Irán: elecciones adversos a Majmud Ahmadinedyad

El domingo, los primeros resultados de comicios municipales y para integrar el influyente consejo de estado dejaron malparado al sector ultraconservador que representa el presidente. ¿Vuelve Rafsandyaní?

17 diciembre, 2006

En realidad, el efecto principal de las elecciones será el reascenso de Akbar Hashemí Rafsandyaní, jefe del sector religioso moderado y presidente en 1989/97. El ala blanda recobró el poder ejecutivo vía Mohammed Jatamí, en 1998. Más tarde, los ultras –acaudillados por Alí Hosainí Jamenéi- lograron hacer presidente en 2003 a Ahmadineyad.

Por supuesto, en la “república teocrática” iraní (más democrática que la monarquía ortodoxa saudí, por ejemplo) la clave está en el consejo de estado, formado por líderes religiosos shi’íes. Eso explica por qué, en 1989, Jamenéi se empeño en ser elegido como sucesor del ayatollá
Ruhollá Jomeiní. Pero nadie ha podido hasta ahora –ni probablemente pueda- convertirse en “imam”, su título carismático (que tampoco era coherente con la ortodoxia shiita).

El laico Ahmadineyad alcanzó la presidencia tras hacer un excelente trabajo como intendente de Tehrán. Pero está muy sujeto a los religiosos ultraconservadores. Si embargo, la clave de esos resultados, anotan observadores occidentales, quizá no esté en Irán, sino en Estados Unidos e Irak.

En 2003, George W.Bush invadía la Mesopotamia por su cuenta –arrastrando a la Gran Bretaña de Antony Blair y aliados menores- , en nombre de la guerra preventiva y mintiéndole a su propia opinión pública. Esto dio impulso a los sectores iraníes más duros y, de paso, a su programa de enriquecimiento de combustible nuclear. Tres años más tarde, Bush se ha desinflado, su terquedad y la derrota bélica pueden llevarlo al borde del juicio político. Tehrán ya puede ser más flexible.

También Ahmadinedyad tiene problemas por malas decisiones políticas. En este caso, el absurdo “simposio sobre la hecatombe” (sho’á), donde hasta participaron judíos ortodoxos históricamente opuestos al sionismo. Cómo lo subrayó un grupo femenino que viene pidiendo mayores libertades civiles en Irán, “una cosa es criticar las políticas del estado israelí o su aliado norteamericano y otra, muy distinta, negar la masacre de millones a manos del régimen nacionalsocialista”.

En realidad, el efecto principal de las elecciones será el reascenso de Akbar Hashemí Rafsandyaní, jefe del sector religioso moderado y presidente en 1989/97. El ala blanda recobró el poder ejecutivo vía Mohammed Jatamí, en 1998. Más tarde, los ultras –acaudillados por Alí Hosainí Jamenéi- lograron hacer presidente en 2003 a Ahmadineyad.

Por supuesto, en la “república teocrática” iraní (más democrática que la monarquía ortodoxa saudí, por ejemplo) la clave está en el consejo de estado, formado por líderes religiosos shi’íes. Eso explica por qué, en 1989, Jamenéi se empeño en ser elegido como sucesor del ayatollá
Ruhollá Jomeiní. Pero nadie ha podido hasta ahora –ni probablemente pueda- convertirse en “imam”, su título carismático (que tampoco era coherente con la ortodoxia shiita).

El laico Ahmadineyad alcanzó la presidencia tras hacer un excelente trabajo como intendente de Tehrán. Pero está muy sujeto a los religiosos ultraconservadores. Si embargo, la clave de esos resultados, anotan observadores occidentales, quizá no esté en Irán, sino en Estados Unidos e Irak.

En 2003, George W.Bush invadía la Mesopotamia por su cuenta –arrastrando a la Gran Bretaña de Antony Blair y aliados menores- , en nombre de la guerra preventiva y mintiéndole a su propia opinión pública. Esto dio impulso a los sectores iraníes más duros y, de paso, a su programa de enriquecimiento de combustible nuclear. Tres años más tarde, Bush se ha desinflado, su terquedad y la derrota bélica pueden llevarlo al borde del juicio político. Tehrán ya puede ser más flexible.

También Ahmadinedyad tiene problemas por malas decisiones políticas. En este caso, el absurdo “simposio sobre la hecatombe” (sho’á), donde hasta participaron judíos ortodoxos históricamente opuestos al sionismo. Cómo lo subrayó un grupo femenino que viene pidiendo mayores libertades civiles en Irán, “una cosa es criticar las políticas del estado israelí o su aliado norteamericano y otra, muy distinta, negar la masacre de millones a manos del régimen nacionalsocialista”.

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