Forrados de petrodólares, los jeques del golfo salen de compras

Políticamente más peligrosos que los chinos, los clanes feudales satélites de Saudiarabia han abandonado sus estrategias conservadoras. Olvidando que el Corán veda la usura, tratan de controlar mercados bursátiles en Occidente.

27 agosto, 2007

Pero ¿por qué un reducto de ortodoxia sunní como al-Qa’eda los deja en paz? Sencillo: vía la familia Bin Laden –originaria de Yemen pero fuerte en la corte saudí-, le llegan a Osama puntuales diezmos. Sin excluir armas y pertrechos destinados mayormente a Afganistán y Pakistán.

Quien hizo punta en la “occidentalización financiera” es Badar as-Sa’ad, emir de Kuweit, vía su propia comisión de valores e inversiones (KIA, Kuweit investment authority; no confundir con la automotriz surcoreana). Hasta no hace mucho e igual que Beijing, Tokio, Taiwán y Seul, los kuweitíes colocaban petrodólares en letras de Tesorería norteamericana. Ya no. Entre otros motivos, porque ese pequeño país, Bahréin, Qatar, Omán y la Unión de emiratos (Dubái, Abú Dhabí, Fudyaira, Shardyá, Ad’mán, Um kawéin, Dibá) están alejándose de activos en dólares, rumbo al euro, el yen, etc.

Mientras duren las reservas de hidrocarburos en la península, sus estados feudales continuarán acumulando plata dulce. Según estimaciones suizas, el grupo (inclusive Saudiarabia y Yemén) dispone de US$ 1,5 billones. Esto lo pone algo por encima de China. Pero, a diferencia de ésta y sus objetivos geopolíticos de largo aliento, los árabes buscan –en esta fase- controlar bolsas, flujos de capital financiero, tasas y hasta paridades cambiarias.

Por el momento, la crisis hipotecaria –que empieza a golpear también en España- y la iliquidez global frenan un tanto esos proyectos (particularmente los concernientes a bienes raíces) , sobre los cuales no hay jeque ni emir que abra la boca. Tampoco se observan señales de alarma en un objetivo potencial de al-Qa’eda y sus financiantes islámicos, Israel. La “moderada” KIA, sola, administra un fondo de US$ 210.000 millones, algo superior a los 200.000 millones de su contracara estatal china.

A fines de 2006, as-Sa’ad advirtió que la composición de su cartera era de suyo un riesgo. En efecto, había 28% en acciones, 17% en fondos extrabursátiles (dedicados a compras apalancadas), 20% en valores inmobiliarios y el resto (35%) en letras estadoundienses. ¿Por qué? Porque el emir había estado años copiando modelos inversores comunes a “universidades especulativas” como Harvard, Yale –cuyo perfil era idéntico al de Kuweit- o Stanford, tres pioneras en apuestas institucionales.

El emir sostiene que su cartera ha deparado retornos de 11,4% en 2005 y 13,2% en 2006. Pero, ahora, debe cambiar la mezcla de activos, pues los mercados globales se mueven en dirección opuesta, tal como denotan los apuros de liquidez sufridos por grandes bancos y firmas de valores occidentales. El caso de Qatar es ilustrativo: puso US$ 24.000 millones para tomar la cadena británica de supermercados J.Sainsbury pero, antes, había perdido una batalla por US$ 16.000 millones para adquirir Thames Water, compañìa de servicios públicos.

Mientras tanto, jeques y emires empiezan a sospechar que les convendría orientar carteras hacia Asia meridional, oriental y sudoriental. Pero, precisamente ahora, circulan rumores sobre interés chino y singapurés en Wal-Mart Stores.

Pero ¿por qué un reducto de ortodoxia sunní como al-Qa’eda los deja en paz? Sencillo: vía la familia Bin Laden –originaria de Yemen pero fuerte en la corte saudí-, le llegan a Osama puntuales diezmos. Sin excluir armas y pertrechos destinados mayormente a Afganistán y Pakistán.

Quien hizo punta en la “occidentalización financiera” es Badar as-Sa’ad, emir de Kuweit, vía su propia comisión de valores e inversiones (KIA, Kuweit investment authority; no confundir con la automotriz surcoreana). Hasta no hace mucho e igual que Beijing, Tokio, Taiwán y Seul, los kuweitíes colocaban petrodólares en letras de Tesorería norteamericana. Ya no. Entre otros motivos, porque ese pequeño país, Bahréin, Qatar, Omán y la Unión de emiratos (Dubái, Abú Dhabí, Fudyaira, Shardyá, Ad’mán, Um kawéin, Dibá) están alejándose de activos en dólares, rumbo al euro, el yen, etc.

Mientras duren las reservas de hidrocarburos en la península, sus estados feudales continuarán acumulando plata dulce. Según estimaciones suizas, el grupo (inclusive Saudiarabia y Yemén) dispone de US$ 1,5 billones. Esto lo pone algo por encima de China. Pero, a diferencia de ésta y sus objetivos geopolíticos de largo aliento, los árabes buscan –en esta fase- controlar bolsas, flujos de capital financiero, tasas y hasta paridades cambiarias.

Por el momento, la crisis hipotecaria –que empieza a golpear también en España- y la iliquidez global frenan un tanto esos proyectos (particularmente los concernientes a bienes raíces) , sobre los cuales no hay jeque ni emir que abra la boca. Tampoco se observan señales de alarma en un objetivo potencial de al-Qa’eda y sus financiantes islámicos, Israel. La “moderada” KIA, sola, administra un fondo de US$ 210.000 millones, algo superior a los 200.000 millones de su contracara estatal china.

A fines de 2006, as-Sa’ad advirtió que la composición de su cartera era de suyo un riesgo. En efecto, había 28% en acciones, 17% en fondos extrabursátiles (dedicados a compras apalancadas), 20% en valores inmobiliarios y el resto (35%) en letras estadoundienses. ¿Por qué? Porque el emir había estado años copiando modelos inversores comunes a “universidades especulativas” como Harvard, Yale –cuyo perfil era idéntico al de Kuweit- o Stanford, tres pioneras en apuestas institucionales.

El emir sostiene que su cartera ha deparado retornos de 11,4% en 2005 y 13,2% en 2006. Pero, ahora, debe cambiar la mezcla de activos, pues los mercados globales se mueven en dirección opuesta, tal como denotan los apuros de liquidez sufridos por grandes bancos y firmas de valores occidentales. El caso de Qatar es ilustrativo: puso US$ 24.000 millones para tomar la cadena británica de supermercados J.Sainsbury pero, antes, había perdido una batalla por US$ 16.000 millones para adquirir Thames Water, compañìa de servicios públicos.

Mientras tanto, jeques y emires empiezan a sospechar que les convendría orientar carteras hacia Asia meridional, oriental y sudoriental. Pero, precisamente ahora, circulan rumores sobre interés chino y singapurés en Wal-Mart Stores.

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