La eurozona complica exportaciones argentinas

La perspectiva de un bajo crecimiento y altos niveles de desocupación en la UE preocupa en Argentina, ya que 15 % del total de nuestras exportaciones y 35 % de las agrícola-ganaderas y alimenticias cruzan el Atlántico.

29 mayo, 2014

La UE, el mercado más importante para Argentina después del Mercosur, se enfrenta a una situación muy compleja: está saliendo de la segunda recesión sin haber podido superar el PIB previo a la crisis, los instrumentos de política han perdido potencia, la deuda pública y privada es muy alta, el euro se está revaluando y todavía no hay consenso sobre los pasos a seguir a futuro para reducir la elevada desocupación y volver a crecer como región, reformular la arquitectura del euro y lograr que los países del Mediterráneo puedan recuperar su competitividad y hacer frente al alto endeudamiento, afirma el ex ministro de Economía de la Presidencia interina de Eduardo Duhalde, Jorge Remes Lenicov, quien con la colaboración de Anahí Viola y Patricia Knoll del Observatorio de la Economía Mundial de la Escuela de Economía y Negocios de la Universidad Nacional de San Martín publicó el trabajo: La Unión Europea, problemas estructurales y coyunturales.

 

Al referirse a la relación del bloque europeo con Argentina, los autores destacan que “nos unen profundos lazos culturales y amistosos; buena parte de los argentinos somos descendientes de europeos que vinieron a estas tierras entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX y luego de la II Guerra Mundial”. Y contextualiza con que la Unión Europea (UE), en la que Remes fue embajador por Argentina hasta hace dos años, es una región que desde el inicio de su constitución, en 1957, se fue expandiendo y hasta ahora tiene 28 Estados Miembros (EM). Cuenta con casi 510 millones de habitantes, el 24 % del PIB mundial, las importaciones extrazona de bienes y servicios representan el 16,2 % del comercio mundial, y son parte del mundo desarrollado con un ingreso por habitante de 34.500 dólares”.

 

El balance comercial había venido sido muy positivo para nuestro país: entre 2002 y 2011 tuvimos un superávit acumulado de más de 20.000 millones de dólares, tendencia que se revierte a partir de 2012. Las materias primas agropecuarias y sus derivados alimenticios representan 72% de las ventas y el resto corresponde a la industria y la minería.

 

Para muchos sectores, las exportaciones a la UE son fundamentales porque representan más del 40 % de sus ventas externas (soja y girasol y sus derivados, biodiesel, mineral de cobre, camarones, langostinos y calamares, carne bovina deshuesada, fresca o refrigerada, tabaco, limones, maní, miel natural, jugos cítricos y lana peinada). Además, la UE es el principal inversor directo en la Argentina concentrándose en áreas tales como petróleo, comunicaciones, comercio, bancos y las industrias automotriz y química.

 

La encrucijada

 

La importancia de la Unión Europea en la economía mundial es altamente significativa. La gran recesión de 2008 golpeó profundamente su actividad y, aún hoy, sigue resentida.

 

La heterogeneidad económica de los países que la componen hace que se presenten muy diversos escenarios para salir definitivamente de dicha recesión, temas como: desocupación, deuda pública y privada, déficit fiscal, etc., todavía ocupan un lugar central en sus agendas.

 

Los países de la Zona del Euro muestran incluso mayores discrepancias. Si bien la mayoría logro revertir las condiciones adversas, todavía se cuenta con casos como el de Portugal, España, Italia y Grecia que deben seguir trabajando para superar las serias dificultades que presentan.

 

Precisamente el trabajo plantea similitudes y diferencias entre la crisis argentina (2001) y la de Grecia (2010)

 

Existe un paralelo entre la crisis de Grecia (2008-2013) y la de Argentina (1998-2001) porque hubo similitudes en el origen y en las propuestas de política utilizadas durante el desarrollo de la crisis, aunque también se registraron diferencias sustanciales en las políticas para salir de la crisis.

 

Entre las similitudes pueden encontrarse el tipo de cambio fijo y su retraso, el déficit en cuenta corriente del balance de pagos, el déficit fiscal, la muy elevada deuda pública, la depresión económica y la elevada desocupación.

