Japón: un caso de recuperación a costa de los salarios

Últimamente, el Banco del Japón (central) viene advirtiendo un curioso fenómeno: pese a casi tres años de repunte, alza de ganancias empresarias y menor oferta laboral, los salarios bajan. Clave: el auge de empleo temporario menos rentado.

10 noviembre, 2004

Durante el trimestre julio-septiembre, mientras el producto bruto interno crecía a razón de 6% anual, el total de remuneraciones cedió 1,1%. Se trata del séptimo año seguido de retroceso salarial. Si Estados Unidos experimenta su reactivación más larga sin repunte paralelo en el empleo, la de Japón no se refleja en los sueldos. Casi como sucede en Argentina, Uruguay, Chile o Méjico.

La imposibilidad de una economía próspera para elevar remuneraciones, demanda del público y precios ha generado un cortocircuito en lo que muchos analistas ortodoxos veían como el proceso por el cual Japón superaría la recesión -iniciada en 1991- merced a una moderada reflación. Efectivamente, en agosto el índice de precios mayoristas acumulaba 1,8% en doce meses, en tanto el minorista cedía 0,1%. Viene haciendo eso desde 1997.

En opinión del emisor, si no surge una reflación vía ganancias y salarios como correa transmisora, sus optimistas proyecciones para 2005 se verán comprometidas. Lo mismo ocurrirá con el pronóstico de inflación suave. “Si el sector privado continúa restringiendo costos laborales –observa el banco central-, la demora en recomponer ingresos familiares podría deteriorar el consumo”. Resulta llamativo que parte del gabinete no tome en cuenta estas advertencias.

¿Qué está pasando? Parte de la respuesta atiende a unas pocas cuadras del ente y se llama Pasona. Es una de las docenas de agencias de personal eventual o temporario que prosperan como recursos para reducir salarios y estabilidad laboral.

Desde 1997, cuando sólo 15% del personal era temporario o de medio turno, esta categoría ha pasado a 25/30% de la fuerza laboral. Según el ministerio de Administración pública, cuyas estadísticas alcanzan sólo hasta 2002, la cantidad de trabajadores a tiempo completo había bajado –en el sexenio 1997-2002- de 38.500.000 a 34.600.000, o sea 10%.

En igual lapso, la dotación temporaria y/o a medio turno pasaba de 11.400.000 a 14.600.000 (+28%). Las agencias como Pasona se multiplicaron a 257.000 a 721.000 (+181%). A marzo de 2003, según un análisis separado, el número de temporarios había crecido dos millones y llegaba a 16.600.000. Esta mutación, de una fuerza laboral estable y bien pagada a una temporaria y menos rentada, ha permitido congelar el promedio salarial japonés.

Además, hasta hace poco ese proceso era casi subrepticio, debido a restricciones culturales y legales al despido. Pero, desde 1997, una serie de reveses financieros persuadió a las empresas de que precisaban restructurarse. Empezaron a ensayar una mezcla de congelamiento de vacantes, jubilaciones prematuras, tercerización y contratos temporarios para ir recortando gastos laborales.

Esta reconversión fue promovida por nuevas leyes. En 1986, pues, el gobierno sancionó una que “oficializaba” el trabajo temporario y/o a medio tiempo. Ya en marzo pasado, terminaron de levantarse las últimas limitaciones a la “flexibilización” y se permitió a compañías industriales tomar ese tipo de mano de obra.

Para ese momento, más de 20% de las fábricas recurrían a personal precario, según una encuesta del periódico especializado Nihon Keizai. Pero el resto estaba por seguir ese ejemplo.

Afecto a perogrulladas, Heizo Takenaka, ministro de Economía, sostiene que “al aumentar el personal temporario, las empresas reducen el costo laboral promedio. Nuestro régimen de empleo se hace más flexible y baja el salario medio. Vivimos un proceso que se profundizará”. Al parecer, Takenaka no prevé efectos sociales y culturales. Por ejemplo, la creciente violencia entre jóvenes y adolescentes urbanos.

