Irak: al parecer, Bush piensa acudir al auxilio de la OTAN

Durante el primer año en Vietnam (1964), murieron 147 soldados norteamericanos. Hasta el lunes, Irak costó 209 vidas, 70 luego de que George W.Bush proclamara “misión cumplida”. Ahora, Washington piensa nuevamente en la OTAN.

9 julio, 2003

Según relatan medios de Milán, París y Londres, el 4 de julio, mientras Washington celebraba con fuegos artificiales, estruendosas bombas y una impresionante parada militar, cerca de Bagdad le destrozaban la cabeza a un soldado. Por su parte, Paul Bremer, gobernador en Irak pedía “una presencia militar más sólida y constante”.

Al rato, le llegaba un e-mail a Melody Varner, esposa de un sargento destacado en Irak, que había pedido por Internet el pronto retorno de los soldados. Decía: “Tu marido merece morir. Espero que le vuelen la cabeza y te lo manden a casa en un ataúd”. El propio FBI sospecha que se trata de una “campaña de fanáticos belicistas”, aunque nadie vincule con ella a Bremer ni a su jefe, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld. No obstante, el Pentágono ha comenzado a ejercer presiones sobre un creciente grupo de familiares de soldados, suboficiales y oficiales de baja graduación, que exigen el pronto retiro de las tropas.

Por otro lado, allegados a la Casa Blanca revelaban anoche que Rumsfeld y su colega de Estados, Colin Powell, estaban analizando en privado con Bush posibilidades de replantear los nexos con la Organización del Tratado Noratlántico –congelados tras la invasión a Irak- y solicitar su cooperación en una posguerra cada día más difícil. “Los aliados británicos no alcanzan. Es hora de que la OTAN y el Consejo de Seguridad recobren funciones que Estados Unidos nunca debieron haberles confiscado”, opina el analista polìtico Lawrence Jacobs.

A su juicio y el de otros observadores, la reciente encuesta que revela 53% de rechazo a la gestión de posguerra demuestra “la erosión del consenso nacional. Bush empieza a correr riesgos políticos cuando todavía faltan dieciséis meses para las elecciones presidenciales”. Tampoco Tony Blair la pasa bien, sólo que su deterioro ha sido más temprano y veloz pues, a diferencia de la opinión pública norteamericana –cuyo 73%, ahora reducido a 56%, apoyaba la invasión-, la británica nunca lo hizo. Aparte, “los falsos datos sobre armas de destrucción masiva inexistentes desvelan mucho más al Parlamento de Londres que al blando Congreso de Washington” (Paul Krugman).

Según relatan medios de Milán, París y Londres, el 4 de julio, mientras Washington celebraba con fuegos artificiales, estruendosas bombas y una impresionante parada militar, cerca de Bagdad le destrozaban la cabeza a un soldado. Por su parte, Paul Bremer, gobernador en Irak pedía “una presencia militar más sólida y constante”.

Al rato, le llegaba un e-mail a Melody Varner, esposa de un sargento destacado en Irak, que había pedido por Internet el pronto retorno de los soldados. Decía: “Tu marido merece morir. Espero que le vuelen la cabeza y te lo manden a casa en un ataúd”. El propio FBI sospecha que se trata de una “campaña de fanáticos belicistas”, aunque nadie vincule con ella a Bremer ni a su jefe, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld. No obstante, el Pentágono ha comenzado a ejercer presiones sobre un creciente grupo de familiares de soldados, suboficiales y oficiales de baja graduación, que exigen el pronto retiro de las tropas.

Por otro lado, allegados a la Casa Blanca revelaban anoche que Rumsfeld y su colega de Estados, Colin Powell, estaban analizando en privado con Bush posibilidades de replantear los nexos con la Organización del Tratado Noratlántico –congelados tras la invasión a Irak- y solicitar su cooperación en una posguerra cada día más difícil. “Los aliados británicos no alcanzan. Es hora de que la OTAN y el Consejo de Seguridad recobren funciones que Estados Unidos nunca debieron haberles confiscado”, opina el analista polìtico Lawrence Jacobs.

A su juicio y el de otros observadores, la reciente encuesta que revela 53% de rechazo a la gestión de posguerra demuestra “la erosión del consenso nacional. Bush empieza a correr riesgos políticos cuando todavía faltan dieciséis meses para las elecciones presidenciales”. Tampoco Tony Blair la pasa bien, sólo que su deterioro ha sido más temprano y veloz pues, a diferencia de la opinión pública norteamericana –cuyo 73%, ahora reducido a 56%, apoyaba la invasión-, la británica nunca lo hizo. Aparte, “los falsos datos sobre armas de destrucción masiva inexistentes desvelan mucho más al Parlamento de Londres que al blando Congreso de Washington” (Paul Krugman).

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