Hillary: su nombramiento no tiene tantos bemoles como el del equipo económico

Christopher Hitchens no es único que considera un error incorporación de la senadora. Nancy Pelosi no es la única para quien Barack Obama está rodeándose de gente demasiado cercana al mercado, no a su plataforma electoral.

1 diciembre, 2008

“Quien primero apoyó la llegada de Hillary Rodham Clinton a la Casa Blanca no fue su esposo, sino Henry Kissinger. Esto lo dice todo” señala el analista político británico en varios medios de Europa occidental. Pero quizá se trate de una exageración de Hinchen, pues su columna prefiere zambullirse en el pasado ya lejano de William J.Clinton y Kissinger.

Más peligroso para el presidente electo es haber formado un equipo económico más atento a Wall Street que a sus propias promesas de campaña. En algún sentido, su actitud recuerda la del argentino Arturo Frondizi, cuando dejó de lado en 1958 su plataforma y desencadenó un auge petrolero no superado antes ni después. Pero, en el caso norteamericano. No se trata de hidrocarburos, sino de malos banqueros muy bien relacionados en determinados círculos políticos.

No, claro, en el bloque más duro de los legisladores demócratas, capaz de crearle problemas a Obama después del 20 de enero. En cierto grado, la orgía de violencia india, los roces con Pakistán, el retiro de Irak y la relevancia asignada a Afganistán explican que el ex senador de Illinois apele a Hillary, siga con megarrescates a costa de los contribuyentes y postergue una purga financiera. No es fácil moverse en tantos frentes al mismo tiempo. Menos con el veloz declive la OTAN como entidad creíble: su impotencia respecto de Rusia o los piratas somalíes es evidente.

Por una parte, Hillary, el general James Jones (consejo nacional de seguridad), Robert Gates –continuará en defensa- o el ex senador Thomas Daschle son opciones prudentes. Además, difícilmente un presidente mantenga el mismo equipo político durante toda su gestión (Kissinger fue una excepción inevitable). Pero Timothy Geithner, Christine Romer, Lawrence Summers y, especialmente, Paul Volcker –técnicos respetables todos- encarnan un perfil demasiado conservador, pese a su indudable experiencia.

Es irónico que Hillary Clinton sea ahora el componente más “progre” del gabinete, como decía Condoleezza Rice a algunos amigos. Máxime con la antihispana Janet Napolitano, ex gobernadora de Arizona, en seguridad interior, un golpe para los millones de votantes de habla castellana que apoyaron a Obama.

“Quien primero apoyó la llegada de Hillary Rodham Clinton a la Casa Blanca no fue su esposo, sino Henry Kissinger. Esto lo dice todo” señala el analista político británico en varios medios de Europa occidental. Pero quizá se trate de una exageración de Hinchen, pues su columna prefiere zambullirse en el pasado ya lejano de William J.Clinton y Kissinger.

Más peligroso para el presidente electo es haber formado un equipo económico más atento a Wall Street que a sus propias promesas de campaña. En algún sentido, su actitud recuerda la del argentino Arturo Frondizi, cuando dejó de lado en 1958 su plataforma y desencadenó un auge petrolero no superado antes ni después. Pero, en el caso norteamericano. No se trata de hidrocarburos, sino de malos banqueros muy bien relacionados en determinados círculos políticos.

No, claro, en el bloque más duro de los legisladores demócratas, capaz de crearle problemas a Obama después del 20 de enero. En cierto grado, la orgía de violencia india, los roces con Pakistán, el retiro de Irak y la relevancia asignada a Afganistán explican que el ex senador de Illinois apele a Hillary, siga con megarrescates a costa de los contribuyentes y postergue una purga financiera. No es fácil moverse en tantos frentes al mismo tiempo. Menos con el veloz declive la OTAN como entidad creíble: su impotencia respecto de Rusia o los piratas somalíes es evidente.

Por una parte, Hillary, el general James Jones (consejo nacional de seguridad), Robert Gates –continuará en defensa- o el ex senador Thomas Daschle son opciones prudentes. Además, difícilmente un presidente mantenga el mismo equipo político durante toda su gestión (Kissinger fue una excepción inevitable). Pero Timothy Geithner, Christine Romer, Lawrence Summers y, especialmente, Paul Volcker –técnicos respetables todos- encarnan un perfil demasiado conservador, pese a su indudable experiencia.

Es irónico que Hillary Clinton sea ahora el componente más “progre” del gabinete, como decía Condoleezza Rice a algunos amigos. Máxime con la antihispana Janet Napolitano, ex gobernadora de Arizona, en seguridad interior, un golpe para los millones de votantes de habla castellana que apoyaron a Obama.

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