La mayoría de analistas bursátiles y financieros coincide con el ministro en que el proceso era necesario y se había demorado mucho. En su opinión, las empresas niponas habían estado decenios concediendo al personal una parte desproporcionada de sus ingresos, en relación con otras economías. En buena medida, porque los propios accionistas eran pasivos y no defendían el derecho a mejores dividendos.

Esa “injusticia” se acentuó a principios de los 90, cuando utilidades y acciones se derrumbaron junto con una gigantesca burbuja especulativa, que iba de bienes raíces a obras de arte. No parece, empero, que los costos laborales hubiesen desempeñado un papel relevante en el descalabro. “Todavía hoy, la redistribución del ingreso nacional es en extremo favorable a los asalariados”, afirma Haruhiro Kuroda, asesor económico del primer ministro Junichiro Koizumi.

Robert Feldman, analista principal de Morgan Stanley Tokyo, apoya la reconversión. Estima que beneficia a especialitas, profesionales y gente de alto rendimiento y “racionaliza los presupuestos laborales”. También observa que el mismo proceso eleva la proporción de mujeres que trabajan para compensar por los menores salarios de padres, maridos o hijos.

Aun admitiendo repercusiones socialmente traumáticas, la mayoría de analistas del sector privado y la banca coinciden con Feldman. Pero no el alemán Peter Tasker (Dresdner Kleinwort Wasserstein). Aun aceptando que “la flexibilización laboral ha hecho milagros en materia de márgenes empresarios, limita el gasto familiar y, por ende, la demanda real. Las utilidades han subido esencialmente por reducción de salarios y, por eso mismo, los ingresos crecen poco. Máxime considerando que la reactivación está bastante avanzada”.

Eso significa, a su criterio, que la próxima etapa de recuperación -donde el consumidor debiera motorizar el crecimiento- quizá no ocurra nunca, debido al achatamiento salarial generado por el trabajo temporario. Por consiguiente, “la economía japonesa depende ahora más de la demanda externa. Al precarizar la fuerza de trabajo, se ha achicado un componente básico de la demanda interna”.

Durante el trimestre julio-septiembre, mientras el producto bruto interno crecía a razón de 6% anual, el total de remuneraciones cedió 1,1%. Se trata del séptimo año seguido de retroceso salarial. Si Estados Unidos experimenta su reactivación más larga sin repunte paralelo en el empleo, la de Japón no se refleja en los sueldos. Casi como sucede en Argentina, Uruguay, Chile o Méjico.

La imposibilidad de una economía próspera para elevar remuneraciones, demanda del público y precios ha generado un cortocircuito en lo que muchos analistas ortodoxos veían como el proceso por el cual Japón superaría la recesión -iniciada en 1991- merced a una moderada reflación. Efectivamente, en agosto el índice de precios mayoristas acumulaba 1,8% en doce meses, en tanto el minorista cedía 0,1%. Viene haciendo eso desde 1997.

En opinión del emisor, si no surge una reflación vía ganancias y salarios como correa transmisora, sus optimistas proyecciones para 2005 se verán comprometidas. Lo mismo ocurrirá con el pronóstico de inflación suave. “Si el sector privado continúa restringiendo costos laborales –observa el banco central-, la demora en recomponer ingresos familiares podría deteriorar el consumo”. Resulta llamativo que parte del gabinete no tome en cuenta estas advertencias.

¿Qué está pasando? Parte de la respuesta atiende a unas pocas cuadras del ente y se llama Pasona. Es una de las docenas de agencias de personal eventual o temporario que prosperan como recursos para reducir salarios y estabilidad laboral.

Desde 1997, cuando sólo 15% del personal era temporario o de medio turno, esta categoría ha pasado a 25/30% de la fuerza laboral. Según el ministerio de Administración pública, cuyas estadísticas alcanzan sólo hasta 2002, la cantidad de trabajadores a tiempo completo había bajado –en el sexenio 1997-2002- de 38.500.000 a 34.600.000, o sea 10%.

