Jornadas claves para la cúpula china dividida

Beijing y las ciudades mayores del gigante afrontan una inflexión sin precedentes desde el fin del maoísmo. La caída del popular Bo Xilai –otrora poderoso miembro del politburó- revela una feroz lucha interna que inquieta al premier Wen Jiabao .

16 marzo, 2012

<p>Ya el mi&eacute;rcoles, Wen advert&iacute;a que &ldquo;el pa&iacute;s podr&iacute;a recaer en un caos &ndash;justamente- como el de la revoluci&oacute;n cultural&rdquo; de 1966/76. En realidad, el primer ministro y el presidente Hun Jintao aprovechan la situaci&oacute;n para promover m&aacute;s econom&iacute;a de mercado, menos grupos de inter&eacute;s y m&aacute;s dinamismo en el partido Comunista para responder a los nuevos desaf&iacute;os.</p>
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<p>Ambos dirigentes presentan como &ldquo;reformas pol&iacute;ticas&rdquo; el paquete lanzado durante la asamblea anual del congreso. &ldquo;Al poner el acento en esta segunda revoluci&oacute;n cultural enfatizan los riesgos de desde&ntilde;arlas o postergarlas y se presenta a Bo como chivo emisario&rdquo;. Eso sostiene Zhang Ming, experto de la universidad metropolitana.<br />
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Por cierto, desde 2007, el populista Bo llev&oacute; a cabo una campa&ntilde;a orientada contra la izquierda m&aacute;s conservadora y &ldquo;ultramontana&rdquo;. O sea, los comunistas hist&oacute;ricos. Por su lado, Wen impulsa menos capitalismo de estado y una estrategia de desarrollo m&aacute;s activa. No por casualidad, meses despu&eacute;s de cumplir noventa a&ntilde;os el comunismo chino. Algunos analistas de Hongkong, Tokio y Singapur &ndash;y el Banco Mundial- coinciden en que &ldquo;el actual modelo de crecimiento no es sostenible&rdquo;.<br />
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Sin llegar a ese extremo, los &ldquo;reformistas de 1999&rdquo; afirman que el predominio de bancos y compa&ntilde;&iacute;as estatales debe recortarse y el sector privado ha de reforzarse. Exactamente eso se&ntilde;alaba entonces el comit&eacute; central de partido pero, en trece a&ntilde;os, los progresos han sido casi nulos. &ldquo;Resulta dif&iacute;cil impedir que las empresas estatales obtengan del sector p&uacute;blico capital y contratos, manipulando decisiones a su gusto&rdquo;, apunta Hu Shuli, jefa de redacci&oacute;n del South China Morning Post (grupo Caixin), ariete de las cr&iacute;ticas &ldquo;capitalistas&rdquo;.<br />
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Hasta su destituci&oacute;n, Bo Xilai fue ganando espacios en escala nacional y muchos dirigentes peregrinaban a su reducto, Chongqing, en pos de apoyo. Pero la notoria ausencia de Hu Jintao en esa metr&oacute;polis &ndash;una de las mayores- era una clara se&ntilde;al. Por un parte, el carisma y la autopropaganda de Bo lo hac&iacute;an popular entre la gente. Por otra, lo alejaban del poder pol&iacute;tico. V&aacute;stago de un fundador del comunismo, Bo integraba una facci&oacute;n extremista de la Guardia Roja y estuvo en la c&aacute;rcel durante la &uacute;ltima fase de la revoluci&oacute;n cultural. M&aacute;s tarde, opt&oacute; por abrirse camino en la burocracia comunista. <br />
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