Con 46,7% del voto, la derecha obtiene 340 de los 630 escaños en diputados. Para el senado, su 47,3% le asegura 167 bancas. En ambos casos, no son mayorías absolutas pero le permitirán gobernar sin trabas como las opuestas por Berlusconi mismo a Romano Prodi.
No obstante, la crisis económica y la necesidad de una reforma al defectuoso sistema parlamentario plantean al nuevo gobierno disyuntivas virtualmente ignoradas en la plataforma electoral de la coalición. Por otra parte, el “cavaliere” afrontará las pretensiones de dos aliados difíciles de manejar: el separatista Umberto Bossi y el neofascista Gianfranco Fini.
A criterio del periódico inglés, el “Wall Street journal” y el “Frankfurter allegemeine”, el avance electoral de Bossi –dobló sus votos- pone en segundo plano al propio Berlusconi. Su marcada xenofobia alarma en la Unión Europea e, inclusive, va contra el obvio apoyo vaticano a la coalición derechista.
En cuanto la izquierda de Massimo d’Alema, fue barrida junto con los “partiditos” que sobrevivían en un senado absolutamente caótico. Justamente, la escasa muñeca política de Prodi ayudó mucho a Berlusconi y su partido popular de la libertad. La oposición queda, en cierto modo, hegemonizada por Walter Veltroni (ex intendente de Roma) y su partido Demócrata.
Por ende, la izquierda del arco iris –los italianos son proclives a esas metáforas-, el comunismo, los verdes y un variopinto grupo a su derecha fueron barridos por la polarización. Esto es un detalle positivo pues, aun sin reforma política a la vista (como Carlos Ménem, Berlusconi se aferrará a lo logrado), restan sólo dos protagonistas: la derecha y el centroizquierda. La primera tiene una ventaja ya explotada en la campaña: el imperio mediático del “cavaliere”. Un semimonopolio que, curiosamente, no desvela a la Comisión Europea.
Con 46,7% del voto, la derecha obtiene 340 de los 630 escaños en diputados. Para el senado, su 47,3% le asegura 167 bancas. En ambos casos, no son mayorías absolutas pero le permitirán gobernar sin trabas como las opuestas por Berlusconi mismo a Romano Prodi.
No obstante, la crisis económica y la necesidad de una reforma al defectuoso sistema parlamentario plantean al nuevo gobierno disyuntivas virtualmente ignoradas en la plataforma electoral de la coalición. Por otra parte, el “cavaliere” afrontará las pretensiones de dos aliados difíciles de manejar: el separatista Umberto Bossi y el neofascista Gianfranco Fini.
A criterio del periódico inglés, el “Wall Street journal” y el “Frankfurter allegemeine”, el avance electoral de Bossi –dobló sus votos- pone en segundo plano al propio Berlusconi. Su marcada xenofobia alarma en la Unión Europea e, inclusive, va contra el obvio apoyo vaticano a la coalición derechista.
En cuanto la izquierda de Massimo d’Alema, fue barrida junto con los “partiditos” que sobrevivían en un senado absolutamente caótico. Justamente, la escasa muñeca política de Prodi ayudó mucho a Berlusconi y su partido popular de la libertad. La oposición queda, en cierto modo, hegemonizada por Walter Veltroni (ex intendente de Roma) y su partido Demócrata.
Por ende, la izquierda del arco iris –los italianos son proclives a esas metáforas-, el comunismo, los verdes y un variopinto grupo a su derecha fueron barridos por la polarización. Esto es un detalle positivo pues, aun sin reforma política a la vista (como Carlos Ménem, Berlusconi se aferrará a lo logrado), restan sólo dos protagonistas: la derecha y el centroizquierda. La primera tiene una ventaja ya explotada en la campaña: el imperio mediático del “cavaliere”. Un semimonopolio que, curiosamente, no desvela a la Comisión Europea.