En igual lapso, la dotación temporaria y/o a medio turno pasaba de 11.400.000 a 14.600.000 (+28%). Las agencias como Pasona se multiplicaron a 257.000 a 721.000 (+181%). A marzo de 2003, según un análisis separado, el número de temporarios había crecido dos millones y llegaba a 16.600.000. Esta mutación, de una fuerza laboral estable y bien pagada a una temporaria y menos rentada, ha permitido congelar el promedio salarial japonés.

Además, hasta hace poco ese proceso era casi subrepticio, debido a restricciones culturales y legales al despido. Pero, desde 1997, una serie de reveses financieros persuadió a las empresas de que precisaban restructurarse. Empezaron a ensayar una mezcla de congelamiento de vacantes, jubilaciones prematuras, tercerización y contratos temporarios para ir recortando gastos laborales.

Esta reconversión fue promovida por nuevas leyes. En 1986, pues, el gobierno sancionó una que “oficializaba” el trabajo temporario y/o a medio tiempo. Ya en marzo pasado, terminaron de levantarse las últimas limitaciones a la “flexibilización” y se permitió a compañías industriales tomar ese tipo de mano de obra.

Para ese momento, más de 20% de las fábricas recurrían a personal precario, según una encuesta del periódico especializado Nihon Keizai. Pero el resto estaba por seguir ese ejemplo.

Afecto a perogrulladas, Heizo Takenaka, ministro de Economía, sostiene que “al aumentar el personal temporario, las empresas reducen el costo laboral promedio. Nuestro régimen de empleo se hace más flexible y baja el salario medio. Vivimos un proceso que se profundizará”. Al parecer, Takenaka no prevé efectos sociales y culturales. Por ejemplo, la creciente violencia entre jóvenes y adolescentes urbanos.

La mayoría de analistas bursátiles y financieros coincide con el ministro en que el proceso era necesario y se había demorado mucho. En su opinión, las empresas niponas habían estado decenios concediendo al personal una parte desproporcionada de sus ingresos, en relación con otras economías. En buena medida, porque los propios accionistas eran pasivos y no defendían el derecho a mejores dividendos.

Esa “injusticia” se acentuó a principios de los 90, cuando utilidades y acciones se derrumbaron junto con una gigantesca burbuja especulativa, que iba de bienes raíces a obras de arte. No parece, empero, que los costos laborales hubiesen desempeñado un papel relevante en el descalabro. “Todavía hoy, la redistribución del ingreso nacional es en extremo favorable a los asalariados”, afirma Haruhiro Kuroda, asesor económico del primer ministro Junichiro Koizumi.

Robert Feldman, analista principal de Morgan Stanley Tokyo, apoya la reconversión. Estima que beneficia a especialitas, profesionales y gente de alto rendimiento y “racionaliza los presupuestos laborales”. También observa que el mismo proceso eleva la proporción de mujeres que trabajan para compensar por los menores salarios de padres, maridos o hijos.

Aun admitiendo repercusiones socialmente traumáticas, la mayoría de analistas del sector privado y la banca coinciden con Feldman. Pero no el alemán Peter Tasker (Dresdner Kleinwort Wasserstein). Aun aceptando que “la flexibilización laboral ha hecho milagros en materia de márgenes empresarios, limita el gasto familiar y, por ende, la demanda real. Las utilidades han subido esencialmente por reducción de salarios y, por eso mismo, los ingresos crecen poco. Máxime considerando que la reactivación está bastante avanzada”.

Eso significa, a su criterio, que la próxima etapa de recuperación -donde el consumidor debiera motorizar el crecimiento- quizá no ocurra nunca, debido al achatamiento salarial generado por el trabajo temporario. Por consiguiente, “la economía japonesa depende ahora más de la demanda externa. Al precarizar la fuerza de trabajo, se ha achicado un componente básico de la demanda interna”.

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