viernes, 18 de abril de 2025

Jameneí complica a Ahmadinedyad y éste a Bush

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En realidad, la carta de Majmud Ahmadinedyad a George W.Bus empezó a escribirse hace dos meses, durante una reunión en Tehrán. Ahí se evidenciaron brechas en el bloque conservador respecto de la crisis con Occidente.

El tema de ese encuentro entre el liderazgo shi’í y el político era, claro, la suerte del plan nuclear y la línea dura presidencial ante Occidente. Nadie menos que Hashemí Rafsandyaní –líder moderado que perdió las elecciones debido a maniobras fraudulentas-, con el fiel aparente de la balanza en manos del ayatolá Alí Jameneí, cabeza de los clérigos.

En esa oportunidad, Rafsandyaní casi se trompea con Ahmadinedyad. Pero no hacían falta esos extremos para advertir que “el régimen persa ha dejado de constituir un bloque monolítico”, según Ghittí Hakimí, dirigente exilada en Suiza, otrora próxima a Mohámmed Mosadegh. Lo curioso del caso es que, para afrontar al Rafsandyaní, el presidente se acerque a sectores progresistas del sistema y al importante movimiento femenino, de “peligrosos rasgos laicos”.

Dicho de otro modo, Ahmadineyad mira hacia su antecesor, Mohammed Jatamí, sindicado como inspirador de la misiva a Bush. Entretanto, hubo otra señal: una serie de duras críticas de Jatamí a la política exterior del gobierno no fue objeto de censura ni arrestos, como era lo habitual. Por otra parte, gente del opositor mantuvo contactos con diplomáticos rusos, turcos, chinos y franceses, también sin consecuencias molestas.

A la inversa, la carta puso en aprietos a la Casa Blanca. En buena medida, por la ausencia de reflejos racionales, Bush, el ultrahalcón John Bolton (embajador ante la ONU sin acuerdo del senado), el vicepresidente Richard Cheney y Donald Rumsfeld (Defensa) salieron con la misma réplica, fabricada en el Pentágono: “el mensaje es una maniobra para dividir al Consejo de Seguridad”.

Pero ese organismo está dividido desde hace semanas. En rigor, el único aliado que le queda a Estados Unidos en Gran Bretaña. Pero, acosado por una espectacular derrota, Tony Blair puso en relaciones exterior a una crítica de la invasión y la ocupación de Irak. Lo de Irán “se trata de una inteligente movida negociadora, que consolida la posición de Rusia y China contra sanciones directas”, estima el International institute for strategical studies, Londres.

Bush no está en posición favoirable. Su empeño en imponer a Michael Hayden –títere de John Negroponte- en la CIA le abre otro frente interno. En esas condiciones, la estólida respuesta a la misiva persa no impresiona ni a sus propios correligionarios en el congreso. “Ante el crecimiento de la oposición entre jóvenes y mujeres, Ahmadinedyad reaccionó en forma proactiva, en tanto Bush hace más lo mismo”, presume la entidad británica.

El tema de ese encuentro entre el liderazgo shi’í y el político era, claro, la suerte del plan nuclear y la línea dura presidencial ante Occidente. Nadie menos que Hashemí Rafsandyaní –líder moderado que perdió las elecciones debido a maniobras fraudulentas-, con el fiel aparente de la balanza en manos del ayatolá Alí Jameneí, cabeza de los clérigos.

En esa oportunidad, Rafsandyaní casi se trompea con Ahmadinedyad. Pero no hacían falta esos extremos para advertir que “el régimen persa ha dejado de constituir un bloque monolítico”, según Ghittí Hakimí, dirigente exilada en Suiza, otrora próxima a Mohámmed Mosadegh. Lo curioso del caso es que, para afrontar al Rafsandyaní, el presidente se acerque a sectores progresistas del sistema y al importante movimiento femenino, de “peligrosos rasgos laicos”.

Dicho de otro modo, Ahmadineyad mira hacia su antecesor, Mohammed Jatamí, sindicado como inspirador de la misiva a Bush. Entretanto, hubo otra señal: una serie de duras críticas de Jatamí a la política exterior del gobierno no fue objeto de censura ni arrestos, como era lo habitual. Por otra parte, gente del opositor mantuvo contactos con diplomáticos rusos, turcos, chinos y franceses, también sin consecuencias molestas.

A la inversa, la carta puso en aprietos a la Casa Blanca. En buena medida, por la ausencia de reflejos racionales, Bush, el ultrahalcón John Bolton (embajador ante la ONU sin acuerdo del senado), el vicepresidente Richard Cheney y Donald Rumsfeld (Defensa) salieron con la misma réplica, fabricada en el Pentágono: “el mensaje es una maniobra para dividir al Consejo de Seguridad”.

Pero ese organismo está dividido desde hace semanas. En rigor, el único aliado que le queda a Estados Unidos en Gran Bretaña. Pero, acosado por una espectacular derrota, Tony Blair puso en relaciones exterior a una crítica de la invasión y la ocupación de Irak. Lo de Irán “se trata de una inteligente movida negociadora, que consolida la posición de Rusia y China contra sanciones directas”, estima el International institute for strategical studies, Londres.

Bush no está en posición favoirable. Su empeño en imponer a Michael Hayden –títere de John Negroponte- en la CIA le abre otro frente interno. En esas condiciones, la estólida respuesta a la misiva persa no impresiona ni a sus propios correligionarios en el congreso. “Ante el crecimiento de la oposición entre jóvenes y mujeres, Ahmadinedyad reaccionó en forma proactiva, en tanto Bush hace más lo mismo”, presume la entidad británica.

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