<p>La clave reside en un regalo griego al revés –la crisis- y se cifra en extender controles hasta ahora centrados en la relación déficit fiscal-producto bruto interno. Ahí radicaba el imposible: mantener un corsé de 3% que muy pocas veces sirvió a su propósito (poner en orden las cuentas nacionales).<br />
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Ese techo produjo dos efectos perversos, pero caros al monetarismo del Bundesbank, el Banco Central Europeo o funcionarios estables tipo José Manoel Durậo Barroso (comisión europea), Jean-Claude Trichet (BCE) y Jean-Claude Juncker (Eurogrupo). El primero, convertir en infractores a países como Alemania, Francia o Italia. El segundo, impedir el ingreso a la moneda común de once miembros de la propia Unión Europea y darle un pretexto de oro al aislacionismo de Gran Bretaña (libra) o Suecia (corona).<br />
Entonces, en lugar del esquivo 3%, desde 2011 los técnicos de Bruselas y Fráncfort quieren privilegiar otro parámetro: 60% en la relación entre PBI y deuda pública. Por supuesto, nada está todavía muy claro. Por ejemplo, la relación en 2009 era asaz empinada en Italia (115%), Bélgica (96,7%), Francia (77,6%), Alemania (73,2%) y, claro, Grecia (115,3%).<br />
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Pero los campeones de la rigidez –Barroso, Trichet, Juncker- insistirán hasta el fin en privilegiar aquel mítico 3%. No será fácil, máxime si el rescate heleno encuentra tropiezos, un riesgo que explica el enfriamiento de los mercados especulativos. Además, ni siquiera los ortodoxos se ven seguros. Por ejemplo, en materia de sanciones: parecen efectivos disuasores, pero sus mecanismos actuales son lentos y no sirven para eludir riesgos sistémicos.<br />
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En verdad, Barroso, Trichet o Juncker persisten en crear “mecanismos para afrontar situaciones excepcionales”. Por una parte, si Grecia es el ejemplo típico, subsiste el peligro de que su rescate no funcione, frustre el auxilio por € 110.000 millones y congele el megapaquete colectivo de 750.000 millones. Por la otra, Portugal, Irlanda y España podrían seguir. En este último caso, hay factores sociales (desempleo en el record de 20,5% ), nunca tenidos en cuenta por Maastricht, y políticos: no es casual que José Luis Rodríguez Zapatero llame por teléfono a Barack Obama, no a la comisión europea ni al BCE. <br />
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La crisis griega anticipa el postrer adiós a Maastricht
En nombre de nuevas reglas financieras para la Eurozona, Bruselas quizá deje atrás aquel imposible pacto de estabilidad que lleva dieciocho años de escasos éxitos y muchos fracasos. En rigor, era un instrumento del Bundesbank y su rígida tecnocracia.