientras De la Rúa sonríe, el PJ se tranquiliza y el FMI esboza una mueca enigmática, como la Gioconda.

Sergio Ceron

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