Google: 10 de abril, adiós al mito de democracia vía web

Ese día, el megabuscador abandonará el mercado chino porque no soporta los excesos de la censura. ¿Significa eso dejar el campo global a dictadores, tiranos, déspotas, delincuentes y extremistas? Así temen muchos tecnoutopistas desilusionados.

20 marzo, 2010

<p>Desde la &ldquo;<em>Declaraci&oacute;n de independencia en el ciberspacio</em>&rdquo; (Perry Barlow, 1996) mediaron apenas catorce a&ntilde;os. En tan escaso lapso, brill&oacute; y ahora &ldquo;se extingue la ilusi&oacute;n de que Internet pod&iacute;a promover las libertades civiles en una gran parte del planeta adonde no llegan&rdquo;. Esto opina el bielorruso Yevghieny Mor&oacute;zov. No es el &uacute;nico pesimista.<br />
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Como lo ejemplifica Google: despu&eacute;s de negociar in&uacute;tilmente con Beijing, abandona el mayor mercado del mundo a Baidu, su r&eacute;plica china. En vez de ampliar libertades econ&oacute;micas y sociales, el motor oriental sostiene que &ldquo;gracias a nuestra tecnolog&iacute;a, hoy el trabajo de cien polic&iacute;as populares lo har&aacute; uno solo en la web&rdquo;. Los disidentes de ese pa&iacute;s y su sat&eacute;lite, Birmania, coinciden.<br />
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Por el contrario, la Red parece ser m&aacute;s eficaz cuando grupos nada democr&aacute;ticos (Hermandad musulmana en Egipto, Hezbollah en L&iacute;bano, fundamentalistas evang&eacute;licos en Estados Unidos) la emprenden contra sus respectivos gobiernos en nombre de causas poco libertarias. Por ejemplo, la reforma del seguro m&eacute;dico auspiciada por Barack Obama. <br />
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Sin embargo, se&ntilde;ala Eric Schmidt (Google), Internet y las tecnolog&iacute;as digitales siguen siendo instrumentos de enorme potencial positivo. S&oacute;lo que es preciso manejarlos con l&oacute;gicas menos simplistas que las actuales, vista su relevancia social y pol&iacute;tica&rdquo;. No es casual que el megamotor intente mantener una cabeza de puente en China, la plataforma Android.<br />
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El problema es c&oacute;mo la Red afecta o afectar&aacute; redes sociales en plena expansi&oacute;n presente y futura. M&aacute;xime si el porvenir se parece m&aacute;s a Metr&oacute;polis (Fritz Lang, 1926), Brave new world (Aldous Huxley, 1931) o 1984 (George Orwell, 1948) que a la utop&iacute;a del doctor Pangloss (en el Candide de Voltaire). Por de pronto, Jon Stewart &ndash;un animador televisivo norteamericano- preguntaba hace poco en su Daily show &ldquo;&iquest;por qu&eacute; enviar ej&eacute;rcitos, si liquidar dictaduras por Internet resulta m&aacute;s f&aacute;cil y barato?&rdquo;.<br />
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Quiz&aacute; Mor&oacute;zov sea hoy el m&aacute;s l&uacute;cido analista de esos &ldquo;fen&oacute;menos perversos&rdquo;. Desde Bielorrusia (una autocracia sobreviviente de la &eacute;poca sovi&eacute;tica), viene rastreando casos como Transd&ntilde;estria &ndash;estado mafioso que s&oacute;lo reconocen sus vecinos-, Moldavia (uno de ellos), Birmania, Ir&aacute;n, etc. Tanto este experto como una hueste de &ldquo;blogueros&rdquo; comienzan a albergar resquemores sobre bit&aacute;coras, Facebook &ndash;recibe ya m&aacute;s visitas que Google- y Twitter.</p>
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