Finalmente, Berlusconi renunció y trata de formar otro gobierno

Ante una crisis agravada por sus maniobras de bajo vuelo, Silvio Berlusconi dimitió e intenta reconstruir una coalición debilitada por derrotas electorales y serios problemas económicos. No obstante, queda en manos de Ciampi.

21 abril, 2005

El miércoles por la noche, el primer ministro finalmente entregó la renuncia al presidente de la república, Carlo Azeglio Ciampi. Acto seguido reiteró que integrará un nuevo gabinete de inmediato. Algunos observadores temen que esto seas apenas otra intentona para recobrar la iniciativa. Sea como fuere, las declaraciones en el Senado estaban dirigidas hacia miembros de su propia coalición que resistían a acompañarlo.

El nuevo problema que afronta Berlusconi es Ciampi. Según determina la constitución, se ha abierto el miércoles una fase de consulta a todos los partidos representados en el parlamento, no sólo a los aliados del ex primer ministro. Su objeto es ver si el aspirante a formar gabinete cuenta con apoyo de una mayoría calificada. De lo contrario, el presidente deberá encomendar a otro la tarea, algo que debe ocurrir ya mismo, salvo si se posterga por la asunción del pontífice.

A primera vista, Berlusconi tendría gran parte de los votos de su propia coalición, “Casa delle libertà”. Pero, en tanto, los disidentes hasta ayer –UDC y AN, o sea Marco Follini y Gianfranco Fini- se reacercaban, la Liga norte (Umberto Bossi) dejaba de ser incondicional. ¿Por qué? Porque el nuevo programa se centra en el déficit fiscal, el estancamiento económico, las pyme y el sur. Ergo, margina una obsesión de la liga: la “restitución” de autonomías regionales al norte del Po. Por su parte, Romano Prodi –el referente opositior más prestigioso, dentro o fuera de Italia- exigía anticipar elecciones, pues “la amplia derrota oficialista en las regionales señala que la ciudadanía ya no confía en esa coalición”.

Esta fase del lío data del martes, cuando, harto de las maniobras del primer ministro, el canciller Gianfranco Fini amenazó sacar su partido neofascista de la coalición. La crisis parecía inmanejable. En lo que llamó “semiultimátum”, Fini anunció que la Alianza nacional (neofascista) acompañaría a la Unión democristiana (derecha clerical) de Follini.

El miércoles parecía que le quedasen al “premier” la Liga Norte (hasta ahora controlada por Bossi, incondicional al amo de Mediaset) y Forza Italia, un rejunte creado por el propio Berlusconi, donde empezaban a surgir señales de descontento, pues fue la que más perdió en los recientes comicios.

El lunes, el primer ministro se había comprometido a dimitir, con objeto de formar otro gabinete y consolidar la coalición de derecha. Pero el riesgo de que el presidente Ciampi le transfiriese la misión a otro –probablemente a Fini- lo hizo desconocer un acuerdo con sus propios aliados.

El dueño de la Milan quiere cumplir cinco años en el poder (hoy lleva cuatro). Eso nunca había ocurrido en la Italia posterior a 1943. Pero sus presentes apuros derivan de una inédita derrota en las elecciones regionales, que transluce dos años de deterioro político y personal. Entretanto, fiscales y jueces esperan que pierda inmunidades para someterlo a dos o tres procesos por corrupción, relacionados con sus negocios privados y causas que datan de los años 90.

La semana pasada, la UDC rompió con el gobierno. Su jefe y viceprimer ministro, Follini, dimitó llevándose consigo cuatro ministros. Entre ellos, el pintoresco Rocco Buttiglione, católico ultramontano que perdió un cargo en la Comisión Europea por decir barbaridades antifeministas ante el parlamento de la UE. El lunes hubo una reunión de urgencia entre Berlusconi y líderes de partidos remanentes en la coalición. A su término, Fini anticipó la renuncia del primer ministro y el resto del gabinete.

Pero, de pronto, el “premier” le dijo al presidente que había resuelto lo contrario de lo indicado por Fini. Repitiendo una audaz jugada hecha en 1994, Berlusconi trataba de ser ratificado por el parlamento, remplazar a los dimitentes y seguir hasta 2006. A su favor, en teoría, tenía una “mayoría de papel”, que desde 2003 ya no refleja el mapa electoral. Esto se parece un poco a las bancadas radicales en el congreso argentino, que ya no representan los votos obtenidos años atrás, pero se aferran a los sillones.

En ese momento, el millonario ex cantante melódico –procesado por la justicia- llevaba a un extremo la crisis desatada a principios de abril. Los días 3 y 4, el oficialismo perdió en once de trece regiones. La oposición, pues, controla dieciséis de veinte.

Fini reprochó a Berlusconi “mandarme a dar la cara y después desdecirte”. Desde la otra punta del espectro, Piero Fassino (demócrata de izquierda) afirmó “esto se convierte en una farsa obscena”. Según ejecutivos de Confindustria, su presidente Luca Montezemolo –también encabeza Fiat SpA- usó en privado casi los mismos términos. El empresariio había estado entre los primeros en sugerir la dimisión del primer ministro.

