El encomillado proviene de un estudio publicado por la Fundación de Investigaciones pro Desarrollo Económico (FIDE). La segunda idea fue expuesta, tiempo antes, por el economista Roberto Frenkel. Ambos planteos remiten a los formulados por Paul Krugman, Jeffrey Sachs, Michael Mussa (ex funcionario del FMI) y Paul Wolfowitz, antes de ser impuesto por Washington como presidente del Banco Mundial.
Obviamente, en Buenos Aires y a diferencia de otros tiempos, “se ha instalado –señala la entidad presidida por Héctor W.Valle- la impresión de que un fracaso en acordar con el Fondo –por ser inaceptables sus exigencias- no será traumático. Es previsible que los ‘mercados’ apenas se inquieten”. Sólo lo harán medios y culumnistas que responden a ciertas bancas o a algún candidato de derechas.
Así ocurre con un agresivo “informe reservado” de Union des Banques Suisses, que firma el analista Javier Kulesz. Partiendo del aumento en la inflación minorista, predice malos tiempos, no sin cierta delectación. Similar actitud muestran JP Morgan y Santander Central Hispano.
Volviendo al Fondo, “seguir sin acuerdo no incidirá en expectativas de producciòn, inversión o exportaciones. Ello no supone –advierte FIEL- ignorar ciertas señales amarillas; tales como una inflación a mayor ritmo que el esperado, menor respuesta del empleo al crecimiento (rasgo en común con Estados Unidos, de paso)” y otros rezagos. Igual ocurre con la menor incidencia de la producción en el aumento del producto bruto interno durante el primer trimestre.
Pero, aun ante esas señales, existe “generalizado consenso en cuanto a que, si el país adoptase las recetas del Fondo (como solía hacerlo), sería un desastre”. En efecto, tras “más de dos años con buenos indicadores macroeconómicos, ya no circunstanciales, existe la convicción de que, con el esquema ideológico del Fondo, volverían crisis como la de 2001/2”. O como la que atraviesa hoy Brasil,donde los salarios congelados no deparan los éxitos augurados por la entidad (así como una actualización no desataría la inflación local).
No obstante, también queda claro que, “sin un programa de desarrollo industrial y mejor equidad distributiva, no podrá garantirse el sostén de esta buena coyuntura en el mediano plazo”. Este tipo de reparos apunta –como señalan otros análisis- a la falta de señales claras en el entorno político de Néstor Kirchner, más ocupado en grescas electorales ajenas al interés público que en temas de fondo.
Ahora bien, FIDE sostiene que el gobierno persiste en “no tornar explícito un programa de largo plazo y afrontar la instrumentación de políticas keinesianas”. Parecida actitud muestra Frenkel, mientras el máximo pensador estructuralista del paìs, Aldo Ferrer, pierde tiempo en candidaturas ocasionales y el “grupo fénix” se diluye.
Hace poco, el FMI difundió un análisis de la situación local, “muy poco novedoso que, en última instancia, evidencia nuevamente la defensa de intereses creados que guía a la entidad. En esa ocasión, tal es la preeminencia de éstos sobre cualquier evaluación objetiva, que se llega a opiniones cercanas al desvarío”. Característica habitual en Anup Singh o Thomas Dawson.
A criterio del informe, el FMI “se contrapone a señales macroeconómicas, por el hecho de ser frutos de políticas cuya heterodoxia le es inaceptable. Pero nada es para siempre y no cabe descartar algunas modificaciones, especialmente si el organismo mantiene su rigidez”, cosa probable mientras siga al frente Rodrigo Rato.
Tal vez tenga razón Mario Bléjer, ex presidente del banco central, y tanta dureza sea apenas una táctica frente a una negociación que se espera difícil. Eso, presume FIDE, “sería una conducta más propia de tenderos (sic) que de un organismo multilateral serio”. En rigor, su actitud se cifra en “mostrar a quienes no iugresaron al canje y a países originarios de empresas privatizadas que todavía hace ‘lobby’ en su favor”. Aunque venga fracasando desde 2003.
En lo tocante a exigencias fondistas, “es fácil prever las consecuencias de combinar un superávit primario de 5% sobre el PBI con la revaluación del peso –o sea, un tipo normal de 2,50 por dólar-, la supresión de retenciones y la liberación de tarifas para servicios públicos. Todo eso sumado a la eliminación de controles a capitales especulativos de cortísimo plazo. En semanas, se derrumbarían la actividad y el empleo, lo cual generaría presiones inflacionarias, tensiones sociales, fuga de fondo y descalabros en el sistema financiero”. Exactamente lo que el Fondo, sus voceros y aliados políticos locales afirman querer evitar.
Precisamente, es lo sucede hoy en el socio dominante del Mercosur y varios medios soslayan cuidadosamente, cargando las tintas en una crisis por corruptelas políticas. “Argentina parece bien vacunada contra esos riesgos”, apunta el trabajo, “y las imágenes económicas de Brasil ayudan bastante”.