 

Entre las diferencias, Argentina estaba peor que Grecia por la caída de las reservas internacionales, el descalce de monedas, el “corralito” sobre los depósitos, el nivel de dolarización y las cuasi monedas.

 

La discusión en Grecia es parecida a la que se registró en la Argentina entre 1998 y 2001 cuando el gobierno de la Alianza y el establishment decían que el problema era el déficit fiscal y la rigidez del mercado laboral, cuando los problemas más serios eran la falta de competitividad y el alto endeudamiento que impedían crecer.

 

Las políticas implementadas: cuando estalló la crisis en 2008 la UE decidió impulsar la demanda a través de políticas fiscales y monetarias, y Grecia, como EM atravesó esa etapa.

 

Pero en febrero de 2010 el gobierno griego anunció la imposibilidad de pagar la deuda pública.

 

Después de algunos meses los países integrantes de la ZE y el FMI le dieron un crédito a Grecia (equivalente al 40 % del PIB) para evitar el default. La condición que debía cumplir era el ajuste fiscal y la modificación de la legislación laboral.

 

La idea implícita fue que hubo un aumento excesivo de la demanda que se resolvería con la reducción del déficit fiscal y que la rigidez del mercado laboral impedía bajar salarios. Mientras ello ocurría se debía otorgar un crédito “puente” para atender la falta de liquidez para hacer frente al pago de la deuda. Fue igual al “blindaje” por 40.000 millones acordado por Argentina en el año 2000.

 

A partir de este “crédito puente” las medidas de política económica en Grecia se parecen mucho a las aplicadas por la Argentina entre 1999 y 2001. Si bien en ambos países algunos economistas plantearon la necesidad de resolver las cuestiones de competitividad, deuda y crecimiento, terminaron por imponerse aquellos que insistían con las políticas ortodoxas.

 

Las medidas de ajuste en materia fiscal y laboral aplicadas en Grecia y en la Argentina de aquella época fueron muy parecidas.

 

Si bien Argentina y Grecia renegociaron con quita una parte de la deuda pública, la gran diferencia después de la agudización de los problemas fue la política económica seguida.

 

Mientras Grecia continuó con la política de tipo de cambio fijo, de ajuste fiscal y de baja de los salarios, la Argentina en el primer trimestre de 2002 cambió de paradigma y se inclinó por resolver conjuntamente la cuestión del crecimiento, la competitividad, el endeudamiento y la solvencia fiscal mediante un programa integral.

 

A consecuencia de ello, los resultados también fueron diferentes: desde el estallido de la crisis hasta el inicio de la reactivación, el tiempo transcurrido en el caso argentino fue muy corto (3 meses) mientras que en el caso griego continúa la depresión y la alta desocupación y todo indica que la salida seguirá siendo incierta.

 

La estrategia ante la crisis

 

La UE está aplicando una estrategia de “ajuste nominal” a través de la baja del gasto público y de los salarios y una flexibilización monetaria acotada, lo cual explica la mala performance poscrisis. Porque la política fiscal compensaba la actitud extremadamente cautelosa de los consumidores y empresarios, quedando sólo las exportaciones, pero reservada para algunos pocos países, como único incentivo de la demanda. La flexibilización muy restringida de la política monetaria, la caída de los salarios reales y la revaluación del euro tampoco ayudan.

 

Además, está el problema de la muy baja inflación. En abril pasado bajó al 0,5 % anual, muy lejos del objetivo del BCE del 2 % y se adentra en “zona de peligro”, tal como lo ha definido el propio Draghi, presidente del BCE. Hay 5 países con tasas negativas: España, Grecia, Portugal, Chipre y Eslovaquia. Una inflación tan baja dificulta el proceso de reducción de la deuda y hace casi inútil el doloroso ajuste que han emprendido muchos países mediante devaluaciones internas porque no permiten recuperar competitividad debido a que en el resto del continente los precios apenas crecen.

 

La crisis financiera fue relativamente superada porque se hizo mucho para rescatar a los bancos pero la crisis económica sigue siendo profunda.

 

Para 2014 se estima un moderado crecimiento que no permitirá reducir la elevada desocupación; posiblemente se alcancen los niveles de PIB de 2008. Todo el andamiaje aparece concentrado en lo financiero y la similitud con la década del ´80 en América Latina -su década perdida por el estancamiento- y con Japón de los ´90, son cada vez mayores.

