Si no fuera porque Rudolph Giulani representa, en cierto modo, a los republicanos moderados que viven en grandes ciudades, podría pensarse que éste es el primer choque en una interna difícil. Pero los ultraconservadores son fuertes sólo en pueblos chicos y, además, el divorcio o el aborto no parecen temas que desvelen en los centros urbanos.
A juzgar por los sondeos circulantes, Giuliani debe preocuparse mucho más por el senador Jojn McCain en su partido. Entre los demócratas, los rivales hoy al frente son la senadora Hillary Rodhan Clinton (Nueva York, nada menos) y el joven senador mestizo Barack Obama.
Por supuesto, si saliese presidente, Giuliani sería el primer hijo de italianos en la Casa Blanca, A su vez, Obama sería el primer presidente con sangre negra y, por lo mismo, Rodham Clinton la primera mujer en alcanzar el poder ejecutivo. Con Condoleezza Rice como potencial contendiente, sólo faltaría un hispano para completar el surtido de aspirantes no anglosajones al salón oval.
La derecha teológica (evangélicos y judíos ultraconservadores) tiene otra visión. Por el momento, apunta las batería contra Giuliani –cuyo manejo posterior a los ataques del 11 de septiembre es una credencial imbatible- acusándolo de ser “un liberal camuflado, demasiado a la izquierda en temas sociales, y un peligroso subversivo en materia moral”. Semejante lenguaje puede ser una ayuda para el ex intendente.
Con dos divorcios en su haber, su posición tolerante respecto del aborto y las uniones homosexuales enardecen al cinturón bíblico y sus aliados talmúdicos. Según el “Washington post”, la ultraderecha “olvida el ilustre pasado antimafia de Giuliani y opta por resaltar su presunta indiferencia a los valores morales”.
En cuanto al precandidato, la derrota oficialista –particularmente, la de George W.Bush y su coalición ultra- lo ha convencido de que las cosas están cambiando en el partido Republicano. Las duras críticas de James Baker a la ocupación de Irak y el colapso de la imagen presidencial les abren el camino a republicanos moderados. Vale decir, al voto liberal (en el sentido anglosajón) de las grandes ciudades o de reductos como el noreste, Chicago y California. En ésta, el gobernador Arnold Schwarzenegger logró una amplia victoria tras distanciarse de Bush.
Pero Giuliani no quiere asumirse como liberal liso y llano, estilo Rodham Clinton. Prefiere, como McCain, rescatar la idea tradicional de “república conservadora” –próxima a Ronald Reagan o Bush padre-, oponiéndose a la “república cristiana” de Karl Rover y otros predicadores del cinturón bíblico. Este objetivo, que apunta a la interna partidaria, puede complicar luego la eventual competencia con los demócratas. Eso sin contar con futuros errores del actual presidente, sobre todo si persiste en su sueño iraquí.
Si no fuera porque Rudolph Giulani representa, en cierto modo, a los republicanos moderados que viven en grandes ciudades, podría pensarse que éste es el primer choque en una interna difícil. Pero los ultraconservadores son fuertes sólo en pueblos chicos y, además, el divorcio o el aborto no parecen temas que desvelen en los centros urbanos.
A juzgar por los sondeos circulantes, Giuliani debe preocuparse mucho más por el senador Jojn McCain en su partido. Entre los demócratas, los rivales hoy al frente son la senadora Hillary Rodhan Clinton (Nueva York, nada menos) y el joven senador mestizo Barack Obama.
Por supuesto, si saliese presidente, Giuliani sería el primer hijo de italianos en la Casa Blanca, A su vez, Obama sería el primer presidente con sangre negra y, por lo mismo, Rodham Clinton la primera mujer en alcanzar el poder ejecutivo. Con Condoleezza Rice como potencial contendiente, sólo faltaría un hispano para completar el surtido de aspirantes no anglosajones al salón oval.
La derecha teológica (evangélicos y judíos ultraconservadores) tiene otra visión. Por el momento, apunta las batería contra Giuliani –cuyo manejo posterior a los ataques del 11 de septiembre es una credencial imbatible- acusándolo de ser “un liberal camuflado, demasiado a la izquierda en temas sociales, y un peligroso subversivo en materia moral”. Semejante lenguaje puede ser una ayuda para el ex intendente.
Con dos divorcios en su haber, su posición tolerante respecto del aborto y las uniones homosexuales enardecen al cinturón bíblico y sus aliados talmúdicos. Según el “Washington post”, la ultraderecha “olvida el ilustre pasado antimafia de Giuliani y opta por resaltar su presunta indiferencia a los valores morales”.
En cuanto al precandidato, la derrota oficialista –particularmente, la de George W.Bush y su coalición ultra- lo ha convencido de que las cosas están cambiando en el partido Republicano. Las duras críticas de James Baker a la ocupación de Irak y el colapso de la imagen presidencial les abren el camino a republicanos moderados. Vale decir, al voto liberal (en el sentido anglosajón) de las grandes ciudades o de reductos como el noreste, Chicago y California. En ésta, el gobernador Arnold Schwarzenegger logró una amplia victoria tras distanciarse de Bush.
Pero Giuliani no quiere asumirse como liberal liso y llano, estilo Rodham Clinton. Prefiere, como McCain, rescatar la idea tradicional de “república conservadora” –próxima a Ronald Reagan o Bush padre-, oponiéndose a la “república cristiana” de Karl Rover y otros predicadores del cinturón bíblico. Este objetivo, que apunta a la interna partidaria, puede complicar luego la eventual competencia con los demócratas. Eso sin contar con futuros errores del actual presidente, sobre todo si persiste en su sueño iraquí.