(NA). – La aguda caída de la recaudación de septiembre resultó el reflejo más claro de una recesión sin final a la vista y dejó al ministro Domingo Cavallo en una posición incómoda para un complejo momento económico y político.
Desde que asumió otra vez como titular de Economía, que se planteó, allá por el lejano 20 de marzo, a raíz de un marco internacional que condicionó su accionar.
La agudización de la crisis financiera, el cierre de los grifos del financiamiento externo para el país y el nuevo mapa recesivo internacional que se abrió tras los atentados en Estados Unidos del 11 de septiembre marcaron el rumbo de la gestión económica.
En síntesis, el riesgo país trepó a niveles insospechados y la recesión se transformó en depresión. El país se ubicó, entonces, frente al abismo de la cesación de pagos. La desconfianza envolvió a la economía argentina y la anemia ganó la plaza financiera en virtud de la salida de reservas y depósitos.
Esta resultó la principal raíz de la caída de los ingresos fiscales del mes pasado, ya que al cortarse el financiamiento hubo menos fondos para el pago de impuestos.
Pero también se encuentra onmipresente la ya endémica desconfianza de la gente por el devenir económico, que la lleva a postergar consumos.
Para colmo, ante el quiebre de la cadena de pagos se está instalando una cierta actitud de desinterés –o rebelión– tributario por parte de gran parte de la sociedad.
Ante esto, Cavallo confía en la receta de dar incentivos tendientes a forzar una drástica baja de tasas de interés que permita el resurgimiento del crédito para el sector privado, tanto empresas como familias.
Los alicientes directos al mercado interno no figuran en la agenda inmediata del ministro, porque está convencido de su fórmula, más emparentada con la ortodoxia económica.
Pero su camino no será nada sencillo si se tiene en cuenta el abanico de detractores que se granjeó durante estos meses, cuyas críticas se intensificaron por los roces de la campaña electoral.
En este marco, el ministro recibe críticas de gobernadores, de la UCR, el PJ y el Frepaso y desde su propios colegas de gabinete. Por citar sólo los ejemplos de ayer, el gobernador del Chaco, Angel Rozas, sostuvo que Cavallo “atenta contra la paz social”, el de San Juan, Alfredo Avelín, que al ministro “le gustaría vender una provincia” y el de La Pampa, Rubén Marín, denunció “los graves problemas sociales” que generan las políticas del titular del palacio de Hacienda.
Con la vista puesta en las urnas del 14 de octubre, Rodolfo Terragno anticipó que si gana las elecciones pedirá al presidente Fernando de la Rúa que “cambie el equipo económico”.
Sin embargo, hoy por hoy, el único respaldo decisivo y concreto que tiene el titular del palacio de Hacienda es, precisamente, el del propio jefe de Estado. De la Rúa no sólo respalda públicamente a su ministro sino que también acostumbra a decir que “no hay otro camino posible” para sacar al país de la crisis. Es que, bajo la óptica presidencial, otra alternativa llevaría al país hacia un callejón.
(NA). – La aguda caída de la recaudación de septiembre resultó el reflejo más claro de una recesión sin final a la vista y dejó al ministro Domingo Cavallo en una posición incómoda para un complejo momento económico y político.
Desde que asumió otra vez como titular de Economía, que se planteó, allá por el lejano 20 de marzo, a raíz de un marco internacional que condicionó su accionar.
La agudización de la crisis financiera, el cierre de los grifos del financiamiento externo para el país y el nuevo mapa recesivo internacional que se abrió tras los atentados en Estados Unidos del 11 de septiembre marcaron el rumbo de la gestión económica.
En síntesis, el riesgo país trepó a niveles insospechados y la recesión se transformó en depresión. El país se ubicó, entonces, frente al abismo de la cesación de pagos. La desconfianza envolvió a la economía argentina y la anemia ganó la plaza financiera en virtud de la salida de reservas y depósitos.
Esta resultó la principal raíz de la caída de los ingresos fiscales del mes pasado, ya que al cortarse el financiamiento hubo menos fondos para el pago de impuestos.
Pero también se encuentra onmipresente la ya endémica desconfianza de la gente por el devenir económico, que la lleva a postergar consumos.
Para colmo, ante el quiebre de la cadena de pagos se está instalando una cierta actitud de desinterés –o rebelión– tributario por parte de gran parte de la sociedad.
Ante esto, Cavallo confía en la receta de dar incentivos tendientes a forzar una drástica baja de tasas de interés que permita el resurgimiento del crédito para el sector privado, tanto empresas como familias.
Los alicientes directos al mercado interno no figuran en la agenda inmediata del ministro, porque está convencido de su fórmula, más emparentada con la ortodoxia económica.
Pero su camino no será nada sencillo si se tiene en cuenta el abanico de detractores que se granjeó durante estos meses, cuyas críticas se intensificaron por los roces de la campaña electoral.
En este marco, el ministro recibe críticas de gobernadores, de la UCR, el PJ y el Frepaso y desde su propios colegas de gabinete. Por citar sólo los ejemplos de ayer, el gobernador del Chaco, Angel Rozas, sostuvo que Cavallo “atenta contra la paz social”, el de San Juan, Alfredo Avelín, que al ministro “le gustaría vender una provincia” y el de La Pampa, Rubén Marín, denunció “los graves problemas sociales” que generan las políticas del titular del palacio de Hacienda.
Con la vista puesta en las urnas del 14 de octubre, Rodolfo Terragno anticipó que si gana las elecciones pedirá al presidente Fernando de la Rúa que “cambie el equipo económico”.
Sin embargo, hoy por hoy, el único respaldo decisivo y concreto que tiene el titular del palacio de Hacienda es, precisamente, el del propio jefe de Estado. De la Rúa no sólo respalda públicamente a su ministro sino que también acostumbra a decir que “no hay otro camino posible” para sacar al país de la crisis. Es que, bajo la óptica presidencial, otra alternativa llevaría al país hacia un callejón.