 

El pedido de muchos EM

 

Muchos países reclaman políticas expansivas bajo el principio de que hay que crecer y bajar el desempleo porque el problema más serio no es el déficit ni la inflación y que en una unión debe prevalecer el principio de solidaridad. Pero Alemania y sus aliados continúan considerando que el problema es fiscal con su correlato en la deuda y de insolvencia de los bancos, promoviendo una fuerte restricción fiscal y monetaria, la reducción salarial en aquellos EM que no son competitivos y la aplicación del concepto del “moral hazard”.

 

A partir de ese esquema esperan un proceso de ajuste que redundará en un futuro crecimiento sostenido. Evidentemente Alemania y algunos otros países no quieren pagar el costo de socializar las potenciales pérdidas.

 

Stiglitz y Krugman piensan que en las crisis el instrumento monetario es limitado y que por eso hay que redoblar los esfuerzos para potenciar la política fiscal: según como se implemente, la reducción del déficit impactará de diferente manera. Es más importante la composición que el monto de la reducción. Reducir gastos burocráticos e impuestos al trabajo junto con el aumento de la carga para los sectores más ricos y un plan de inversión para modernizar la infraestructura y de reconversión de la economía hacia energías amigables es mejor que otras alternativas.

 

Por su parte Summers dice que bajar el gasto o subir impuestos por el equivalente al 1 % del PIB produce una caída del PIB de 1,5 puntos. Varios son los que consideran que el BCE debería seguir inyectando liquidez pero con más flexibilidad, máxime que la inflación es bajísima, y políticas de compra de títulos públicos y privados en los mercados secundarios. Es fundamental compensar el desapalancamiento y que el BCE sea prestamista de última instancia. El BEI debería otorgar créditos a largo plazo con tasas de interés muy bajas para inversión en infraestructura y para las Pymes.

 

Además, se debería evitar que el tipo de cambio se revalúe en relación al dólar porque eso demora la recuperación al dificultar la expansión de las exportaciones e incentivar las importaciones. No hay que olvidar que muy pocos países de la UE tienen superávit en la cuenta corriente (Alemania, Holanda) mientras que el resto es deficitario; el total para la ZE aparece equilibrado pero esconde esas diferencias.

 

También se plantea que no hay que preocuparse por una inflación mayor al 2 % porque ello ayudaría a descomprimir la presión de la deuda pública y privada y a socializar la pérdida generada por la crisis mediante tasas reales de interés negativas (los bonistas y ahorristas también deben pagar). Lo peor es la deflación o una tasa muy baja porque además de aumentar la deuda real desincentiva el consumo y la inversión, y por lo tanto es muy difícil crecer a la vez que se corre el serio riesgo de entrar en una circularidad depresiva.

 

Por último cabe mencionar las declaraciones de dos hombres muy comprometidos con la UE, Schröder y Delors, quienes en mayo de 2013 señalaron que:

“Las reformas estructurales  sólo pueden dar fruto si hay crecimiento. Los intentos de reformas hasta ahora en Europa nos permiten extraer varias lecciones:

1) Entre el momento en el que hay que tomar las decisiones difíciles y el momento en el que las reformas entran en vigor y se plasman los resultados, transcurren varios años.

2) Las reformas estructurales sólo pueden dar fruto si se realizan juntamente con medidas de crecimiento.

3) El ahorro, por sí solo, no basta para superar la crisis, todo lo contrario: existe el riesgo de que las economías nacionales se vean estranguladas casi por completo por la política estricta de austeridad.

4) Es obligatorio que exista siempre una correlación entre la voluntad de emprender reformas estructurales y la voluntad de ser solidarios. No se trata de una disyuntiva entre “crecimiento o austeridad”.

 

Estamos convencidos de que las dos políticas se pueden combinar de manera inteligente. Se necesita disciplina presupuestaria y reformas estructurales, pero el programa de austeridad debe ir acompañado de factores de crecimiento. Además debe haber fondos para aumentar la competitividad de los más rezagados.”

 

Los niveles de actividad de 2008 no pueden superarse

 

En el segundo semestre de 2009 se revirtió la crisis y se evitó lo peor, pero la salida se presentaba frágil y lenta.

