Gastos bélicos: US$ 1,2 billones anuales en el mundo

Nuevamente, en 2007 los presupuestos militares quiebran todas las marcas anteriores, aunque a dólares corrientes. Como siempre, Estados Unidos marcha a la cabeza (46%) y casi decuplica al segundo, Gran Bretaña (5%).

25 marzo, 2008

No es extraño que la superpotencia acumule US$ 528.700 millones –aunque no logre ganar guerras en Irak o Afganistán-, peor sí lo es que una potencia de tercer orden (Londres) gasta US$ 59.200 millones. Por habitante, EE.UU. insume US$ 1.756, en tanto Gran Bretaña tira 990. Pero Saudiarabia dedica 1.152 anuales por persona al bienestar de sus uniformados. Israel, claro, es un misterio.

En escala mundial, la cuarta parte del gasto (unos US$ 300.000 millones) se destina a tanques, otros vehículos blindados, aviones cada vez más “perfeccionados” y juguetes tecnológicos destinadas a eliminar gente e instalaciones. La lista de presupuestos abarca también a Francia (US$ 53.000 millones, 875 por habitante), China (49.500 millones, apenas 37 por habitante), Japón (43.700 millones y 340), Alemania (37.000 millones, 447), Rusia (34.700 millones, 244), India (23.900 millones, 21) y Brasil (13.400 millones, 71 por habitante).

Carece de sentido, sin duda, que potencias de tercer orden (GB, Francia) gasten más que dos de primer orden geopolítico (China, Rusia) y algunas de segundo (Japón, Alemania, Brasil). En términos de producto bruto interno, aparece un quinteto: EE.UU (4,7%), Gran Bretaña (2,4%), Francia (2%), Alemania (1,2%) e Italia (1%).

El perfil de gastos bélicos tuvo sus vaivenes. La licuación de la Unión Soviética –otra superpotencia que no pudo ganar una guerra en Afganistán-, luego de 1989, frenó la carrera armamentista internacional. Pero el ascenso de China, India, Japón, Brasil y (claro) Rusia misma la reactivaron desde 2003. Vale decir, tras la invasión de Irak. Tiempo después, en 2007, el fracaso israelí en Líbano confirmo que el aparato militar a veces no alcanza para ganar guerras encapsuladas.

Naturalmente, el factor tecnológico es clave. Por ejemplo, Boeing está fabricando para el Pentágono un sistema láser capaz de inmovilizar aviones enemigos. Pero los guerrilleros shiíes en Irak o los taliban afganos no tienen aviones. A su vez, Rusia desarrolla una mezcla de explosivos y carburantes que puede manipular materia en nivel atómico. China asignó este año US$ 58.000 millones a gastos militares (18% sobre 2007), con prioridad tecnológica.

En un planeta algunas de cuyas economías mayores (EE.UU., Eurozona) tienen problemas de crecimiento y el grupo en desarrollo padece déficit de todo tipo, los militares la posan bomba y gastan en armas o sistemas que, probablemente, nunca se usen. Ahora bien, la expresión típica de superpotencia es la flota de portaviones norteamericana: son doce, armados hasta los dientes, cada uno albergando cinco mil hombres y largo como tres canchas de fútbol.

Es verdad que George W.Bush se va pronto, pero ¿qué cabe esperar de su sucesor? John McCain está dispuesto a seguir “un millón de años” en Bagdad, Hillary Rodham Clinton promete “expandir y modernizar el sector militar”, en tanto Barack Obama quiere “reclutar 65.000 hombres adicionales en el ejército y 27.000 en la infantería de marina”. A su lado, Vladyímir Putin es un pacifista: su proyecto de poder pasa en realidad por los hidrocarburos.

No es extraño que la superpotencia acumule US$ 528.700 millones –aunque no logre ganar guerras en Irak o Afganistán-, peor sí lo es que una potencia de tercer orden (Londres) gasta US$ 59.200 millones. Por habitante, EE.UU. insume US$ 1.756, en tanto Gran Bretaña tira 990. Pero Saudiarabia dedica 1.152 anuales por persona al bienestar de sus uniformados. Israel, claro, es un misterio.

En escala mundial, la cuarta parte del gasto (unos US$ 300.000 millones) se destina a tanques, otros vehículos blindados, aviones cada vez más “perfeccionados” y juguetes tecnológicos destinadas a eliminar gente e instalaciones. La lista de presupuestos abarca también a Francia (US$ 53.000 millones, 875 por habitante), China (49.500 millones, apenas 37 por habitante), Japón (43.700 millones y 340), Alemania (37.000 millones, 447), Rusia (34.700 millones, 244), India (23.900 millones, 21) y Brasil (13.400 millones, 71 por habitante).

Carece de sentido, sin duda, que potencias de tercer orden (GB, Francia) gasten más que dos de primer orden geopolítico (China, Rusia) y algunas de segundo (Japón, Alemania, Brasil). En términos de producto bruto interno, aparece un quinteto: EE.UU (4,7%), Gran Bretaña (2,4%), Francia (2%), Alemania (1,2%) e Italia (1%).

El perfil de gastos bélicos tuvo sus vaivenes. La licuación de la Unión Soviética –otra superpotencia que no pudo ganar una guerra en Afganistán-, luego de 1989, frenó la carrera armamentista internacional. Pero el ascenso de China, India, Japón, Brasil y (claro) Rusia misma la reactivaron desde 2003. Vale decir, tras la invasión de Irak. Tiempo después, en 2007, el fracaso israelí en Líbano confirmo que el aparato militar a veces no alcanza para ganar guerras encapsuladas.

Naturalmente, el factor tecnológico es clave. Por ejemplo, Boeing está fabricando para el Pentágono un sistema láser capaz de inmovilizar aviones enemigos. Pero los guerrilleros shiíes en Irak o los taliban afganos no tienen aviones. A su vez, Rusia desarrolla una mezcla de explosivos y carburantes que puede manipular materia en nivel atómico. China asignó este año US$ 58.000 millones a gastos militares (18% sobre 2007), con prioridad tecnológica.

En un planeta algunas de cuyas economías mayores (EE.UU., Eurozona) tienen problemas de crecimiento y el grupo en desarrollo padece déficit de todo tipo, los militares la posan bomba y gastan en armas o sistemas que, probablemente, nunca se usen. Ahora bien, la expresión típica de superpotencia es la flota de portaviones norteamericana: son doce, armados hasta los dientes, cada uno albergando cinco mil hombres y largo como tres canchas de fútbol.

Es verdad que George W.Bush se va pronto, pero ¿qué cabe esperar de su sucesor? John McCain está dispuesto a seguir “un millón de años” en Bagdad, Hillary Rodham Clinton promete “expandir y modernizar el sector militar”, en tanto Barack Obama quiere “reclutar 65.000 hombres adicionales en el ejército y 27.000 en la infantería de marina”. A su lado, Vladyímir Putin es un pacifista: su proyecto de poder pasa en realidad por los hidrocarburos.

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