Guerra a 500.000 mexicanos y treinta millones de adictos
Barack Obama encara otra lucha contra los carteles del narcotráfico mexicano, sus cómplices al sur del río Bravo y esencialmente- los treinta millones de clientes norteamericanos. O sea, tantos como los alcanzados por la reforma del seguro médico.
21 marzo, 2010
<p>Como se cansó de sostener el difunto Milton Friedman (Nobel económico 1976), ilegalizar el consumo individual de algo simplemente multiplica su valor agregado. Eventualmente, la veda desaparece o pierde fuerza, pero sus efectos sociales (la Cosa Nostra y el alcoholismo luego de 1933) permanecen. Gates y sus asesores militares van por similar camino.</p>
<p>Por supuesto, sucesivos gobiernos mexicanos vienen fracasando espectacularmente en una guerra simultánea contra el narcotráfico mayorista, la violencia y la corrupción sistémica. Los dos últimos fenómenos remiten a los orígenes mismos del país. Desde la anexión del “norte grande” (Tejas, California, Arizona, Nuevo México, Nevada, Oklahoma), EE.UU. quedó pegado a México.</p>
<p>Nada de eso impide que los políticos y gobernadores de esa franja –con la posible salvedad de Arnold Schwarzenegger- exijan todo el tiempo espectaculares despliegues de la guardia fronteriza, los rangers o el propio ejército federal. Su actual campeón es el tejano Richard Perry. Otro reducto de políticas duras y poco efectivas, la DEA, acaba de lanzar una “operación bandera negra” y exige mayor apoyo al presidente mexicano Felipe Calderón. <br />
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<p>Creativos, ágiles y organizados –pese a sus perpetuas y sangrientas masacres intestinas-, los carteles “multiclán” se han asentado en unas veinte ciudades de Estados Unidos. En México mismo, operan 500.000 personas ligados al negocio. Desde traficantes minoristas hasta abogados, policías, militares, políticos, funcionarios, etc.<br />
En el trienio 2007/9, hubo alrededor de 20.000 muertos vinculados a una actividad cuya clientela en EE.UU. orilla los treinta millones. En esta jurisdicción se lavan anualmente unos US$ 250 milllones. Las cifras son claras: 90% de las armas ilegales importadas en México proviene de su vecino septentrional y 90% de la cocaína consumida en éste procede de México.<br />
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La “mancha de cocaína” desborda centros urbanos estadounidenses, como sucedía en los años 20 con el alcohol ilegal. Gracias a la prohibición, aquel tráfico generó la mafia, que lo sobrevive hasta hoy. Las cocinas de pasta o el cultivo de marihuana invaden las chacras del sudoeste y el “cinturón bíblico”. Ya hay plantaciones en parques nacionales. Las autoridades han descubierto cáñamo femenino prosperando en Tennessee, Alabama, California, Colorado o Kansas.<br />
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Sólo en 2008/9, se destruyeron 7.600.000 plantas en los parques Yosemite, Sequoia y Redwood. Si se trata de campos “mayoristas”, cada uno puede llegar a 80.000 plantas, cantidad que baja a un centenar en explotaciones familiares. Entretanto, operar al norte de la larga frontera (2.000 km) fomenta alianzas con bandas urbanas anglosajonas, negras o mixtas de perfil ultraderechista (tipo KuKluxKlan, Hermandad Aria, Barrios Aztecas o Black Guerrilla).<br />
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Los carteles multiclán mayores no tienen nada que envidiarle a al-Qaeda. Las grandes redes son Sinaloa (130 localidades en EE.UU.), Ciudad Juárez (45), Golfo (43) y Tijuana (20). No existe ya casi zona de la Unión sin actividad de cuño mexicano. Los secretarios de estado, Hillary Rodham Clinton, y defensa, Robert Gates, acaban de redefinir el narcotráfico transfronterizo como prioridad estratégica, al nivel de Afganistán-Pakistán.<br />
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Ambas áreas tiene bastante en común. Por ejemplo, el papel de los carteles lo desempeñan los señores afganos de la guerra y las tribus pushtu en la frontera pakistaní. En vez de mafias, la protección corre a cargo de al-Qaeda y el papel de la cocaína lo cubren los opiáceos. Con todo, ese escenario no tiene los treinta millones de adictos que viven en EE.UU. Pero hay otro nexo: un mismo planteo erróneo del gobierno en esos casos y en el de la prohibición hace 80 años.<br />
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