Italia: una reforma constitucional de efímero vuelo

Votada por un parlamento donde la mayoría derechista es un anacronismo, la reforma “separatista” probablemente se haga humo en 2006. Los analistas ven dos obstáculos decisivos: un plebiscito y las elecciones generales.

17 noviembre, 2005

Casi sin mencionar al senador Umberto Bossi –motor de la reforma que pretende federalizar Italia al extremo-, Silvio Berlusconi festejó lo del miércoles 16 como victoria personal. Pero el proyecto constitucional fue pasado con 170 votos a favor y 132 en contra. Es decir, no logró los dos tercios que hubiesen evitado un plebiscito. El mismo factor le permitirá a un futuro congreso revocar esta aprobación inicial.

La serie de escándalos que afectan al propio primer ministro, su familia y varios altos funcionarios se agrega a las duras derrotas electorales de 2004/5. En otras palabras, la actual composición del poder legislativo ya no refleja la correlación de fuerzas entre derecha e izquierda. Además, la coalición oficialista se desmorona desde hace meses: esta votación ha dividido a los democristianos, que ya venían fragmentándose desde 2004.

Por supuesto, la bancada derechista aplaudió a Bossi, no a Berlusconi. Pero la restitución es una ficción en varios sentidos. Primero, porque las actuales regiones nunca fueron autónomas ni soberanas, pues no descienden de los estados anteriores a la unificación de 1870. Se trata, en realidad, de divisiones lingüísticas o dialectales. Segundo, porque el proyecto constitucional –plebiscito de por medio- recién comenzaría a ser efectivo en la próxima década.

En general, medios y analistas europeos califican de efímero el triunfo de Bossi-Berlusconi. Por de pronto, todas las encuestas prevén que Romano Prodi –jefe de las unión centroizquierdista- derrotará en toda la línea a la coalición derechista (el 9 de abril). También el plebiscito se vislumbra muy negativo. Tercero, existe una batería de recursos jurídicos (desde la suprema corte italiana hasta la europea) capaz de bloquear las veleidades separatistas.

Otro factor curioso es que este proyecto aumente las facultades del primer ministro, a expensas de las presidenciales. Como si la reforma pudiera llegar a tiempo para evitar que se reanudasen los procesos contra Berlusconi y sus amigos, una vez fuera del gobierno. Tangencialmente, esa reforma tiende a limitar los poderes de las eventuales regiones autónomas.

Por otra parte, el triunfo mismo de Bossi y su Liga norte tornan al senador y su partido en instrumentos ya inútiles, al menos en escala federal. Eso sin contar con la variopinta composición de la “futura” Italia: ex estados feudales borrados en 1870 (Toscana, Lacio, Marcas, Emilia-Romania), ex reinos –Cerdeña-Piamonte, Dos Sicilias- y ex posesiones austríacas (Lombardía, Véneto, Trentino).

Casi sin mencionar al senador Umberto Bossi –motor de la reforma que pretende federalizar Italia al extremo-, Silvio Berlusconi festejó lo del miércoles 16 como victoria personal. Pero el proyecto constitucional fue pasado con 170 votos a favor y 132 en contra. Es decir, no logró los dos tercios que hubiesen evitado un plebiscito. El mismo factor le permitirá a un futuro congreso revocar esta aprobación inicial.

La serie de escándalos que afectan al propio primer ministro, su familia y varios altos funcionarios se agrega a las duras derrotas electorales de 2004/5. En otras palabras, la actual composición del poder legislativo ya no refleja la correlación de fuerzas entre derecha e izquierda. Además, la coalición oficialista se desmorona desde hace meses: esta votación ha dividido a los democristianos, que ya venían fragmentándose desde 2004.

Por supuesto, la bancada derechista aplaudió a Bossi, no a Berlusconi. Pero la restitución es una ficción en varios sentidos. Primero, porque las actuales regiones nunca fueron autónomas ni soberanas, pues no descienden de los estados anteriores a la unificación de 1870. Se trata, en realidad, de divisiones lingüísticas o dialectales. Segundo, porque el proyecto constitucional –plebiscito de por medio- recién comenzaría a ser efectivo en la próxima década.

En general, medios y analistas europeos califican de efímero el triunfo de Bossi-Berlusconi. Por de pronto, todas las encuestas prevén que Romano Prodi –jefe de las unión centroizquierdista- derrotará en toda la línea a la coalición derechista (el 9 de abril). También el plebiscito se vislumbra muy negativo. Tercero, existe una batería de recursos jurídicos (desde la suprema corte italiana hasta la europea) capaz de bloquear las veleidades separatistas.

Otro factor curioso es que este proyecto aumente las facultades del primer ministro, a expensas de las presidenciales. Como si la reforma pudiera llegar a tiempo para evitar que se reanudasen los procesos contra Berlusconi y sus amigos, una vez fuera del gobierno. Tangencialmente, esa reforma tiende a limitar los poderes de las eventuales regiones autónomas.

Por otra parte, el triunfo mismo de Bossi y su Liga norte tornan al senador y su partido en instrumentos ya inútiles, al menos en escala federal. Eso sin contar con la variopinta composición de la “futura” Italia: ex estados feudales borrados en 1870 (Toscana, Lacio, Marcas, Emilia-Romania), ex reinos –Cerdeña-Piamonte, Dos Sicilias- y ex posesiones austríacas (Lombardía, Véneto, Trentino).

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