Japón, al frente entre las economías centrales

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El producto bruto interno nipón se expandió 1,2% sólo en el último trimestre de 2006. La Eurozona –los trece adherentes a la moneda común- lo seguía de cerca. Mientras, Estados Unidos modera su impulso, pero también la inflación.

En realidad, Tokio es el único de los tres que difundió cifras firmes sobre PBI. Bruselas entregó proyecciones y Washington ni eso: solamente las declaraciones de Benjamin Bernanke –presidente de la Reserva Federal-, ante una comisión senatorial, acerca de desaceleración inflacionaria.

No obstante, varios analistas creen que el escenario económico de los tres líderes mundiales responde a las presunciones del Fondo Monetario Internacional (segundo informe semestral de 2006, octubre) y, no tanto, a las de la Organización de cooperación para desarrollo económico (OCDE). Un reducto aún más monetarista que el FMI.

Ambas instancias y el Banco asiático de desarrollo (BAD) esperaban que la reactivación japonesa se afirmase y se manifestara en indicadores concretos. Seguramente, Tokio tenía los números del PBI antes de la reciente reunión del Grupo de los 7, pero los retuvo para no darles más argumentos a los socios que lo presionarían para dejar subir el yen en términos de dólar.

Sea como fuere, este año se orienta a nuevos equilibrios entre la Eurozona, EE.UU. y Japón. Inclusive en el plano político, donde juegas las relaciones con China y el creciente papel de la Unión Europea como árbitro internacional, en tanto los fracasos en Levante reducen el peso norteamericano.

El rebote alcista del PBI japonés se debe en parte a la reactivación en la demanda del público (mal llamada “consumo”). Su impulso desbordó previsiones para el IV trimestre, que no pasaban de 0,9%.

En la Eurozona, el PBI se elevó 0,9% en octubre-diciembre, encabezado por Alemania y ayudado por un inesperado rebote en Italia. Este fenómeno deja malparados a los ortodoxos de la Comisión europea y el Banco central europeo, junto con parte la prensa peninsular (que hacían un culto del pesimismo).

En realidad, Tokio es el único de los tres que difundió cifras firmes sobre PBI. Bruselas entregó proyecciones y Washington ni eso: solamente las declaraciones de Benjamin Bernanke –presidente de la Reserva Federal-, ante una comisión senatorial, acerca de desaceleración inflacionaria.

No obstante, varios analistas creen que el escenario económico de los tres líderes mundiales responde a las presunciones del Fondo Monetario Internacional (segundo informe semestral de 2006, octubre) y, no tanto, a las de la Organización de cooperación para desarrollo económico (OCDE). Un reducto aún más monetarista que el FMI.

Ambas instancias y el Banco asiático de desarrollo (BAD) esperaban que la reactivación japonesa se afirmase y se manifestara en indicadores concretos. Seguramente, Tokio tenía los números del PBI antes de la reciente reunión del Grupo de los 7, pero los retuvo para no darles más argumentos a los socios que lo presionarían para dejar subir el yen en términos de dólar.

Sea como fuere, este año se orienta a nuevos equilibrios entre la Eurozona, EE.UU. y Japón. Inclusive en el plano político, donde juegas las relaciones con China y el creciente papel de la Unión Europea como árbitro internacional, en tanto los fracasos en Levante reducen el peso norteamericano.

El rebote alcista del PBI japonés se debe en parte a la reactivación en la demanda del público (mal llamada “consumo”). Su impulso desbordó previsiones para el IV trimestre, que no pasaban de 0,9%.

En la Eurozona, el PBI se elevó 0,9% en octubre-diciembre, encabezado por Alemania y ayudado por un inesperado rebote en Italia. Este fenómeno deja malparados a los ortodoxos de la Comisión europea y el Banco central europeo, junto con parte la prensa peninsular (que hacían un culto del pesimismo).

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