Japón castiga al nacionalismo: Abe pierde el control del senado

Al renovarse la mitad de la cámara alta (121 sobre 242 bancas), la coalición del nacionalista Shinzo Abe pierde la mayoría senatorial y queda con 104 bancas (43%). Pero retiene control en la cámara baja, que elige primer ministro.

30 julio, 2007

El jefe de gobierno admitió la derrota públicamente. El golpe radica en que el oficialismo (partido Demoliberal+nuevo Komeito) deja de ser mayoría. Eso no ocurría desde que, en 1955, Japón entró en la actual etapa constitucional. Pese a la influencia del general George Marshall en la formulación de nuevos mecanismos democráticos, el país no dejó de privilegiar pactos entre cúpulas cada día más ancianas.

Según proyecciones oficiales, el partido Demoprogresista (opositor) gana 59 escaños y, con 111 (46%), pasa a ser primera minoría. Dicho de otro modo, ya no hay mayorías en el senado. Hace apenas diez meses, Abe arrebataba el poder a Junichiro Koizumi, primer jefe de gobierno ajeno a la gerontocracia del Sol naciente. Jamás un jefe de gobierno pareció tan efímero como el actual.

Por lo visto, las veleidades “imperiales” de Abe desilusionaron a buena parte de los votantes, no solo a Beijing, Taipei, Pyongyang y Seúl. En particular, reivindicar la ocupación de Manchuria, media China han y Corea, 1932/44. Tampoco era popular su compromiso inicial con la invasión anglosajona de Irak.

El primer ministro asumió la total responsabilidad del revés sufrido por la coalición. Por supuesto, el oficialismo mantiene ventaja en diputados pero, de todas formas, deberá negociar en forma “bipartidaria” proyectos como la reforma constitucional, educación, etc. Tras llegar al poder como primer ministro más joven (52 años) en la historia, título que antes ostentaba Koizumi, Abe perdió el rumbo, se vio envuelto en escándalos –inclusive el suicidio de un ministro- y su apoyo público cayó de 70 a 30%. Surge ahora un rival peligroso, Ichiro Ozawa, jefe de los demoprogresistas.

El jefe de gobierno admitió la derrota públicamente. El golpe radica en que el oficialismo (partido Demoliberal+nuevo Komeito) deja de ser mayoría. Eso no ocurría desde que, en 1955, Japón entró en la actual etapa constitucional. Pese a la influencia del general George Marshall en la formulación de nuevos mecanismos democráticos, el país no dejó de privilegiar pactos entre cúpulas cada día más ancianas.

Según proyecciones oficiales, el partido Demoprogresista (opositor) gana 59 escaños y, con 111 (46%), pasa a ser primera minoría. Dicho de otro modo, ya no hay mayorías en el senado. Hace apenas diez meses, Abe arrebataba el poder a Junichiro Koizumi, primer jefe de gobierno ajeno a la gerontocracia del Sol naciente. Jamás un jefe de gobierno pareció tan efímero como el actual.

Por lo visto, las veleidades “imperiales” de Abe desilusionaron a buena parte de los votantes, no solo a Beijing, Taipei, Pyongyang y Seúl. En particular, reivindicar la ocupación de Manchuria, media China han y Corea, 1932/44. Tampoco era popular su compromiso inicial con la invasión anglosajona de Irak.

El primer ministro asumió la total responsabilidad del revés sufrido por la coalición. Por supuesto, el oficialismo mantiene ventaja en diputados pero, de todas formas, deberá negociar en forma “bipartidaria” proyectos como la reforma constitucional, educación, etc. Tras llegar al poder como primer ministro más joven (52 años) en la historia, título que antes ostentaba Koizumi, Abe perdió el rumbo, se vio envuelto en escándalos –inclusive el suicidio de un ministro- y su apoyo público cayó de 70 a 30%. Surge ahora un rival peligroso, Ichiro Ozawa, jefe de los demoprogresistas.

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