¿Hidroenergía limpia? Tal vez no tanto

Los gobiernos están invirtiendo enormes sumas en represas para energía limpia, pero parece que se han sacado mal los cálculos.

3 octubre, 2016

“Globalmente, los reservorios creados por represas podrían ser responsables de contribuir casi emisiones equivalentes a una giga -tonelada de dióxido de carbono, alrededor de 25% más de lo que se preveía. Esto significa que se ha subestimado la cantidad de gases de invernadero que se ha estado enviando a la atmósfera”. Así reza la conclusión de un estudio que se publicará a la brevedad.

Las represas dominan la producción mundial de energía limpia y desvían agua esencial para irrigación. Además, los proyectos son caros: los cálculos de la Comisión Mundial de Represas sugieren que la construcción de cada represa grande cuesta entre US$ 6.000 millones y US$ 37.000 millones.

Eso podría no ser una inversión tan segura para el ambiente como se creía.

Un equipo de investigadores de Canadá, Holanda, China, Estados Unidos y Brasil, liderados por Katherine Ellen Foley, publicará un estudio la semana próxima donde muestra que globalmente, los reservorios creados por represas  estarán aportando emisiones  por una giga-tonelada de dióxido de carbono, 25% más de los que había calculado. Esto significa que hemos estado subestimando los gases de invernadero que enviamos a la atmósfera.

El concepto en el que se basa la energía hidroeléctrica es simple: en lugar de quemar combustibles fósiles como carbón, petróleo o gas natural, que ponen más de 52 millones de kilo-toneladas de gases de invernadero en la atmósfera cada año, las represas detienen el agua que fluye de los rio o lagos y usan la fuerza de lo que iba a ser ese flujo para rotar las turbinas que generan electricidad. Aparte de la construcción misma, no deberían generar emisiones extra de carbono.

Excepto por un detalle: Cuando el río se ve bloqueado, se junta el agua detrás de la represa creando un lago estancado antinatural, que casi siempre mata gran parte del ecosistema existente. El exceso de agua es empujado hacia las orillas, que por lo general están cubiertas por vida vegetal. Esas plantas se ahogan y mueren. Las bacterias en el agua descomponen esas plantas generando dióxido de carbono y metan, un gas de invernadero 86 veces más potente que el CO2.

Esos gases burbujean sobre la superficie del reservorio y luego son soltados a la atmósfera.

Todavía se producen más de esos gases si el agua del río contiene nitrógeno o fósforo extra por los vertidos de fertilizantes. Esos nutrientes permiten  que las algas que naturalmente están en el río se multipliquen pero luego rápidamente superan las reservas de oxígeno en el agua. Cuando las algas mueren,  se descomponen en materias orgánicas creando todavía más gases.

Para su trabajo, los autores estudiaron 267 reservorios credos por represas y los sumaron a los resultados de otros 100 estudios anteriores para explicar el total de las emisiones globales.

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