Demócratas, republicanos e independientes coinciden en un punto: desde 1948 no se recuerda una campaña electoral que, a menos de tres semanas del comicio, mantenga semejante empate. No obstante, algunos sondeos sugieren que –al imponerse cómodamente en el tercer debate- Kerry ahora constituye una amenaza real para Bush. Gestos y tono del presidente en Arizona parecían confirmar esa impresión.
Sin duda, la contradictoria gestión económica interna del gobierno, la persistencia del desempleo en más de 5,4% -contra el 4,2% legado por William J.Clinton a Bush-, rebajas tributarias por US$ 2,5 billones (2001-12) en favor de sectores de altos ingresos o grandes empresas y el poco interés de la Casa Blanca en materia social son problemas donde el patrioterismo provinciano –estimulado por una guerra que, sin embargo, ni termina ni favorece a Estados Unidos- no surte efecto. Tampoco le va bien a Bush en materia de minorías étnicas, religiosas –salvo el fundamentalismo protestante y judío-, lingüísticas o sexuales.
Pero hay un detalle tan curioso como inquietante. En general, grandes medios locales e internacionales –aun los que no comulgan con la administración republicana- hacen lo imposible para que el presidente “quede bien”. En cuanto a la prensa conservadora, particularmente en Latinoamérica, por momentos parece militar en la campaña oficialista.
Demócratas, republicanos e independientes coinciden en un punto: desde 1948 no se recuerda una campaña electoral que, a menos de tres semanas del comicio, mantenga semejante empate. No obstante, algunos sondeos sugieren que –al imponerse cómodamente en el tercer debate- Kerry ahora constituye una amenaza real para Bush. Gestos y tono del presidente en Arizona parecían confirmar esa impresión.
Sin duda, la contradictoria gestión económica interna del gobierno, la persistencia del desempleo en más de 5,4% -contra el 4,2% legado por William J.Clinton a Bush-, rebajas tributarias por US$ 2,5 billones (2001-12) en favor de sectores de altos ingresos o grandes empresas y el poco interés de la Casa Blanca en materia social son problemas donde el patrioterismo provinciano –estimulado por una guerra que, sin embargo, ni termina ni favorece a Estados Unidos- no surte efecto. Tampoco le va bien a Bush en materia de minorías étnicas, religiosas –salvo el fundamentalismo protestante y judío-, lingüísticas o sexuales.
Pero hay un detalle tan curioso como inquietante. En general, grandes medios locales e internacionales –aun los que no comulgan con la administración republicana- hacen lo imposible para que el presidente “quede bien”. En cuanto a la prensa conservadora, particularmente en Latinoamérica, por momentos parece militar en la campaña oficialista.