<p>Mientras los cimbronazos no cesaban y, por el contrario, ponían en peligro buena parte del litoral pacífico, los propios alcances del cataclismo impiden hacerse un escenario claro. Igual sucede con el impacto en negocios, operaciones y bolsas. En rigor, es harto difícil calcular efectos económicos y financieros a mediano y largo plazo.<br />
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En su sitio Web, el Banco del Japón (central) salió a calmar los ánimos. Aclaró que “se hará lo máximo para aportar liquidez extra al sistema, para asegurar la estabilidad de los mercados”. Al anochecer local, la agencia especializada Bloomberg informó que la refinería Cosmo Oil estaba ardiendo. Por otra parte, varias usinas atómicas habían sido cerradas por orden oficial.<br />
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Numerosas aerolíneas desviaban vuelos para alejarlos de las zonas más castigadas. Pero no siempre lo hicieron a tiempo. Según la cadena televisiva NHK, la marejada se llevó aeronaves, vehículos e instalaciones en Sendai. El grupo Sony suspendió actividades en seis plantas, en tanto Toyota cerraba tres unidades. <br />
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Hasta la madrugada del sábado, empero, el núcleo industrial japonés parecía haberse salvado. Así afirmaban analistas de Hong Kong, Singapur y Taipei, aunque sin especificar fuentes ni dar números. Motivo: muchas entidades financieras privadas de esas plazas han prohibido a sus profesionales hablar en público. <br />
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Algunos eran más papistas que el papa y sólo veían trastornos microeconómicos en centros como Kobe o Chuetsu. Miyagi, la prefectura cuya capital en Sendai, representa 1,7% de la población total (125 millones) y similar porción del producto bruto interno. Tohoku, es otra región muy afectada y aporta 8% al PBI. <br />
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En el Pacífico occidental, las franjas alcanzadas por el maremoto o en riesgo son típicamente arroceras. Las desastrosas inundaciones en curso presionarán por elevar precios en un contexto mundial ya caracterizado por altos niveles. En esta oportunidad toca a operadores londinenses ser optimistas al respecto.<br />
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Japón empieza a evaluar el desastre económico
El sector privado del Sol Naciente iniciaba este viernes la dura, larga tarea de medir o prever los efectos del terremoto y el posterior maremoto. No sólo en la costa noreste del archipiélago, sino en un vasto círculo de límite inciertos.