Irán: hidrocarburos para forjar alianzas y puentear sanciones

Ante el peligro de más sanciones nortemericanas y europeas, para trtabar el uso bélico del programa nuclear, Irán apela a sus vastas reservas. Objeto: respaldarse en fuertes alianzas con países tan influyentee como China e India.

20 abril, 2005

El aumento del petróleo, al margen de vaivenes, los mercados nervisos y la puja en pos de acceso propio a esos recursos juegan en favor de Tehrán. Esto complica los intentos de George W.Bush y su gobierno para aislar al régimen teocrático shi’í, que controla 10% de los yacimientos de crudos y la segunda reserva de gas natural conocida en el mundo.

Así, Irán se acercó a China e Indua, dos de los usaurios de hidrocarburos mayores y más dinámicos, y les aseguró abastos en el largo plazo y acceso a exploraciones. Ya el año pasado, le otorgó eso mismo a Japóm, tradicionalemte su mayor cliente en Asia. Sin duda, Tehrán buscan diversificar alianzas estratégicas hacia el este, pues Beijing y Delhi pueden ser poderosos respaldos en el plano internacional.

Dado que las petroleras norteamericanas no están autorizadas a invertir en Irán, debido a sanciones unilaterales por ambas partes, el país se abre a compañías estatales o paraestatales en su propio continente. Sin embargo, esta estrategia tiene límites: si bien se extraen casi cuatro millones de barrilles por día, se gastan US$ 2.000 millones para importar combustibles, por falta de refinerías y otros 3.000 millones para subsidiar el precio interno de natfas (los persa la pagan 8 centavos el litro, uno de los valores más exiguos del planeta).

Por supuesto, la geología trabaja para Tehrán. No obstante, los yacimientos en producción envejecen. Aun así, el gobierno avanza en su campaña geopolítica. En enero, convino en proveer a Indfia de gas natural licuado durante 25 años, un acuerdo equivalente a US$ 40.000 millones. También cedió a la estatal Oil & Natural Gas Company 20% de participación en los campos de Yadavarán, un proyecto de 300.000 b/d. En octubre, ya había otorgado a la estatal china Sinopec 50% del mismo yacimiento -reservas por 3.000 millones de barriles-, amén a un contrato de provisión de gas por treinta años (US$ 70.000 millones).

Tehrán también intenta persuadir a India y Pakistán, pertinaces rivales, para cooperar en el tendido de un gasoducto (US$ 4.000 millones) que alcance varios puntos del subcontinente. Por cuerda separada separada, la japonesa InPex obtenía (2004) un contrato por US$ 2.000 millones para desarrollar el yacimiento de Azadegán, el mayor descubrimiento en tres décadas, cuyas reservas se estiman en alrededor de 26.000 millones de barriles.

Con el grueso de las reserva conocidas concentradas alrededor del golfo Pérsio y la producción declinando en el resto del mundo (salvo Rusia y Asia central), Irán sabe que el tiempo juega a su favor. Ya en 1995, Irán inclusive trató de mejorar relaciones con EE.UU. ofreciendo a Conoco una convenio de desarrollo por mil millones. Diez días después del anuncio, Washington vedó a las petroleras operar con Tehrán. Fue un dislate, como lo demuestran los US$ 15.000 millones en inversiones externas directas de origen asiático amuludas desde ese momento hasta 2004.

Los hidrocarburos –no la “energía”, como está en boga decir confundiendo causas con efectos- son parte de la moderna historia del país. La primera concesión a un extranjero (mezcla de presiones políticas y sobornos) fue al inglés William Knox D’Arcy, en 1901. En 1907, la entonces Persia quedó dividida en un área de influencia británica –donde había petróleo- y otra rusa.

Es ollevó a la creación de Anglo-Persian Oil Company (1917). Rebautizada Anglo-iranias en los años 20 (mientras Londres terminaba de crear Irak juntando tres ex provincias otomanas), nacionalizada por el primer ministro Mohammed Mossadegh en 1951. En 1953, la CIA provocó un golpe de estado e hizo que el shahanshá Mohammed Rizá Pahlaví liquidara al “izquierdista”. Esa acción, resistida por el presidente Dwight Eisensower, fue financiada por interese petroleros. Con el tiempo, los excesos del monarca llevaron a la revolución fundamentalisra del ayatol-lá Ruhol-lá Jomeiní (1979).

Resula entonces irónico que, hoy, el régimen se muestre conciliador ante un gobierno identificado con Satán que, a su vez, incluye Irán en un “eje del mal” tan bíblico como el fundamentalisnmo evangelista que sostiene a Bush. “Estamos estado en este negocio por cien años”, recuerda Hussáin Ardebilí, hijo del ex presidente Rafsandyaní y aseore espcilaidos del gobierno. “La seguridad de abastecimientos es nuestra clave. Si EE.UU. busca eso. Irán es un socio inevitable”.