 

Por eso es que a mediados de 2010 hubo dos posiciones: en EE.UU. plantearon que se debía seguir con los incentivos, mientras que en la UE, no sin antes trasponer fuertes discusiones internas, consideraron que como la recesión había terminado, era hora de hacer el ajuste fiscal, restringir la oferta monetaria y evitar posibles presiones inflacionarias. Esta es una discusión que siempre existe, la que es alimentada no sólo por la concepción ideológica sino también por la falta de información completa en cuanto al comportamiento de los distintos sectores.

 

Fue y es un típico debate entre ortodoxos y keynesianos. Los ortodoxos consideran que bajar el déficit fiscal genera confianza entre los inversores, pero eso es algo no demostrable y además, en una situación inestable ¿cómo se aumenta el consumo, la inversión y las exportaciones para compensar la baja del gasto público? Dicen también que si los bancos centrales (FED y BCE) llevan adelante una política laxa perderán credibilidad, cuando en realidad perderán credibilidad si la economía no se recupera sólidamente y no baja la tasa de desempleo. Por cierto que el déficit fiscal aumenta la deuda pero ésta se podrá pagar si hay crecimiento, caso contario seguirá aumentando y requiriendo cada vez más esfuerzo fiscal para su pago.

 

A raíz del cambio de la política, la reactivación en la UE duró muy poco: a fines de 2011 la economía nuevamente entró en recesión, la que duró cinco trimestres, hasta el segundo de 2013.

 

El resultado final entre una y otra estrategia son conocidos: el comportamiento de EE.UU. ha sido mejor que el de la UE, a pesar que ésta muestra mejores indicadores en deuda pública, en el resultado fiscal y en la cuenta corriente, pero peores en términos de los objetivos de una política económica como son los niveles de actividad y desocupación.

 

 

En la UE la desocupación en 2008 era de 7 % y fue subiendo hasta 2013 que llegó al 10,8 %. En los EE.UU. era de 5,8 % en 2008, subió a 9,6 % en 2010 y comenzó a bajar hasta 7,4 % en 2013.

 

La pérdida de instrumentos en la UE

 

Todas las crisis tienen costos. Además de la caída del PIB y el aumento de la desocupación, se debe computar la pérdida o reducción en la potencia de los instrumentos: el necesario aumento del déficit fiscal acrecentó la deuda pública en 30 puntos para superar el 90 % del PIB, la tasa de interés que se redujo al 0,25 % es lo suficientemente baja como para volver a reducirla, y el elevadísimo endeudamiento privado determina que las empresas y las familias estén más predispuestas a devolver créditos que a tomar nueva deuda (desde 2009 se redujo en 10 puntos para quedar en 132 % del PIB en 2012). La suma de la deuda pública y privada se convierte en una carga muy pesada: 225 % del PIB. En los EE.UU. ocurrió algo parecido, pero ellos siempre tuvieron por objetivo recuperar el nivel de actividad y el empleo bajo la idea de que a partir de una economía en crecimiento se podría reducir el déficit fiscal y pagar la deuda pública; por eso mantuvieron una política monetaria muy laxa y no se preocuparon demasiado por la reducción del déficit fiscal.

 

Una explicación de la mala performance

 

La única región que en 2013 no pudo superar los niveles del PIB previo a la gran recesión fue la UE. Ello se debe fundamentalmente a tres cuestiones: el carácter de la política coyuntural, la estructura de funcionamiento de la Zona Euro (ZE) y las diferencias internas y la situación de los países del Mediterráneo.

El retiro de los incentivos a partir de 2010 se hizo a través de las políticas fiscal, monetaria, salarial y cambiaria, los ejes de toda política macroeconómica.

Política fiscal: el déficit aumentó a 6,9 % del PIB en 2009 y a partir de allí comenzó a reducirse hasta llegar a 3,4 % del PIB en 20132. En promedio los Estados Miembros (EM) redujeron en 4 años el déficit en 3,5 puntos del PIB, aunque algunos lo bajaron más. La UE pretendía que en 2013 todos estén dentro de lo establecido en el Tratado de Maastricht (3_% del PIB), a excepción de los más complicados que les dieron más tiempo para su cumplimiento.

