Kirchner-Lavagna: ¿no será una polémica prematura?

O la campaña electoral de 2007 arrancó un año antes de lo sensato, o los resabios de la UCR –necesitados de un referente serio- empujaron a Roberto Lavagna a una pelea muy temprana. Son los mismos radicales que no creían en el canje de deuda.

8 junio, 2006

Por supuesto, “también Néstor Kirchner y su entorno se dejaron arrastrar a una polémica muy prematura”, señalan dos diarios europeos. Por un lado, los santacruceños le endilgan al ex ministro de Economía preferir aumentos de tarifas a aumento de salarios (en verdad, los primeros suelen ser más inflacionarios que los segundos). Por el otro, “Lavagna castiga la restatización de obras sanitarias, sin reparar en los gruesos errores de la gestión Suez (una empresa con problemas en varios países, pero excelente prensa en Argentina)”.

Otro elemento alarmante es que los cruces entre Kirchner y Lavagna estén en la portada de los periódicos. Hasta el momento, se trata sólo de precandidatos, pues ninguno ha atravesado el proceso partidario de estilo. Por supuesto, la UCR no lo necesita: está fragmentada y cada sector es manejado por tres o cuatro dirigentes, sin particìpación de la gente: casi todos los viejos comités están cerrados.

Naturalmente, Lavagna por ahora apela al discurso más a la derecha posible, porque se trata de quitarle votos potenciales a Mauricio Macri. Éste, igual que Liliana Carrió a la izquierda, carece aún de plataforma o programa. Por ende, el ex titular económico ataca al gobierno aludiendo a la suspensión de remates hipotecarios o la política de energía y combustibles. Esto es curioso porque, en verdad, el máximo reproche factible de hacérsele a Kirchner es no tener todavía una empresa testigo (como Brasil o Méjico en petróleo y Chile en cobre).

No obstante, Lavagna tiene razón en un punto: “hay que discutir cuánto estado queremos en servicios públicos, porque uno debe cuidarse del capitalismo amiguista. Las privatizaciones no resultaron del todo acertadas y era imposible esperar que un sistema con tarifas dolarizadas, ajustadas por la inflación norteamericana, no colapsase”. También pudo haber recordado que muchos activos se malvendieron en el régimen de Carlos Ménem y las compañías privadas no invirtieron lo suficiente.

Por supuesto, “también Néstor Kirchner y su entorno se dejaron arrastrar a una polémica muy prematura”, señalan dos diarios europeos. Por un lado, los santacruceños le endilgan al ex ministro de Economía preferir aumentos de tarifas a aumento de salarios (en verdad, los primeros suelen ser más inflacionarios que los segundos). Por el otro, “Lavagna castiga la restatización de obras sanitarias, sin reparar en los gruesos errores de la gestión Suez (una empresa con problemas en varios países, pero excelente prensa en Argentina)”.

Otro elemento alarmante es que los cruces entre Kirchner y Lavagna estén en la portada de los periódicos. Hasta el momento, se trata sólo de precandidatos, pues ninguno ha atravesado el proceso partidario de estilo. Por supuesto, la UCR no lo necesita: está fragmentada y cada sector es manejado por tres o cuatro dirigentes, sin particìpación de la gente: casi todos los viejos comités están cerrados.

Naturalmente, Lavagna por ahora apela al discurso más a la derecha posible, porque se trata de quitarle votos potenciales a Mauricio Macri. Éste, igual que Liliana Carrió a la izquierda, carece aún de plataforma o programa. Por ende, el ex titular económico ataca al gobierno aludiendo a la suspensión de remates hipotecarios o la política de energía y combustibles. Esto es curioso porque, en verdad, el máximo reproche factible de hacérsele a Kirchner es no tener todavía una empresa testigo (como Brasil o Méjico en petróleo y Chile en cobre).

No obstante, Lavagna tiene razón en un punto: “hay que discutir cuánto estado queremos en servicios públicos, porque uno debe cuidarse del capitalismo amiguista. Las privatizaciones no resultaron del todo acertadas y era imposible esperar que un sistema con tarifas dolarizadas, ajustadas por la inflación norteamericana, no colapsase”. También pudo haber recordado que muchos activos se malvendieron en el régimen de Carlos Ménem y las compañías privadas no invirtieron lo suficiente.

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