FMI: la crisis hipotecaria costará unos US$ 945.000 millones

Según estadísticas del Fondo Monetario Internacional, las pérdidas contables y financieras derivadas de malas hipotecas en Estados Unidos alcanzará US$ 945.000 millones. Peligrosamente cercana al billón, es un caso de “fracaso colectivo”.

9 abril, 2008

La continua baja de precios inmobiliarios y el aumento de morosos e incobrables, por sí solos, determinarán quebrantos por US$ 565.000 millones, Así estima el informe anual sobre estabilidad financiera global, difundido este martes en Washington. El otro monto incluye títulos y obligaciones comerciales ligados a bienes raíces, amén de préstamos a deudores insolventes, tanto individuos como sociedades.

El trabajo del Fondo señala que lo peor del apriete crediticio aún no ha llegado, contra lo que suponían el lunes gurúes en Tokio, Fráncfort, Londres y NuevaYork. Hasta marzo, en efecto, bancos y firmas de valores occidentales han depreciado o liquidado activos por US$ 232.000 millones. A raíz de eso, las instancias reguladoras presionan para que el sector privado busque capitales fresco, con el objeto de frenar el deterioro de balances y del crecimiento económico.

“Las actuales turbulencias son algo más que problemas de liquidez. Por el contrario –apunta el documento-, reflejan profundas fragilidades contables y débiles bases de capital. Entonces, los efectos serán aun más amplios, hondos y recurrentes, por lo cual comportan riesgos de continuar durante un lapso considerable”.

El diagnóstico aparece en vísperas de la asamblea semestral FMI-Banco Mundial y cerca de una reunión preparatoria (Grupo de los 7) citada para el viernes 11. Todavía bajo el módico Rodrigo Rato, hace justo un año el Fondo predecía que la doble crisis tendría consecuencias acotadas y de debía “falta de comprensión sobre riesgos involucrados en ciertos instrumentos financieros”.

Con Dominique Strauss-Kahn en el timón, se acabaron los eufemismos típicos de la alta burocracia fondista. Por ende, hoy las proyecciones del FMI superan a las de bancas y analistas privados. Verbigracia, los US$ 600.000 millones que presumía, en febrero, Union des Banques Suisses. “Los gobiernos debieran preparar planes contingentes –sostiene el documento- para afrontar grandes masas de activos deteriorados, si las depreciaciones conducen a una dinámica rupturista en la economía real”. Curiosamente, los técnicos sólo se acuerdan de los países en desarrollo en relación con el dólar débil y las supuestas presiona inflacionarias en ese grupo.

En el pasado, el organismo “no ha señalado con bastante énfasis una serie de peligros asociados al colapso de malas hipotecas y sus efectos en el sistema financiero”, admitía Strauss-Kahn, en clara alusión a su desangelado antecesor. Por cierto, en abril de 2007, el FMI afirmaba: “no existen serias amenazas de tipo sistémico. La titulización de hipotecas secundarias no implicará pérdidas relevantes”. Lo único positivo es otro fenómeno imprevisto: el desacople de mercados asiáticos, latinoamericanos y ruso respecto de las crisis en economías centrales.

La continua baja de precios inmobiliarios y el aumento de morosos e incobrables, por sí solos, determinarán quebrantos por US$ 565.000 millones, Así estima el informe anual sobre estabilidad financiera global, difundido este martes en Washington. El otro monto incluye títulos y obligaciones comerciales ligados a bienes raíces, amén de préstamos a deudores insolventes, tanto individuos como sociedades.

El trabajo del Fondo señala que lo peor del apriete crediticio aún no ha llegado, contra lo que suponían el lunes gurúes en Tokio, Fráncfort, Londres y NuevaYork. Hasta marzo, en efecto, bancos y firmas de valores occidentales han depreciado o liquidado activos por US$ 232.000 millones. A raíz de eso, las instancias reguladoras presionan para que el sector privado busque capitales fresco, con el objeto de frenar el deterioro de balances y del crecimiento económico.

“Las actuales turbulencias son algo más que problemas de liquidez. Por el contrario –apunta el documento-, reflejan profundas fragilidades contables y débiles bases de capital. Entonces, los efectos serán aun más amplios, hondos y recurrentes, por lo cual comportan riesgos de continuar durante un lapso considerable”.

El diagnóstico aparece en vísperas de la asamblea semestral FMI-Banco Mundial y cerca de una reunión preparatoria (Grupo de los 7) citada para el viernes 11. Todavía bajo el módico Rodrigo Rato, hace justo un año el Fondo predecía que la doble crisis tendría consecuencias acotadas y de debía “falta de comprensión sobre riesgos involucrados en ciertos instrumentos financieros”.

Con Dominique Strauss-Kahn en el timón, se acabaron los eufemismos típicos de la alta burocracia fondista. Por ende, hoy las proyecciones del FMI superan a las de bancas y analistas privados. Verbigracia, los US$ 600.000 millones que presumía, en febrero, Union des Banques Suisses. “Los gobiernos debieran preparar planes contingentes –sostiene el documento- para afrontar grandes masas de activos deteriorados, si las depreciaciones conducen a una dinámica rupturista en la economía real”. Curiosamente, los técnicos sólo se acuerdan de los países en desarrollo en relación con el dólar débil y las supuestas presiona inflacionarias en ese grupo.

En el pasado, el organismo “no ha señalado con bastante énfasis una serie de peligros asociados al colapso de malas hipotecas y sus efectos en el sistema financiero”, admitía Strauss-Kahn, en clara alusión a su desangelado antecesor. Por cierto, en abril de 2007, el FMI afirmaba: “no existen serias amenazas de tipo sistémico. La titulización de hipotecas secundarias no implicará pérdidas relevantes”. Lo único positivo es otro fenómeno imprevisto: el desacople de mercados asiáticos, latinoamericanos y ruso respecto de las crisis en economías centrales.

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