G 8: aflojan tensiones Rusia-Estados Unidos por el escudo nuclear

Las violentas manifestaciones contra el Grupo de los 8 no impidieron que, al fin, Rusia y EEUU a un compromiso sobre el escudo atómico de la OTAN. Otra coincidencia: Washington-Beijing-Moscú rechazan plazos fijos para reducir la contaminación.

7 junio, 2007

Tras una reunión en privado, el jueves, Vladyímir Putín le propuso a George W.Bush relocalizar el polémico sistema antiproyectiles que, desde hacía semanas, tensaba reñaciones entre el Kremlin y la Casa Blanca. La propuesta es instalarlo en Adzerbaidyán, país que limita al norte con Rusia y al sur con Irán. En el marco de la cumbre G 8, ambos presidentes resolvieron abrir “un diálogo constructivo y estratégico” para superar divergencias.

“Probablemente haya sido un error mezclar el G 8, esencialmente político y ecológico, con el G 7, esencialmente económico y financiero. En ambos planos, Rusia o China no están al nivel del resto”. Así sostenían poco antes el “Frankfürter allgemeine” y el “Daily telegraph, mientras en Rostock, Alemania norte, se realizaba la reunión más borrascosa en la corta historia del G 8.

Bush puso en evidencia que su discurso ambientalista es apenas retórico: quiere un “Kyoto 2”, o sea nada de plazos concretos ni problemas para el cabildeo petrolero que maneja Richard Cheney, el vicepresidente. El peso de los hidrocarburos en su política internacional explica que Putin coincida con su colega. En lo tocante a China o Japón, su extrema dependencia de combustibles fósiles los hace apoyar a Washington.

“Los frentes se cruzan. Mientras los países del G 8 disienten entre sí acerca del recalentamiento global, las fuerzas que lo combaten también se dividen”. ¿Quién lo dice? Nadie menos que Ban Ki-mun (“moon” es incorrecto, salvo en inglés), secretario general de Naciones Unidas, en un artículo publicado por varios medios occidentales. El repentino activismo del alto funcionario –censura a las potencias industriales- es llamativo, pues su país (Surcorea) secunda a Japón, EE.UU. Saudiarabia o Venezuela en la materia.

En otro plano, las relaciones entre EE.UU. y Rusia había llegado al peor momento desde el colapso de la Unión Soviética y les creaban severos problemas al G 8 y la Organización del tratado noratlántico. Moscú objetaba, con razones sólidas, el eventual escudo nuclear sobre sus fronteras, las de Bioelorrusia y Ucrania.

Entretanto, Bush mismo, Angela Merkel (canciller alemana y presidente de turno en la Unión Europea) y el británico Gordon Brown objetan el estilo “neosoviético” de Putin. Además, la proclividad rusa a que ciertos opositores, periodistas molestos, agentes de inteligencia y hasta el vicepresidente del banco central sucumban en forma violenta. Hasta ahora, el gobierno de la federación no encara investigaciones serias.

Esta conjunción de circunstancias le permitió hasta ayer a Bush –cuyo gobierno protege a un presunto terrorista cuya captura exigen Venezuela y Cuba- formular duras críticas a Putin y poner en tela de juicio sus credenciales democráticas. A su vez, los moscovitas ridiculizaban el escudo nuclear de la OTAN. No ayudó al mandatario norteamericano haber censurado a China por “déficit de apertura política”. Beijing, se sabe, es un régimen de partido único tan poco interesado en recetas occidentales como los aliados musulmanes de EE.UU.

Con el G 7 desbordado por el G 8, algunos socios del primero empiezan a verse molestos. Por ejemplo, Francia, Holanda y Canadá han sugerido discretamente separar ambos grupos. Además, quisieran convertir el G 8 en G 11 incorporando China, India y Brasil. Ello dejaría los temas económicos y financieros –verbigracia, la proliferación global de fondos especulativos- en el ámbito del G 7. De paso, se evitaría que fuese contaminado por la OTAN o el recrudecimiento de la violencia en Levante.

Tras una reunión en privado, el jueves, Vladyímir Putín le propuso a George W.Bush relocalizar el polémico sistema antiproyectiles que, desde hacía semanas, tensaba reñaciones entre el Kremlin y la Casa Blanca. La propuesta es instalarlo en Adzerbaidyán, país que limita al norte con Rusia y al sur con Irán. En el marco de la cumbre G 8, ambos presidentes resolvieron abrir “un diálogo constructivo y estratégico” para superar divergencias.

“Probablemente haya sido un error mezclar el G 8, esencialmente político y ecológico, con el G 7, esencialmente económico y financiero. En ambos planos, Rusia o China no están al nivel del resto”. Así sostenían poco antes el “Frankfürter allgemeine” y el “Daily telegraph, mientras en Rostock, Alemania norte, se realizaba la reunión más borrascosa en la corta historia del G 8.

Bush puso en evidencia que su discurso ambientalista es apenas retórico: quiere un “Kyoto 2”, o sea nada de plazos concretos ni problemas para el cabildeo petrolero que maneja Richard Cheney, el vicepresidente. El peso de los hidrocarburos en su política internacional explica que Putin coincida con su colega. En lo tocante a China o Japón, su extrema dependencia de combustibles fósiles los hace apoyar a Washington.

“Los frentes se cruzan. Mientras los países del G 8 disienten entre sí acerca del recalentamiento global, las fuerzas que lo combaten también se dividen”. ¿Quién lo dice? Nadie menos que Ban Ki-mun (“moon” es incorrecto, salvo en inglés), secretario general de Naciones Unidas, en un artículo publicado por varios medios occidentales. El repentino activismo del alto funcionario –censura a las potencias industriales- es llamativo, pues su país (Surcorea) secunda a Japón, EE.UU. Saudiarabia o Venezuela en la materia.

En otro plano, las relaciones entre EE.UU. y Rusia había llegado al peor momento desde el colapso de la Unión Soviética y les creaban severos problemas al G 8 y la Organización del tratado noratlántico. Moscú objetaba, con razones sólidas, el eventual escudo nuclear sobre sus fronteras, las de Bioelorrusia y Ucrania.

Entretanto, Bush mismo, Angela Merkel (canciller alemana y presidente de turno en la Unión Europea) y el británico Gordon Brown objetan el estilo “neosoviético” de Putin. Además, la proclividad rusa a que ciertos opositores, periodistas molestos, agentes de inteligencia y hasta el vicepresidente del banco central sucumban en forma violenta. Hasta ahora, el gobierno de la federación no encara investigaciones serias.

Esta conjunción de circunstancias le permitió hasta ayer a Bush –cuyo gobierno protege a un presunto terrorista cuya captura exigen Venezuela y Cuba- formular duras críticas a Putin y poner en tela de juicio sus credenciales democráticas. A su vez, los moscovitas ridiculizaban el escudo nuclear de la OTAN. No ayudó al mandatario norteamericano haber censurado a China por “déficit de apertura política”. Beijing, se sabe, es un régimen de partido único tan poco interesado en recetas occidentales como los aliados musulmanes de EE.UU.

Con el G 7 desbordado por el G 8, algunos socios del primero empiezan a verse molestos. Por ejemplo, Francia, Holanda y Canadá han sugerido discretamente separar ambos grupos. Además, quisieran convertir el G 8 en G 11 incorporando China, India y Brasil. Ello dejaría los temas económicos y financieros –verbigracia, la proliferación global de fondos especulativos- en el ámbito del G 7. De paso, se evitaría que fuese contaminado por la OTAN o el recrudecimiento de la violencia en Levante.

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