Hay intensa polémica por la propuesta reforma de Volcker

Grandes bancos, gestores de la reciente crisis, son objetados en Estados Unidos por usufructuar rescates estatales y pagar remuneraciones escandalosas. Ahora, Barack Obama propone limitar sus actividades y ciertos riesgos. Algunos analistas se oponen.

19 febrero, 2010

<p>Justamente ese segmento, que también involucraba derivados, estalló y condujo a costosos salvamentos estatales. “El esquema Volcker –insiste Siegel, es un primer paso para restaurar la ley Glass-Steagall y separar bancos comerciales de bancas inversoras. Por eso pone en la mira a Bank of America, JPMorgan Chase, Citigroup, Wells Fargo o Goldman Sachs (en este caso, una banca de inversión disfrazada de comercial, hoy envuelta en un escándalo en la Eurozona).</p>
<p><strong>Obama y su gravamen</strong></p>
<p>“Algunas propuestas de Obama son más razonables que la de Volcker, empezando por el gravamen decenal de US$ 90.000 millones”, sostiene Franklin Allen en K@W. “Los bancos debieran abonarlo sin chistar. En rigor, varios países suelen imponer tasas especiales sobre aseguradoras en problemas”. Pero, como Siegel y Herring, este experto cree que la reforma financiera de Obama deja de lado aspectos relevantes. <br />
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Los tres coinciden en que sería hoy casi imposible distinguir entre las transacciones de una entidad para su propio beneficio y las ejecutadas para terceros. Así, algo que pasa por las cuentas propiedad de un banco bien podría ser parte de una estrategia de cobertura armada para un cliente. <br />
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Herring añade que las propuestas de Obama y su asesor especial Volcker “no remedian los problemas de instituciones consideradas demasiado grandes para dejarlas caer o cuyo colapso pudiera arrastrar la economía real” (extremo que Paul Krugman estima imposible en EE.UU.). Los argumentos presidenciales, señala el analista de Wharton, suenan infundados tras casos como Bear Stearns, Fannie Mae, Freddie Mac o AIG. <br />
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Nuevamente, Siegel subraya que las eventuales reformas “no contemplan ciertos problemas subyacentes. Por ejemplo, un factor crucial de la crisis reside en la políticas de tasas superbajas de la RF. Otro, en desequilibrios globales como la acumulación de reservas internacionales en Asia oriental o los déficit norteamericanos, su origen”<br />
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<p>La serie de proyectos elevada al parlamento, asimismo, incluye un impuesto que, en diez a&ntilde;os (2010/11 a 2019/20), recaudar&aacute; US$ 90.000 millones entre las cincuenta mayores entidades financieras privadas. Estos ingresos cubrir&aacute;n parte de los fondos p&uacute;blicos &ndash;el total era US$ 700.000 millones- absorbido por el programa pro alivio de activos t&oacute;xicos (TARP). <br />
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Hacia delante, las reformas propenden a evitar que las bonificaciones excesivas a los operadores fomenten imprudentes tomas de riesgos. Otra medida implica establecer una agencia para amparar los derechos del cliente chico.</p>
<p><strong>Esquema Volcker</strong></p>
<p>Pero varios colaboradores del sitio Knowledge@Wharton tienen sus dudas. Por ejemplo, el proyecto auspiciado por Paul Volcker, ex presidente de la Reserva Federal (1979/87). No creen que las futuras pautas ataquen las causas reales del descalabro ocurrido en 2006/9, aunque cuenten con amplio apoyo entre economistas, pol&iacute;ticos, banqueros y financistas.<br />
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Algunos analistas, por el contrario, temen que el esquema yerre enfoc&aacute;ndose, por ejemplo, en los ya desdibujados distingos entre bancos comerciales (toman dep&oacute;sitos) y bancas de inversi&oacute;n, que operan por cuenta propia y subscriben emisiones de t&iacute;tulos para terceros. &ldquo;La iniciativa no tiene nada que ver con la g&eacute;nesis de la crisis&rdquo;, afirma Jeremy Siegel en K@W. &ldquo;&Eacute;sta se origin&oacute; en compa&ntilde;&iacute;as no bancarias como American International Group (AIG, aseguradora), Lehman Brothers (firma de valores), Countrywide Financial (bienes ra&iacute;ces) o la oficina londinense de Goldman Sachs (derivados). <br />
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<p>Su colega, Richard Herring, cree que “Volcker tiene nostalgias de los años 80”. Pero el experto y Siegel denotan un sesgo proclive precisamente a los instrumentos derivativos, adonde apunta Obama. A criterio del equipo económico presidencial, las instituciones que operan directamente en realidad juegan con dinero de los depositantes y, potencialmente, generan contagios cuando sus apuestas marchan mal.</p><p>Por supuesto, los bancos comerciales pueden respaldarse en la agencia de seguros sobre depósitos (FDIC en inglés), que cubre las colocaciones de los clientes si una entidad naufraga. El esquema Volcker, a la sazón, se basa en una sencilla premisa: si el público está en peligro, la futura normativa podrá invocarse para impedir la toma de riesgos. Las reformas elevadas por Obama permiten que los bancos comerciales continúen operando por cuenta de los clientes, no ya de sí mismos.</p><p>Algunos pesos pesados de Wall Street se oponen a Volcker con mayor firmeza que los expertos de Wharton. Pero lo apoya gente como George Soros, Warren Buffett, Nicholas Brady (ex secretario de hacienda), John Redd (ex Citi) o William Donaldson (ex Securities & Exchange Commission).</p><p><br /><strong>¿Glass-Steagall reciclada?</strong></p><p>En este punto, Herring hace historia. “Durante la depresión de 1933/7, el Congreso pasó la ley Glass-Steagall, que separó bancos comerciales y bancas inversoras. Esta dicotomía acabó en 1999, con la ley Gram-Leach-Bliley. En años posteriores, los gigantes de Wall Street encaraban actividades de ambos tipos al mismo tiempo”. <br /><br />Tras la burbuja puntocom (1997/2000) y el fin de la “nueva economía”, bancos, bancas y firmas de valores se lanzaron a apostar –a menudo perdiendo- enormes sumas vía instrumentos derivativos y sus contratos derivados. Tan complejos y mal conocidos como otra bomba de tiempo, los paquetes de hipotecas titulizadas.<br /> </p>

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