George W.Bush: ya ni en los mejores amigos puede creer

“Otra rata que huye del barco”, dijo por Fox el ultraconservador Louis Dobbs. Hablaba con Richard Cheney sobre Scott McClellan, hasta ayer uno de los defensores más firmes del presidente y el vice. Ya no.

21 noviembre, 2007

El ex vocero de la Casa Blanca acaba de sacar un libro donde critica duramente a Bush y Cheney en relación con el caso Valerie Plame. A cuatro años de estallar ese escándalo, McClellan –ya trabajaba con Bush cuando era gobernador de Tejas- pone en evidencia a su ex jefe y amigo.

Harto de tanto desgaste y, seguramente, motivado por un millonario contrato de edición, el ex portavoz sindica a Bush y Cheney como responsables de maniobras para confundir a la opinión pública y la justicia en lo tocante a filtracionea ilegales a los medios.

En 2003, el embajador Joseph Wilson había desmentido, vía “New York times”, pretextos de los ultraconservadores alrededor de Bush, Cheney, Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz para invadir Irak. En particular, una supuesta compra de combustible nuclear a Nigeria. Mientras tanto, la ex esposa del diplomático –Plame- operaba para la CIA espiando a su entonces marido.

En una célebre reunión de prensa, ese mismo año, McClellan sostuvo que los dos máximos asesores de Bush y Cheney, respectivamente Karl Rove y Lewis Libby, no habían tenido nada que ver con la filtración al NYT de la identidad de Plame, un secreto de estado, ni con operaciones contra Wilson. “Eso no era verdad”, revela ahora en el libro (“Qué pasó”, cuya distribución será recién en abril). ”Sin saberlo, di información falsa. Cinco altos funcionarios tuvieron la culpa: Rove, Libby, Cheney, Bush y Andrew Card”. Éste era jefe de gabinete de Bush.

La causa federal que acabó con Libby en 2005 demostró que Rove –predicador fundamentalista y cerebro presidencial- era una de las fuentes de la filtración. Pero el personaje recién renunció este año. A Libby le aplicaron treinta meses y una multa de US$ 250.000. El presidente luego le conmutó ambas penas. Salvo Bush y Cheney, ninguno de los implicados continúa en la Casa Blanca, la aceptación pública del primero no llega ni a 20% y la guerra está perdida.

El ex vocero de la Casa Blanca acaba de sacar un libro donde critica duramente a Bush y Cheney en relación con el caso Valerie Plame. A cuatro años de estallar ese escándalo, McClellan –ya trabajaba con Bush cuando era gobernador de Tejas- pone en evidencia a su ex jefe y amigo.

Harto de tanto desgaste y, seguramente, motivado por un millonario contrato de edición, el ex portavoz sindica a Bush y Cheney como responsables de maniobras para confundir a la opinión pública y la justicia en lo tocante a filtracionea ilegales a los medios.

En 2003, el embajador Joseph Wilson había desmentido, vía “New York times”, pretextos de los ultraconservadores alrededor de Bush, Cheney, Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz para invadir Irak. En particular, una supuesta compra de combustible nuclear a Nigeria. Mientras tanto, la ex esposa del diplomático –Plame- operaba para la CIA espiando a su entonces marido.

En una célebre reunión de prensa, ese mismo año, McClellan sostuvo que los dos máximos asesores de Bush y Cheney, respectivamente Karl Rove y Lewis Libby, no habían tenido nada que ver con la filtración al NYT de la identidad de Plame, un secreto de estado, ni con operaciones contra Wilson. “Eso no era verdad”, revela ahora en el libro (“Qué pasó”, cuya distribución será recién en abril). ”Sin saberlo, di información falsa. Cinco altos funcionarios tuvieron la culpa: Rove, Libby, Cheney, Bush y Andrew Card”. Éste era jefe de gabinete de Bush.

La causa federal que acabó con Libby en 2005 demostró que Rove –predicador fundamentalista y cerebro presidencial- era una de las fuentes de la filtración. Pero el personaje recién renunció este año. A Libby le aplicaron treinta meses y una multa de US$ 250.000. El presidente luego le conmutó ambas penas. Salvo Bush y Cheney, ninguno de los implicados continúa en la Casa Blanca, la aceptación pública del primero no llega ni a 20% y la guerra está perdida.

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