FMI: al fin, una investigación interna por Argentina

Tras más de un año de amagues y la denuncia formal de Michael Mussa, ampliada por Joseph Stiglitz en un libro, el Fondo Monetario investigará errores y irregularidades en los tratos con Argentina desde 1990. Una decisión forzada por el G-7.

7 febrero, 2002

Pronósticos equivocados, actitudes poco claras en la cúpula,
recetas contraproducentes y tolerancia a la “contabilidad creativa”,
especialmente durante la primera gestión de Domingo F. Cavallo, (1990/6)
y su sucesor, Roque Fernández (1996/9), figuran entre los temas a analizar.
El miércoles, la Oficina de Evaluaciones Independientes (OEI) incluyó
un sumario sobre Argentina en el programa para el ejercicio financiero 2003
de la entidad (empieza en mayo próximo y termina en abril de 2004).

Primero la recesión iniciada en 1995, luego la depresión desde
1999 y, por fin, la crisis sistémica en 2001 han planteado demasiados
interrogantes sobre la eficacia del FMI ante problemas estructurales en economías
emergentes, periféricas y del ex bloque soviético. Argentina se
considera un caso especial, aun por parte de quienes no aceptan críticas
al Fondo (el econometrista Kenneth Rogoff).

Entre 1991 y 1997, en efecto, los técnicos fondistas aceptaban como buenas
las cuentas de Cavallo, Fernández y Pedro Pou (Banco Central), entre
otros. Aun admitiendo cierto grado de “contabilidad creativa” -definición
de Stanley Fischer, segunda autoridad luego de Michel Camdessus en esa época-,
el FMI apoyó constantemente el programa de convertibilidad y su aspecto
más peligroso e innecesario, la paridad fija de 1 a 1 con el dólar.

Además, solía presentarse a la Argentina como “alumna ejemplar”
y “success story”. Esta actitud impidió vislumbrar una crisis
latente desde 1996, que al fin estalló en 2001 por ineptitud política
del gobierno y las dirigencias locales.
La tarea de la OEI se centrará en programas y ajustes en 1991-2001, con
especial énfasis en los de 2000 y 2001.

Según observadores británicos, alemanes y franceses, esto fue
virtualmente exigido por el Grupo de los Siete (las potencias económicas).
Otros analistas sospechan que las investigaciones han sido impuestas desde Washington
por funcionarios adversos a la propia continuación del Fondo tal como
es hoy. Este sector incluye a Anne Krueger y otros expertos que vienen abogando
por crear la figura de “quiebra soberana”.

Pronósticos equivocados, actitudes poco claras en la cúpula,
recetas contraproducentes y tolerancia a la “contabilidad creativa”,
especialmente durante la primera gestión de Domingo F. Cavallo, (1990/6)
y su sucesor, Roque Fernández (1996/9), figuran entre los temas a analizar.
El miércoles, la Oficina de Evaluaciones Independientes (OEI) incluyó
un sumario sobre Argentina en el programa para el ejercicio financiero 2003
de la entidad (empieza en mayo próximo y termina en abril de 2004).

Primero la recesión iniciada en 1995, luego la depresión desde
1999 y, por fin, la crisis sistémica en 2001 han planteado demasiados
interrogantes sobre la eficacia del FMI ante problemas estructurales en economías
emergentes, periféricas y del ex bloque soviético. Argentina se
considera un caso especial, aun por parte de quienes no aceptan críticas
al Fondo (el econometrista Kenneth Rogoff).

Entre 1991 y 1997, en efecto, los técnicos fondistas aceptaban como buenas
las cuentas de Cavallo, Fernández y Pedro Pou (Banco Central), entre
otros. Aun admitiendo cierto grado de “contabilidad creativa” -definición
de Stanley Fischer, segunda autoridad luego de Michel Camdessus en esa época-,
el FMI apoyó constantemente el programa de convertibilidad y su aspecto
más peligroso e innecesario, la paridad fija de 1 a 1 con el dólar.

Además, solía presentarse a la Argentina como “alumna ejemplar”
y “success story”. Esta actitud impidió vislumbrar una crisis
latente desde 1996, que al fin estalló en 2001 por ineptitud política
del gobierno y las dirigencias locales.
La tarea de la OEI se centrará en programas y ajustes en 1991-2001, con
especial énfasis en los de 2000 y 2001.

Según observadores británicos, alemanes y franceses, esto fue
virtualmente exigido por el Grupo de los Siete (las potencias económicas).
Otros analistas sospechan que las investigaciones han sido impuestas desde Washington
por funcionarios adversos a la propia continuación del Fondo tal como
es hoy. Este sector incluye a Anne Krueger y otros expertos que vienen abogando
por crear la figura de “quiebra soberana”.

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