Japón, ante una especie de renacimiento hacia delante

Tras quince años de recesión y conatos depresivos, la economía nipona no sólo se recobra. También cambia de perfil. Por ejemplo, se extinguen burocracias tan pesadas como el ministerio de Industria y pierde poder la gerontocracia política.

21 junio, 2006

También evolucionan una banca otrora rígida y keiretsu –conglomerados horizontales- cuyos complejos cruces accionarios eran (son) poco saludables. Una serie de circunstancias, en particular la continua exposición a la competencia de vecinos (Surcorea, Taiwán, Rusia) y economías en desarrollo más dinámicas (China, India, Vietnam), fuerzan las mismas reformas que auspicia el primer ministro Junichiro Koizumi.

Por supuesto, todo proceso de ese tipo presupone presiones conservadoras. Pero el ímpetu crece y así lo pone en evidencia un caso piloto: Sony. Antigua gloria tecnológica, luego sumida en crisis por incapacidad de innovar, la compañía terminó descubriendo que “sus puntos fuertes tradicionales se habían convertido en productos masivos cuyos mercados habían madurado”. Así señala Nobuyuki Ideo, consultor jefe del gigante.

En verdad, su función consiste en crear o modificar divisiones internas como Sony Bank o Sony Music. También maneja emprendimientos conjuntos, entre ellos el de telefonía celular con Toyota y la sueca Ericsson (ahora puesto en primer plano por la fusión Nokia-Siemens). Otro la une con la surcoreana Samsung en el campo de televisores y monitores plásmicos ultrachatos.

Similares políticas han puesto en marcha Hitachi y algunos bancos líderes. Esto se notó en la reciente reunión del Foro Económico Mundial, capítulo Asia-Pacífico. Curiosamente, su rama originaria, Davos, atraviesa una inocultable decadencia y parece un simple club social desde que la abandonó el economista Jeffrey Sachs.

Sin duda, Japón se ve hoy en mucho mejores condiciones de competir que a principios de los años 90. Hasta ciertos resabios del pasado se permiten el lujo de pagar sumas absurdas por arte, repitiendo un exceso típico de la prodigiosa burbuja financiera e inmobiliaria de ese entonces. Pero el perfil de la banca es otro: los malos créditos –que hoy amenazan el auge económico chino- han cedido a 15% de las carteras, simplemente porque los insalubres nexos accionarios entre entidades financieras que los regalaban y los keiretsu se han achicado de 40 a 20%.

“Este retroceso de tenencias accionarias cruzadas ha generado una apertura sin precedentes. Crecen las oportunidades y las iniciativas emprendedoras”, sostenía en Tokio Thierry Porté, director ejecutivo de Shinsei Bank y él mismo “gaijin”, o sea norteamericano, para colmo de origen francés. “Marchamos hacía una reconversión que llegará al corazón mismo del sistema económico y financiero; por ende, de la sociedad japonesa”, opinaba Junichi Ujiie, presidente de Nomura Holdings. Pero no todo el campo es orégano: junto a éxitos como Toyota Motors –hoy la primera automotriz mundial, aunque Detroit insista en ignorarlo- o Sony, hay fracasos tan estrepitosos como Mitsubishi Motors.

También evolucionan una banca otrora rígida y keiretsu –conglomerados horizontales- cuyos complejos cruces accionarios eran (son) poco saludables. Una serie de circunstancias, en particular la continua exposición a la competencia de vecinos (Surcorea, Taiwán, Rusia) y economías en desarrollo más dinámicas (China, India, Vietnam), fuerzan las mismas reformas que auspicia el primer ministro Junichiro Koizumi.

Por supuesto, todo proceso de ese tipo presupone presiones conservadoras. Pero el ímpetu crece y así lo pone en evidencia un caso piloto: Sony. Antigua gloria tecnológica, luego sumida en crisis por incapacidad de innovar, la compañía terminó descubriendo que “sus puntos fuertes tradicionales se habían convertido en productos masivos cuyos mercados habían madurado”. Así señala Nobuyuki Ideo, consultor jefe del gigante.

En verdad, su función consiste en crear o modificar divisiones internas como Sony Bank o Sony Music. También maneja emprendimientos conjuntos, entre ellos el de telefonía celular con Toyota y la sueca Ericsson (ahora puesto en primer plano por la fusión Nokia-Siemens). Otro la une con la surcoreana Samsung en el campo de televisores y monitores plásmicos ultrachatos.

Similares políticas han puesto en marcha Hitachi y algunos bancos líderes. Esto se notó en la reciente reunión del Foro Económico Mundial, capítulo Asia-Pacífico. Curiosamente, su rama originaria, Davos, atraviesa una inocultable decadencia y parece un simple club social desde que la abandonó el economista Jeffrey Sachs.

Sin duda, Japón se ve hoy en mucho mejores condiciones de competir que a principios de los años 90. Hasta ciertos resabios del pasado se permiten el lujo de pagar sumas absurdas por arte, repitiendo un exceso típico de la prodigiosa burbuja financiera e inmobiliaria de ese entonces. Pero el perfil de la banca es otro: los malos créditos –que hoy amenazan el auge económico chino- han cedido a 15% de las carteras, simplemente porque los insalubres nexos accionarios entre entidades financieras que los regalaban y los keiretsu se han achicado de 40 a 20%.

“Este retroceso de tenencias accionarias cruzadas ha generado una apertura sin precedentes. Crecen las oportunidades y las iniciativas emprendedoras”, sostenía en Tokio Thierry Porté, director ejecutivo de Shinsei Bank y él mismo “gaijin”, o sea norteamericano, para colmo de origen francés. “Marchamos hacía una reconversión que llegará al corazón mismo del sistema económico y financiero; por ende, de la sociedad japonesa”, opinaba Junichi Ujiie, presidente de Nomura Holdings. Pero no todo el campo es orégano: junto a éxitos como Toyota Motors –hoy la primera automotriz mundial, aunque Detroit insista en ignorarlo- o Sony, hay fracasos tan estrepitosos como Mitsubishi Motors.

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