El encomillado proviene de un estudio publicado por la Fundación de Investigaciones pro Desarrollo Económico (FIDE). La segunda idea fue expuesta, tiempo antes, por el economista Roberto Frenkel. Ambos planteos remiten a los formulados por Paul Krugman, Jeffrey Sachs, Michael Mussa (ex funcionario del FMI) y Paul Wolfowitz, antes de ser impuesto por Washington como presidente del Banco Mundial.
Obviamente, en Buenos Aires y a diferencia de otros tiempos, “se ha instalado –señala la entidad presidida por Héctor W.Valle- la impresión de que un fracaso en acordar con el Fondo –por ser inaceptables sus exigencias- no será traumático. Es previsible que los ‘mercados’ apenas se inquieten”. Sólo lo harán medios y culumnistas que responden a ciertas bancas o a algún candidato de derechas.
Así ocurre con un agresivo “informe reservado” de Union des Banques Suisses, que firma el analista Javier Kulesz. Partiendo del aumento en la inflación minorista, predice malos tiempos, no sin cierta delectación. Similar actitud muestran JP Morgan y Santander Central Hispano.
Volviendo al Fondo, “seguir sin acuerdo no incidirá en expectativas de producciòn, inversión o exportaciones. Ello no supone –advierte FIEL- ignorar ciertas señales amarillas; tales como una inflación a mayor ritmo que el esperado, menor respuesta del empleo al crecimiento (rasgo en común con Estados Unidos, de paso)” y otros rezagos. Igual ocurre con la menor incidencia de la producción en el aumento del producto bruto interno durante el primer trimestre.
Pero, aun ante esas señales, existe “generalizado consenso en cuanto a que, si el país adoptase las recetas del Fondo (como solía hacerlo), sería un desastre”. En efecto, tras “más de dos años con buenos indicadores macroeconómicos, ya no circunstanciales, existe la convicción de que, con el esquema ideológico del Fondo, volverían crisis como la de 2001/2”. O como la que atraviesa hoy Brasil,donde los salarios congelados no deparan los éxitos augurados por la entidad (así como una actualización no desataría la inflación local).
No obstante, también queda claro que, “sin un programa de desarrollo industrial y mejor equidad distributiva, no podrá garantirse el sostén de esta buena coyuntura en el mediano plazo”. Este tipo de reparos apunta –como señalan otros análisis- a la falta de señales claras en el entorno político de Néstor Kirchner, más ocupado en grescas electorales ajenas al interés público que en temas de fondo.
Ahora bien, FIDE sostiene que el gobierno persiste en “no tornar explícito un programa de largo plazo y afrontar la instrumentación de políticas keinesianas”. Parecida actitud muestra Frenkel, mientras el máximo pensador estructuralista del paìs, Aldo Ferrer, pierde tiempo en candidaturas ocasionales y el “grupo fénix” se diluye.
Hace poco, el FMI difundió un análisis de la situación local, “muy poco novedoso que, en última instancia, evidencia nuevamente la defensa de intereses creados que guía a la entidad. En esa ocasión, tal es la preeminencia de éstos sobre cualquier evaluación objetiva, que se llega a opiniones cercanas al desvarío”. Característica habitual en Anup Singh o Thomas Dawson.
A criterio del informe, el FMI “se contrapone a señales macroeconómicas, por el hecho de ser frutos de políticas cuya heterodoxia le es inaceptable. Pero nada es para siempre y no cabe descartar algunas modificaciones, especialmente si el organismo mantiene su rigidez”, cosa probable mientras siga al frente Rodrigo Rato.
Tal vez tenga razón Mario Bléjer, ex presidente del banco central, y tanta dureza sea apenas una táctica frente a una negociación que se espera difícil. Eso, presume FIDE, “sería una conducta más propia de tenderos (sic) que de un organismo multilateral serio”. En rigor, su actitud se cifra en “mostrar a quienes no iugresaron al canje y a países originarios de empresas privatizadas que todavía hace ‘lobby’ en su favor”. Aunque venga fracasando desde 2003.
En lo tocante a exigencias fondistas, “es fácil prever las consecuencias de combinar un superávit primario de 5% sobre el PBI con la revaluación del peso –o sea, un tipo normal de 2,50 por dólar-, la supresión de retenciones y la liberación de tarifas para servicios públicos. Todo eso sumado a la eliminación de controles a capitales especulativos de cortísimo plazo. En semanas, se derrumbarían la actividad y el empleo, lo cual generaría presiones inflacionarias, tensiones sociales, fuga de fondo y descalabros en el sistema financiero”. Exactamente lo que el Fondo, sus voceros y aliados políticos locales afirman querer evitar.
Precisamente, es lo sucede hoy en el socio dominante del Mercosur y varios medios soslayan cuidadosamente, cargando las tintas en una crisis por corruptelas políticas. “Argentina parece bien vacunada contra esos riesgos”, apunta el trabajo, “y las imágenes económicas de Brasil ayudan bastante”.