Golpe militar en Tailandia, crisis política en Hungría

Tras quince años de gobierno civil, el ejército derrocó al primer ministro Thaksin Shinawatra, el Rupert Murdoch siamés. En la otra punta de Eurasia, tambaleaba su colega mágyar, Ferenc Gyurcsany, por mentiroso.

20 septiembre, 2006

Durante el siglo XX, Tailandia sufrió veiutitrés golpes militares y tuvo dieciséis constituciones. Ahora, el general musulmán Sondhi Buñaratkalin (en un país con 95% de budistas) se proclamó primer ministro y derogó la carta magna. Todo en nombre del viejo rey Bhumibol Adulydej, que ocupa un trono simbólico desde 1946.

Mientras tanto, el “premier” derrocado seguía asistiendo a la asamblea de Naciones Unidas (Nueva York) y su gabinete económico estaba en la reunión semestral FMI-BIRF, Singapur. Shinawatra, un magnate de medios cuyo estilo mezcla Murdoch con Silvio Berlusconi, declaraba desde Manhattan el estado de emergencia en Bangkok. Un ejemplo de realismo mágico “a lo tai”.

Un general retirado, Prapart Sakuntanak –éste sí, budista-, vocero del golpe, anunciada la formación de un comité para la décimo séptima reforma constitucional. Eso ya refleja una interna castrense: es difícil que Buñaratkalin se sostenga en el poder, justamente porque es musulmán y una de las razones para derribar a Shinawatra era la falta de acción contra la guerrilla islámica del sur.

Con 515.00 km2 y 65 millones de habitantes, este “tigre” del sudeste asiático ya había pasado de estrella de los gurúes en los años 90 a ser fuente de la peor crisis financiera sistémica sufrida hasta ahora por la globalización, junto con algunos vecinos, en 1997. Desde 2002 venía recobrándose bien, pero la desigualdad social –problema común entre estos triunfadores de mercado- fue generando severo malestar en la población desde 2004.

La victoria electoral del hoy defenestrado político contuvo ingredientes de fraude y todo desembocó en el golpe. Salvo algo de inflación, la economía andaba bien. Entretanto, Bhumibol –casi una caricatura salida de “El rey y yo”- seguía en su rumboso palacio.

Los problemas económicos, en cambio, estaban por liquidar al primer ministro socialista de Hungría. Los peores disturbios vistos desde el colapso del comunismo (o, como dicen en Budapest, desde 1956) pusieron a Ferenc Gyurcsany al borde de la renuncia, tras confesar que había mentido sobre la situación y las cuentas del país.

En realidad, la pueblada empezó cuando, por televisión, se difundió el lunes la confesión del político. Había mentido sobre la economía sólo para ganar las recientes elecciones generales. El miércoles, en Bruselas, funcionarios húngaros daban por segura, en privado, la dimisión del “premier”. Como su colega tai, Gyurcsany estaba pasándola bien en Nueva York, o sea en la asamblea de la ONU, mientras su ministro económico se paseaba por Singapur. El verdadero déficit fiscal es el mayor de la Unión Europea y triplica el máximo tolerado por la UE, o sea 3% del producto bruto interno.

Durante el siglo XX, Tailandia sufrió veiutitrés golpes militares y tuvo dieciséis constituciones. Ahora, el general musulmán Sondhi Buñaratkalin (en un país con 95% de budistas) se proclamó primer ministro y derogó la carta magna. Todo en nombre del viejo rey Bhumibol Adulydej, que ocupa un trono simbólico desde 1946.

Mientras tanto, el “premier” derrocado seguía asistiendo a la asamblea de Naciones Unidas (Nueva York) y su gabinete económico estaba en la reunión semestral FMI-BIRF, Singapur. Shinawatra, un magnate de medios cuyo estilo mezcla Murdoch con Silvio Berlusconi, declaraba desde Manhattan el estado de emergencia en Bangkok. Un ejemplo de realismo mágico “a lo tai”.

Un general retirado, Prapart Sakuntanak –éste sí, budista-, vocero del golpe, anunciada la formación de un comité para la décimo séptima reforma constitucional. Eso ya refleja una interna castrense: es difícil que Buñaratkalin se sostenga en el poder, justamente porque es musulmán y una de las razones para derribar a Shinawatra era la falta de acción contra la guerrilla islámica del sur.

Con 515.00 km2 y 65 millones de habitantes, este “tigre” del sudeste asiático ya había pasado de estrella de los gurúes en los años 90 a ser fuente de la peor crisis financiera sistémica sufrida hasta ahora por la globalización, junto con algunos vecinos, en 1997. Desde 2002 venía recobrándose bien, pero la desigualdad social –problema común entre estos triunfadores de mercado- fue generando severo malestar en la población desde 2004.

La victoria electoral del hoy defenestrado político contuvo ingredientes de fraude y todo desembocó en el golpe. Salvo algo de inflación, la economía andaba bien. Entretanto, Bhumibol –casi una caricatura salida de “El rey y yo”- seguía en su rumboso palacio.

Los problemas económicos, en cambio, estaban por liquidar al primer ministro socialista de Hungría. Los peores disturbios vistos desde el colapso del comunismo (o, como dicen en Budapest, desde 1956) pusieron a Ferenc Gyurcsany al borde de la renuncia, tras confesar que había mentido sobre la situación y las cuentas del país.

En realidad, la pueblada empezó cuando, por televisión, se difundió el lunes la confesión del político. Había mentido sobre la economía sólo para ganar las recientes elecciones generales. El miércoles, en Bruselas, funcionarios húngaros daban por segura, en privado, la dimisión del “premier”. Como su colega tai, Gyurcsany estaba pasándola bien en Nueva York, o sea en la asamblea de la ONU, mientras su ministro económico se paseaba por Singapur. El verdadero déficit fiscal es el mayor de la Unión Europea y triplica el máximo tolerado por la UE, o sea 3% del producto bruto interno.

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