El miércoles por la noche, el primer ministro finalmente entregó la renuncia al presidente de la república, Carlo Azeglio Ciampi. Acto seguido reiteró que integrará un nuevo gabinete de inmediato. Algunos observadores temen que esto seas apenas otra intentona para recobrar la iniciativa. Sea como fuere, las declaraciones en el Senado estaban dirigidas hacia miembros de su propia coalición que resistían a acompañarlo.

El nuevo problema que afronta Berlusconi es Ciampi. Según determina la constitución, se ha abierto el miércoles una fase de consulta a todos los partidos representados en el parlamento, no sólo a los aliados del ex primer ministro. Su objeto es ver si el aspirante a formar gabinete cuenta con apoyo de una mayoría calificada. De lo contrario, el presidente deberá encomendar a otro la tarea, algo que debe ocurrir ya mismo, salvo si se posterga por la asunción del pontífice.

A primera vista, Berlusconi tendría gran parte de los votos de su propia coalición, “Casa delle libertà”. Pero, en tanto, los disidentes hasta ayer –UDC y AN, o sea Marco Follini y Gianfranco Fini- se reacercaban, la Liga norte (Umberto Bossi) dejaba de ser incondicional. ¿Por qué? Porque el nuevo programa se centra en el déficit fiscal, el estancamiento económico, las pyme y el sur. Ergo, margina una obsesión de la liga: la “restitución” de autonomías regionales al norte del Po. Por su parte, Romano Prodi –el referente opositior más prestigioso, dentro o fuera de Italia- exigía anticipar elecciones, pues “la amplia derrota oficialista en las regionales señala que la ciudadanía ya no confía en esa coalición”.

Esta fase del lío data del martes, cuando, harto de las maniobras del primer ministro, el canciller Gianfranco Fini amenazó sacar su partido neofascista de la coalición. La crisis parecía inmanejable. En lo que llamó “semiultimátum”, Fini anunció que la Alianza nacional (neofascista) acompañaría a la Unión democristiana (derecha clerical) de Follini.

El miércoles parecía que le quedasen al “premier” la Liga Norte (hasta ahora controlada por Bossi, incondicional al amo de Mediaset) y Forza Italia, un rejunte creado por el propio Berlusconi, donde empezaban a surgir señales de descontento, pues fue la que más perdió en los recientes comicios.

El lunes, el primer ministro se había comprometido a dimitir, con objeto de formar otro gabinete y consolidar la coalición de derecha. Pero el riesgo de que el presidente Ciampi le transfiriese la misión a otro –probablemente a Fini- lo hizo desconocer un acuerdo con sus propios aliados.

El dueño de la Milan quiere cumplir cinco años en el poder (hoy lleva cuatro). Eso nunca había ocurrido en la Italia posterior a 1943. Pero sus presentes apuros derivan de una inédita derrota en las elecciones regionales, que transluce dos años de deterioro político y personal. Entretanto, fiscales y jueces esperan que pierda inmunidades para someterlo a dos o tres procesos por corrupción, relacionados con sus negocios privados y causas que datan de los años 90.

La semana pasada, la UDC rompió con el gobierno. Su jefe y viceprimer ministro, Follini, dimitó llevándose consigo cuatro ministros. Entre ellos, el pintoresco Rocco Buttiglione, católico ultramontano que perdió un cargo en la Comisión Europea por decir barbaridades antifeministas ante el parlamento de la UE. El lunes hubo una reunión de urgencia entre Berlusconi y líderes de partidos remanentes en la coalición. A su término, Fini anticipó la renuncia del primer ministro y el resto del gabinete.

Pero, de pronto, el “premier” le dijo al presidente que había resuelto lo contrario de lo indicado por Fini. Repitiendo una audaz jugada hecha en 1994, Berlusconi trataba de ser ratificado por el parlamento, remplazar a los dimitentes y seguir hasta 2006. A su favor, en teoría, tenía una “mayoría de papel”, que desde 2003 ya no refleja el mapa electoral. Esto se parece un poco a las bancadas radicales en el congreso argentino, que ya no representan los votos obtenidos años atrás, pero se aferran a los sillones.

En ese momento, el millonario ex cantante melódico –procesado por la justicia- llevaba a un extremo la crisis desatada a principios de abril. Los días 3 y 4, el oficialismo perdió en once de trece regiones. La oposición, pues, controla dieciséis de veinte.

Fini reprochó a Berlusconi “mandarme a dar la cara y después desdecirte”. Desde la otra punta del espectro, Piero Fassino (demócrata de izquierda) afirmó “esto se convierte en una farsa obscena”. Según ejecutivos de Confindustria, su presidente Luca Montezemolo –también encabeza Fiat SpA- usó en privado casi los mismos términos. El empresariio había estado entre los primeros en sugerir la dimisión del primer ministro.

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