Friedman: la crisis en la Unión Europea, vista desde Washington

La génesis de un estado europeo quedó comprometida. Los irlandeses votaron contra el tratado de Lisboa. Un presidente bienal, una cancillería con funciones plenas y más poder para el parlamento peligran por una obsesión: la unanimidad.

19 junio, 2008

<p>En efecto, el proceso constitucional exige consenso entre los veintisiete miembros de la Uni&oacute;n Europea. El rechazo de Eire lo hace zozobrar como, en el intento de 2005/6, lo hicieron franceses y holandeses. Bast&oacute; 54% en contra para desnudar una honda divisi&oacute;n en la isla. En otros pa&iacute;ses, la presencia de minor&iacute;as opositoras puede repetir el caso irland&eacute;s, pues han ratificado el documento s&oacute;lo dieciocho miembros.</p><p>As&iacute;, la UE no producir&aacute; una constituci&oacute;n viable, porque no parece haber coincidencias en cuanto a su necesidad. &ldquo;Como lo demostr&oacute; la guerra civil en Estados Unidos &ndash;apunta George Friedman, analista geopol&iacute;tico allegado al Pent&aacute;gono-, ciertos mecanismos no definidos por consenso pueden llevar a conflictos&rdquo;. En esa oportunidad, el desequilibrio entre poder federal y estados, m&aacute;s la cuesti&oacute;n de la esclavitud (o sea, el subdesarrollo del sur), destrozaron el pa&iacute;s. Hizo falta que el norte ganase y forzara una serie de enmiendas constitucionales.</p><p>Pero las constituciones federales no significan pol&iacute;ticas p&uacute;blicas &ndash;como en Europa o Latinoam&eacute;rica-, sino una concepci&oacute;n com&uacute;n sobre el estado. Quiz&aacute; por ello, &ldquo;la eventual carta europea tambi&eacute;n surgir&aacute; de luchas, pero no convencionales&rdquo;. Durante siglos y hasta 1939/45, a la saz&oacute;n, el continente protagoniz&oacute; una guerra m&aacute;s sangrienta que la anterior; &ldquo;por eso, los estadistas buscaban formas de erradicar la lacra b&eacute;lica&rdquo;. En 1929, el historiador ingl&eacute;s Arnold J.Toynbee la identific&oacute; sagazmente con &ldquo;el nacionalismo de los estados parroquiales, ep&iacute;gonos de imperios medievales frustrados&rdquo;.</p><p>Desde 1945 hasta 1990, el equilibrio de poder y la suerte de Europa estaban en manos de EE.UU. y la Uni&oacute;n Sovi&eacute;tica. Pero el campo de batalla se desplaz&oacute; al llamado tercer mundo, esto es a testaferros de ambas superpotencias y China. Ya en el siglo XXI, se lleg&oacute; a creer que, si se crease una &ldquo;Europa Unida&rdquo;, se esfumar&iacute;an las viejas naciones y las guerras al estilo antiguo. &ldquo;Alemania, Francia y Gran Breta&ntilde;a &ndash;potencias rectoras entre la derrota rusa en Crimea y la II guerra mundial- dejar&iacute;an de constituir riesgos b&eacute;licos&rdquo;.<br /></p>

<p>Era una idea seductora, especialmente para un Pent&aacute;gono absorto en un costoso dislate geopol&iacute;tico, la &ldquo;guerra de las galaxias&rdquo;, ahora transmutado en &ldquo;guerra al terrorismo internacional&rdquo;. Sea como fuere, en la &uacute;ltima posguerra &ldquo;los europeos quer&iacute;an vivir lejos de ideolog&iacute;as y nacionalismos. Aun la Francia de Charles de Gaulle &ndash;sostiene Friedman en su bolet&iacute;n &ldquo;Strategic forecasting&rdquo;-, adalid del estado nacional, no pudo ni quiso emular las exageraciones anteriores a 1940.</p>
<p>La actual UE refleja la decadencia del nacionalismo parroquial, aunque no haya podido desembarazarse de un s&iacute;ntoma: los subsidios a agricultores ineficientes. La &ldquo;modernidad&rdquo; se inici&oacute; en la Comunidad del Carb&oacute;n y el Acero (1948), seis pa&iacute;ses centrados en Francia y Alemania federal. Con los a&ntilde;os, evolucion&oacute; hasta el presente modelo, todav&iacute;a dividido en quince adherentes al euro y doce fuera de la moneda.</p>
<p>Los nuevos problemas surgieron de una UE revelan tres elementos b&aacute;sicos:</p>
<p>1. Una zona de libre comercio con pol&iacute;ticas econ&oacute;micas locales parcialmente sincronizadas, pero condicionadas a estados soberanos.</p>
<p>2. Una compleja burocracia impenetrable, que va desde lo trivial hasta lo en extremo relevante y gest&oacute; un proyecto constitucional de 6.800 p&aacute;ginas que nadie ha le&iacute;do completo.</p>
<p>3. Un euro limitado a quince adherentes, pero un banco central que trata de normar a los veintisiete. Aparece aqu&iacute; un curioso contraste: el BCE intenta unificar la pol&iacute;tica monetaria de pa&iacute;ses soberanos, en tanto la Reserva Federal mantiene trece bancos para atender cincuenta estados con alto grado de autonom&iacute;a (justamente, lo que la UE no ha logrado formar).</p>
<p>&ldquo;Si Irlanda no hubiese rechazado el tratado, estar&iacute;a ya gest&aacute;ndose un conjunto de protoinstituciones, especie de estado unido, objeto de los referendos&rdquo;. Francia, Alemania, Espa&ntilde;a, Italia, Chequia, Hungr&iacute;a, Eslovenia o el Benelux desean llegar a esa neta. La actitud de Gran Breta&ntilde;a (no adhiere al euro) es ambigua. Pero hay inc&oacute;gnitas, verbigracia Dinamarca, Finlandia, las rep&uacute;blicas b&aacute;lticas, Polonia, Rumania y Bulgaria.</p>
<p>A criterio de Friedman, &ldquo;queda claro que no hay unanimidad sobre la constituci&oacute;n europea. Esencialmente en cuanto a relaci&oacute;n entre estados locales y gobierno federal. Es probable que los europeos hayan logrado todo lo que deseaban. S&oacute;lo les restar&iacute;a ampliar el uso del euro a toda la regi&oacute;n&rdquo;. Esto involucra abandonar las imposibles metas de Maastricht, flexibilizar el BCE, jubilar a Jean-Claude Trichet y enviar un ultim&aacute;tum a Gran Breta&ntilde;a.</p>
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