El aumento del petróleo, al margen de vaivenes, los mercados nervisos y la puja en pos de acceso propio a esos recursos juegan en favor de Tehrán. Esto complica los intentos de George W.Bush y su gobierno para aislar al régimen teocrático shi’í, que controla 10% de los yacimientos de crudos y la segunda reserva de gas natural conocida en el mundo.

Así, Irán se acercó a China e Indua, dos de los usaurios de hidrocarburos mayores y más dinámicos, y les aseguró abastos en el largo plazo y acceso a exploraciones. Ya el año pasado, le otorgó eso mismo a Japóm, tradicionalemte su mayor cliente en Asia. Sin duda, Tehrán buscan diversificar alianzas estratégicas hacia el este, pues Beijing y Delhi pueden ser poderosos respaldos en el plano internacional.

Dado que las petroleras norteamericanas no están autorizadas a invertir en Irán, debido a sanciones unilaterales por ambas partes, el país se abre a compañías estatales o paraestatales en su propio continente. Sin embargo, esta estrategia tiene límites: si bien se extraen casi cuatro millones de barrilles por día, se gastan US$ 2.000 millones para importar combustibles, por falta de refinerías y otros 3.000 millones para subsidiar el precio interno de natfas (los persa la pagan 8 centavos el litro, uno de los valores más exiguos del planeta).

Por supuesto, la geología trabaja para Tehrán. No obstante, los yacimientos en producción envejecen. Aun así, el gobierno avanza en su campaña geopolítica. En enero, convino en proveer a Indfia de gas natural licuado durante 25 años, un acuerdo equivalente a US$ 40.000 millones. También cedió a la estatal Oil & Natural Gas Company 20% de participación en los campos de Yadavarán, un proyecto de 300.000 b/d. En octubre, ya había otorgado a la estatal china Sinopec 50% del mismo yacimiento -reservas por 3.000 millones de barriles-, amén a un contrato de provisión de gas por treinta años (US$ 70.000 millones).

Tehrán también intenta persuadir a India y Pakistán, pertinaces rivales, para cooperar en el tendido de un gasoducto (US$ 4.000 millones) que alcance varios puntos del subcontinente. Por cuerda separada separada, la japonesa InPex obtenía (2004) un contrato por US$ 2.000 millones para desarrollar el yacimiento de Azadegán, el mayor descubrimiento en tres décadas, cuyas reservas se estiman en alrededor de 26.000 millones de barriles.

Con el grueso de las reserva conocidas concentradas alrededor del golfo Pérsio y la producción declinando en el resto del mundo (salvo Rusia y Asia central), Irán sabe que el tiempo juega a su favor. Ya en 1995, Irán inclusive trató de mejorar relaciones con EE.UU. ofreciendo a Conoco una convenio de desarrollo por mil millones. Diez días después del anuncio, Washington vedó a las petroleras operar con Tehrán. Fue un dislate, como lo demuestran los US$ 15.000 millones en inversiones externas directas de origen asiático amuludas desde ese momento hasta 2004.

Los hidrocarburos –no la “energía”, como está en boga decir confundiendo causas con efectos- son parte de la moderna historia del país. La primera concesión a un extranjero (mezcla de presiones políticas y sobornos) fue al inglés William Knox D’Arcy, en 1901. En 1907, la entonces Persia quedó dividida en un área de influencia británica –donde había petróleo- y otra rusa.

Es ollevó a la creación de Anglo-Persian Oil Company (1917). Rebautizada Anglo-iranias en los años 20 (mientras Londres terminaba de crear Irak juntando tres ex provincias otomanas), nacionalizada por el primer ministro Mohammed Mossadegh en 1951. En 1953, la CIA provocó un golpe de estado e hizo que el shahanshá Mohammed Rizá Pahlaví liquidara al “izquierdista”. Esa acción, resistida por el presidente Dwight Eisensower, fue financiada por interese petroleros. Con el tiempo, los excesos del monarca llevaron a la revolución fundamentalisra del ayatol-lá Ruhol-lá Jomeiní (1979).

Resula entonces irónico que, hoy, el régimen se muestre conciliador ante un gobierno identificado con Satán que, a su vez, incluye Irán en un “eje del mal” tan bíblico como el fundamentalisnmo evangelista que sostiene a Bush. “Estamos estado en este negocio por cien años”, recuerda Hussáin Ardebilí, hijo del ex presidente Rafsandyaní y aseore espcilaidos del gobierno. “La seguridad de abastecimientos es nuestra clave. Si EE.UU. busca eso. Irán es un socio inevitable”.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades