G-20: otro gesto vacío y Gran Bretaña como ariete ortodoxo
Varios economistas sistémicos dejan de lado los aprietes de Timothy Geithner al cuarteto emergente (China, Brasil, Rusia, India), que ha sumado Japón. Prefieren centrarse en el papel de Gran Bretaña como extraña experiencia: volver a Milton Friedman.
23 octubre, 2010
<p>Estos expertos y algunos europeos temen que Gran Bretaña se convierta en ensayo piloto ortodoxo, justo mientras Estados Unidos (origen del monetarismo neoclásico), la Eurozona, Japón, Brasil o China protagonizan experiencias completamente opuestas. En efecto, ahora Londres lanza medidas tan regresivas como despedir 500.000 personas, suprimir gastos públicos por US$ 130.000 millones anuales y subir un año la edad jubilatoria mínima (¿no ve Cameron lo que pasa en Francia, España o Grecia?).<br />
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Este golpe a la pequeña burguesía puede agravar la presente recesión y acarrear reacciones como en París o Lion. Pero lo absurdo del asunto es que el antiguo puntal británico de la “alianza noratlántica para el siglo XXI” (según George Friedman en Stratfor) se aparta de EE.UU. en aras de una política económica inspirada en el difunto Milton Friedman. <br />
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<p>Nadie tomó muy en serio a van Rompuy, cuando proclamaba “esto es un enorme paso adelante hacia la gobernabilidad económica de la UE y el mundo”. El luxemburgués Jean-Claude Juncker se encargó de desinflar euforias. “Se trata –puntualizó- de un borrador de convenio, con sus límites, y faltan detalles instrumentales donde el diablo puede meter la cola”. Se refería, sin duda, al cónclave del 28 y el 29 de octubre, no a la cumbre surcoreaana. Entonces, habrá una cita en Bruselas, donde jefes de estado y gobierno formularán un veredicto decisivo en el tema UE. Mientras, cinco puntos quedaban definidos y se vinculan al concepto de vigilancia ampliada sobre cuentas públicas de los veintisiete, mayor disciplina fiscal, exámenes semestrales, coordinación de políticas y gestión de crisis.</p><p>En un gesto tan vacuo como nostálgico, los ministros habían llamado el jueves a eso “pacto de estabilidad y crecimiento”. Justamente el nombre elegido en Maastricht (1992) para un instrumento que sobrevivió dando tumbos durante dieciocho años. Ahora, ni siquiera se especifican las sanciones por incumplimiento de los cinco puntos o los que emerjan este fin de mes.</p><p>Sin embargo, allegados a los principales participantes –Alemania, Francia, Holanda, Austria, Italia- incluyen entre las penalidades la suspensión del derecho a voto. Pero con una condición que la invalida: debe ser aprobada por los veintiséis miembros restantes de la UE. Esta cláusula había sido planteada por Alemania y Francia, hace diez días.<br /><br />Mientras tanto, algo sucedía en Gran Bretaña, una economía al presente más chica que la de Francia. Al lanzar el programa de ajuste más duro desde la posguerra, el gobierno de David Cameron, por su boca y las de dos ministros, anunciaba “el fin de John Maynard Keynes y su concepción estructural”, algo que los neoclásicos vienen anunciando desde su muerte física en 1946. Pero, hoy, según sostienen “disidentes” como Martin Wolf, Joseph Stiglitz (Nobel 2001) o Paul Krugman (2008), priman ingredientes políticos inquietantes. <br /><br /> </p>
<p>Este viernes, ministros de hacienda y presidentes de bancos centrales hicieron una reunión previa a la segunda cumbre del grupo de los 20 en Gyeongju, Surcorea. Trataban de fijar objetivos para reequilibrar balanzas de pagos. Pero mediaban demasiadas tensiones. Por de pronto, los emisores venían discutiendo sobre si estos países optan, o no, por “apoyarse en paridades bajas para reducir desequilibrios comerciales”, según señalaba un documento publicado el miércoles 20. Ahí, el secretario norteamericano del Tesoro plantó una pica en Flandes: exigió disminuir esos desequilibrios “por debajo de cotas específicas, esto es porcentajes de cada producto bruto interno”.<br />
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La propuesta genera ahora una división entre países centrales y emergentes. “Establecer netas cuantitativas será irrealista”, sostuvo Yoshihiko Noda, ministra de hacienda japonesa. Siempre fiel a Estados Unidos, su colega canadiense James Flaherty salió a afirmar que “la idea de Geithner apunta en la dirección correcta y figura desde hace dos semanas en un documento del grupo de los 7. En ese momento Japón la secundaba”.<br />
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Repitiéndose a sí mismo, Geithner –como en septiembre- exigió “no buscar ventajas competitivas debilitando las propias monedas o impidiendo que se revalúen”. Le faltaba sólo nombrar a China y sus aliados en primera línea del G-20. Urgió a “economías con persistente superávit en cuenta corriente a encarar políticas estructurales, fiscales y cambiarias, con el objeto de fomentar la demanda interna”. <br />
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Tampoco lo hace el pacto de Bruselas (miércoles 20). Éste no fue un acuerdo de máxima, como cree el belga Herman van Rompuy, presidente del consejo de la Unión Europea (27 miembros), sino de mínima, según ironiza la prensa británica. El propio encuentro involucraba una fuerza de tareas, o sea sólo ocho de los dieciséis componentes de la Eurozona.<br />
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