Hillary Rodham Clinton se lanza como precandidata presidencial

Presionada por el carisma de su colega, Barack Obama, y el ascenso de Nancy Pelosi, jefa de la cámara baja, la senadora se postuló vía su sitio en Internet. Algunos lo creen prematuro, pero Rodham Clinton proclamó “estoy aquí para ganar”.

21 enero, 2007

Por supuesto, si esta larga carrera le es propicia, la senadora será la primera mujer en presidir Estados Unidos. Por el momento, la diputada Pelosi es la dama más poderosa del país. Segunda en la línea de sucesión, si Irak le abrevia el mandato a George W.Bush; en los hechos es la primera: nadie cree que el vicepresidente Richard Cheney sobreviva políticamente al presidente.

Desde que Obama anunció su precandidatura, que formalizará recién el 10 de febrero, el carisma del negro (sería el primero en ocupar la Casa Blanca) se opone a la sólida imagen pública de Rodham Clinton. Hay una diferencia poco apreciada en favor del senador: su propuesta hace mención a problemas de los trabajadores. En particular, la tendencia del management a recortar costos o salvar errores de gestión despìdiendo gente y tercerizando mano de obra en el exterior. La senadora ha tocado otro costado del asunto: la desprotección ante la competencia externa y sus menores costos.

Hillary R.C. no podía esperar en gateras, además, porque Obama y Pelosi no son las dos únicas amenazas. También juega el ex candidato vicepresidencial y actual aspirante a presidente, John Edwards. Amén de representar un ala más radical del partido, cuenta con el apoyo de John Kerry, cuya figura como héroe en Vietnam retoma vuelo a medida como la de Bush -un hombre que eludió el servicio militar- se hace trizas en Irak. Algunos analistas sospechan que Kerry hasta podría sumarse a la puja.

También la escena republicana empieza a calentarse, pese al escaso atractivo de una candidatura eventualmente perdedora. En la punta, lejos del pelotón, compiten el senador John McCain y el ex intendente de Nueva York, Rodolfo Giuliani, cuya presencia inmediatamente tras el ataque a las torres gemelas (11 de septiembre de 2001) puso en ridículo al propio Bush, que se enteró tarde retraso de eso y del ataque contra el Pentágono. Por otra parte, la gestión de su sucesor, Michael Bloomberg (un magnate de la infornación bursátil), sólo impresiona en Wall Street.

Los otros pretendientes demócratas van del senador Joseph Biden (más crítico de la guerra que Rodham Clinton) al general Wesley Clark, el eterno Albert Gore y un gobernador, William Richardson. Por los republicanos, hacen cola el senador Samuel Browback, el diputado Thomas Tancredo más los ex gobernadores James Gilmore y Thomas Thompson. Por supuesto, faltan varios meses para la serie de internas (dentro de cada partido) y primarias (internas abiertas) que definirán ambas fórmulas. Pero surge ya un tema que compite con Irak por el primer plano: el efecto invernadero, en forma de fenómenos meteorológicos cada vez más anómalos y violentos en el hemisferio norte.

Por supuesto, si esta larga carrera le es propicia, la senadora será la primera mujer en presidir Estados Unidos. Por el momento, la diputada Pelosi es la dama más poderosa del país. Segunda en la línea de sucesión, si Irak le abrevia el mandato a George W.Bush; en los hechos es la primera: nadie cree que el vicepresidente Richard Cheney sobreviva políticamente al presidente.

Desde que Obama anunció su precandidatura, que formalizará recién el 10 de febrero, el carisma del negro (sería el primero en ocupar la Casa Blanca) se opone a la sólida imagen pública de Rodham Clinton. Hay una diferencia poco apreciada en favor del senador: su propuesta hace mención a problemas de los trabajadores. En particular, la tendencia del management a recortar costos o salvar errores de gestión despìdiendo gente y tercerizando mano de obra en el exterior. La senadora ha tocado otro costado del asunto: la desprotección ante la competencia externa y sus menores costos.

Hillary R.C. no podía esperar en gateras, además, porque Obama y Pelosi no son las dos únicas amenazas. También juega el ex candidato vicepresidencial y actual aspirante a presidente, John Edwards. Amén de representar un ala más radical del partido, cuenta con el apoyo de John Kerry, cuya figura como héroe en Vietnam retoma vuelo a medida como la de Bush -un hombre que eludió el servicio militar- se hace trizas en Irak. Algunos analistas sospechan que Kerry hasta podría sumarse a la puja.

También la escena republicana empieza a calentarse, pese al escaso atractivo de una candidatura eventualmente perdedora. En la punta, lejos del pelotón, compiten el senador John McCain y el ex intendente de Nueva York, Rodolfo Giuliani, cuya presencia inmediatamente tras el ataque a las torres gemelas (11 de septiembre de 2001) puso en ridículo al propio Bush, que se enteró tarde retraso de eso y del ataque contra el Pentágono. Por otra parte, la gestión de su sucesor, Michael Bloomberg (un magnate de la infornación bursátil), sólo impresiona en Wall Street.

Los otros pretendientes demócratas van del senador Joseph Biden (más crítico de la guerra que Rodham Clinton) al general Wesley Clark, el eterno Albert Gore y un gobernador, William Richardson. Por los republicanos, hacen cola el senador Samuel Browback, el diputado Thomas Tancredo más los ex gobernadores James Gilmore y Thomas Thompson. Por supuesto, faltan varios meses para la serie de internas (dentro de cada partido) y primarias (internas abiertas) que definirán ambas fórmulas. Pero surge ya un tema que compite con Irak por el primer plano: el efecto invernadero, en forma de fenómenos meteorológicos cada vez más anómalos y violentos en el hemisferio norte.

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