Lejos aún de confirmar sus aspiraciones y bases políticas para disputarle la presidencia en 2007 a Néstor Kirchner o su eventual pingüino/a, Roberto Lavagna no resistió la tentación. Hablando con un campeón del mercantilismo británico –el otro es el “Economist”-, censuró el “giro a la izquierda” de su presunto rival.
Por otra parte, el ex funcionario de tres administraciones (Raúl Alfonsín, Eduardo Duhalde, Kirchner) resaltó los roces entre el actual gobierno, sectores empresarios y comerciales. Los contrastó con el acercamiento al venezolano Hugo Chávez, cuco favorito de Washington y Londres. “Me preocupa –sostuvo- la intepretación de resultados electorales, según la cual, con un Kirchner más fuerte, las cosas pueden hacerse en forma distinta al pasado”. No obstante, esto ha sido común en casi todos los gobiernos argentinos.
En su carácter profesional, Lavagna objetó un presumible aumento del gasto público. Fuera de educación, salud y seguridad –afirmó-, “el resto debe dejársele al sector privado”. Algo que no sucede en casi ninguna parte del mundo, vale la pena acotar en momentos cuando grandes empresas quedan expuestas en la ONU como usuarias de mano de obra infantil en África y otras regiones.
Naturalmente, el FT tiene sus dudas sobre el futuro político del precandidato. Sucede que buena parte de quienes lo apoyan –especialmente los radicales- no comulgan con sus ideas sobre la función del sector público. “Fue un paso en falso, salvo que busque aliarse con Ricardo López Murphy”, opinaba en privado un colega suyo en los tiempos del plan Austral.
Lejos aún de confirmar sus aspiraciones y bases políticas para disputarle la presidencia en 2007 a Néstor Kirchner o su eventual pingüino/a, Roberto Lavagna no resistió la tentación. Hablando con un campeón del mercantilismo británico –el otro es el “Economist”-, censuró el “giro a la izquierda” de su presunto rival.
Por otra parte, el ex funcionario de tres administraciones (Raúl Alfonsín, Eduardo Duhalde, Kirchner) resaltó los roces entre el actual gobierno, sectores empresarios y comerciales. Los contrastó con el acercamiento al venezolano Hugo Chávez, cuco favorito de Washington y Londres. “Me preocupa –sostuvo- la intepretación de resultados electorales, según la cual, con un Kirchner más fuerte, las cosas pueden hacerse en forma distinta al pasado”. No obstante, esto ha sido común en casi todos los gobiernos argentinos.
En su carácter profesional, Lavagna objetó un presumible aumento del gasto público. Fuera de educación, salud y seguridad –afirmó-, “el resto debe dejársele al sector privado”. Algo que no sucede en casi ninguna parte del mundo, vale la pena acotar en momentos cuando grandes empresas quedan expuestas en la ONU como usuarias de mano de obra infantil en África y otras regiones.
Naturalmente, el FT tiene sus dudas sobre el futuro político del precandidato. Sucede que buena parte de quienes lo apoyan –especialmente los radicales- no comulgan con sus ideas sobre la función del sector público. “Fue un paso en falso, salvo que busque aliarse con Ricardo López Murphy”, opinaba en privado un colega suyo en los tiempos del plan Austral.