 

Para alcanzar la meta muchos de los EM han implementado medidas tales como la reducción y/o congelamiento de salarios, despidos de personal, recorte de inversiones y subvenciones de carácter social, privatización de empresas, y aumentos de los impuestos al valor agregado, combustibles y a las ganancias de los bancos y grandes empresas.

 

Política monetaria y financiera: desde 2010 fue restrictiva y con tasas de interés más elevadas que las de la FED, acompañando así a la restricción fiscal. Cuando estalla la crisis, en octubre 2008, la tasa de interés era de 3,75 % y se va reduciendo hasta llegar al 1 % en mayo de 2009; se la mantuvo en ese nivel hasta 2011 que comenzó a subir: en abril a 1,25 % y en julio a 1,50_% porque estimaron que la inflación podría superar el 2 % anual. Hacia fines de 2011 asume un nuevo presidente en el BCE y observando la desaceleración de la actividad económica baja la tasa a 1 % en diciembre.

 

Además se flexibilizó, aunque con limitaciones, el mecanismo para comprar títulos públicos y se inyectó liquidez para disipar el pánico financiero, evitar la caída de los bancos que estaban muy expuestos a la deuda soberana de los países en crisis y reactivar el crédito. Sin embargo el efecto fue limitado porque aumentaron los depósitos de los bancos en el BCE a causa de la desconfianza.

En mayo de 2013 y debido a que continuaba la recesión, el BCE bajó la tasa de interés a 0,5 %, volviéndola a reducir en noviembre a 0,25 %. El problema que se observa es que la reducción de las tasas no se transmite a la economía real, porque las empresas de los países en crisis (p.e. italianas y españolas) pagan por la financiación 3 o 4 puntos más que las francesas o alemanas. Además, la inyección monetaria del BCE es muy baja (2 % anual) y continúa la restricción crediticia: el total de préstamos corporativos cayó durante 2013 en 2,3 % mientras que los bancos aumentan la compra de bonos soberanos.

 

La política financiera tuvo por eje la creación, en mayo de 2010, del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), un fondo por €500.000 millones para ayudar a países en dificultades y en riesgo de default (el FMI participa con €250.000 millones adicionales). Prestará bajo estrictas condiciones y podrá intervenir, con carácter excepcional, en los mercados primarios de deuda siendo su objetivo salvaguardar la estabilidad de la ZE.

A fines de 2010 se aprobó una nueva estructura de supervisión financiera, estableciéndose los niveles macro prudencial –sistema financiero- y micro prudencial –bancos-. Además, se adoptaron nuevas normas sobre las Agencias de Calificación de Crédito y los Requerimientos de Capital de los bancos.

 

En diciembre 2012 se crea el Mecanismo Único de Supervisión Bancaria (MUS) en el seno del BCE, aunque estará concentrado sólo en los grandes bancos (el límite determina que en la práctica sólo pueda vigilar a entre 150 y 200 bancos de los 5.800 existentes).

 

En abril de 2014 se aprueba el Mecanismo Único de Resolución (MUR) para los bancos que tengan problemas, en un intento para evitar que los gobiernos y contribuyentes vuelvan a pagar por las crisis del sector financiero.

 

En relación a los bancos se dispusieron €5 billones entre el 1/10/08 y el 31/12/12. De ese monto, €1,6 billones se entregaron y el resto son garantías aún no utilizadas. Fue la gran limpieza de activos tóxicos de los bancos y una masiva transferencia de deuda privada a deuda pública.

 

Algunos bancos ya devolvieron el préstamo pero la gran mayoría aún no lo hizo.

 

La política cambiaria: está definida por la propia política fiscal y monetaria y  fundamentalmente por la actitud de los otros grandes países. El valor del euro fue oscilante y en el período de la gran crisis y durante los años posteriores, se observó una devaluación en relación a las monedas de los grandes países en desarrollo (PED) pero una revaluación en relación al dólar, lo cual está generando problemas a muchos de los EM.

Política laboral: hubo consenso para que los EM realicen reformas para aumentar las condiciones para acceder a la jubilación y flexibilizar el mercado laboral de manera tal de convertir al salario en una variable de ajuste.

 

 

 

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