Bajo los nombres, en código, de operaciones “Pagoda” e “Infección”, la KGB tramó durante la Guerra Fría un plan para “desacreditar a la Iglesia católica y a la figura del Papa, con acciones de desinformación y provocación que no excluían su eliminación física”. Tales hipótesis fueron divulgadas en Roma sobre la base de documentos de los servicios secretos checoslovacos que llegaron a manos de una comisión de investigación del Parlamento italiano, la misma que hace dos semanas reveló la parte italiana del famoso Archivo Mitrojin, que de paso contiene una conexión argentina. Según los informes -600 páginas- provenientes de Praga, no sólo existía un alarmante plan de la inteligencia soviética para “destruir” al Pontífice polaco, sino que también se buscaba infiltrar a agentes en el seno de la Santa Sede para espiar a altos miembros del Vaticano, como por ejemplo a Agostino Casaroli, secretario de Estado desde 1979 a 1991.
(La Nación, Clarín)
Bajo los nombres, en código, de operaciones “Pagoda” e “Infección”, la KGB tramó durante la Guerra Fría un plan para “desacreditar a la Iglesia católica y a la figura del Papa, con acciones de desinformación y provocación que no excluían su eliminación física”. Tales hipótesis fueron divulgadas en Roma sobre la base de documentos de los servicios secretos checoslovacos que llegaron a manos de una comisión de investigación del Parlamento italiano, la misma que hace dos semanas reveló la parte italiana del famoso Archivo Mitrojin, que de paso contiene una conexión argentina. Según los informes -600 páginas- provenientes de Praga, no sólo existía un alarmante plan de la inteligencia soviética para “destruir” al Pontífice polaco, sino que también se buscaba infiltrar a agentes en el seno de la Santa Sede para espiar a altos miembros del Vaticano, como por ejemplo a Agostino Casaroli, secretario de Estado desde 1979 a 1991.
(La Nación, Clarín)