Francisco impulsa esperanza y optimismo

No se esperan soluciones mágicas. Pero comienza un proceso paulatino con tres actores principales: el Papa y los presidentes Barack Obama y Raúl Castro.

20 septiembre, 2015

Hasta ahora el programa se desarrolla sin mayores sorpresas. Con inmenso fervor popular, la Plaza de la Revolución colmada fue el escenario de la misa y el sermón del Papa Francisco en la primer parte de su visita a Cuba. Hubo advertencias para todos: a favor del espíritu de reconciliación y del llamado a servir al prójimo, que “no es nunca ideológico”, remarcó. Pero también se ocupó de recordar de “no servir en beneficio propio”.

El artífice de la reconciliación entre la isla y Estados Unidos, después de 50 años de bloqueo comercial y nulas relaciones entre ambos países, cosechó afecto y agradecimiento.

Su tarea pastoral, misionera, seguramente abrirá más el camino de la actividad que le será permitido a la Iglesia católica en el régimen de los hermanos Castro. Lo que era, en verdad, su propósito más inmediato y explícito.

No faltó la visita a Fidel, con quien –según los voceros- se habló extensamente del medio ambiente y de los grandes problemas mundiales. Simultáneamente, en Estados Unidos se dieron a conocer una serie de medidas destinadas a liberar el comercio entre ambas partes.

Pero la verdadera parte del recorrido comenzará mañana,martes, cuando Francisco arribe a Estados Unidos y hable ante ambas cámaras del Congreso, un honor que se concede inusualmente.

Luego seguirá el encuentro a solas del Papa con el presidente Barack Obama. Poco después, Raúl Castro hablará ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, (donde con seguridad pedirá una condena generalizada al embargo, pero esta vez en un entorno diferente). Una secuencia de acontecimientos destinada, naturalmente, a traer consecuencias.

Es ese papel de garante de la normalización de las relaciones bilaterales y su defensa sóolida de los derechos humanos en la isla, lo que facilita que la Casa Blanca pida al Congreso que se levante el embargo comercial sobre la isla.

No habrá soluciones mágicas, pero sí un impulso de esperanza y entusiasmo por cambios positivos en el régimen de La Habana.

La intervención papal le da un nuevo y significativo rol a Cuba en los asuntos internacionales, a pesar del poco peso específico del país. Y ayuda en el proceso de remover los obstáculos comerciales. Pero que quede claro; nadie espera una súbita reversión a la situación existente antes de Castro. Será un laborioso camino plagado de incidentes y dificultades.

Pero Francisco ha logrado ponerlo en marcha, y eso es lo que más se valora en los círculos politicos estadounidenses.

Ante el Congreso, el Papa abogará desde la perspectiva ética y moral sobre los beneficios del compromiso y la reanudación de las relaciones, por encima del aislamiento y las sanciones, desde su amplia perspectiva de piedad y olvido.

Lo que es evidente es que la iniciativa del deshielo se ha convertido en un tema con alta popularidad y adhesión entre los votantes estadounidenses (lo mismo que con los ciudadanos cubanos). Igual sentimiento recorre a casi todos los países latinoamericanos, gobiernos y pueblos.

Habrá avances en las próximas semanas y meses, pero es inevitable que primero haya una ley del Congreso estadounidense derogando medidas existentes. Mientras tanto, el Papa y los presidentes Obama y Castro son agentes del cambio paulatino y positivo.

 

 

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