<p>Para peor, los medios especializados traen a colación el plan de George Marshall, un megasalvataje concebido en la segunda posguerra mundial por un visionario militar norteamericano. En su momento, la idea era impedir que la Unión Soviética captase países al oeste de la cortina de Hierro. Además, pronto desarrolló una versión orientada a Japón, para frenar a China, tomada en 1946/49 por el comunismo.<br />
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Esa misma China ostenta hoy el segundo producto bruto interno del mundo, sin haber abandonado una forma confuciana de marxismo. Rusia (antes URSS) descartó el suyo, pero no deja de ser una economía con fuertes ingredientes estatales. En lo tocante al resto de la sigla, ¿en qué mapas figuraban India, Brasil o Sudáfrica durante los años 40 y 50?<br />
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“Europa se salvará por la economía o no se salvará”, sostuvo en 1950 un alsaciano, Robert Schumann, ministro francés de Relaciones Exteriores. La presente crisis de endeudadamiento es la manifestación inversa de esa profecía. Pero no existen ya Konrad Adenauer, Charles de Gaulle, Ludwig Erhardt, Hjalmar Schacht ni Edgar Faure. La actual dirigencia occidental no es siquiera su sombra, a juzgar por Barack Obama o el <em>Tea Party</em>.<br />
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Por supuesto, cabe preguntarse si Europa occidental aceptará que la asistan “ex pobres” y hasta un bastión –China- donde la autocracia supuestamente comunista convive con una economía de mercado. En tren de paralelos deprimentes, los ladrillos (bricks) acudirían en auxilio de los cerdos. Esto es los pigs, la insolvente periferia de la Eurozona (Portugal, Irlanda, Grecia y España, en este caso su nombre inglés). Para colmo de males, Italia se suma al grupo y, en realidad, lo encabeza: ya negocia compras chinas de bonos soberanos.<br />
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Naturalmente, la actitud de los emergentes refleja una solidaridad interesada, no la del plan Marshall. Sucede que la Unión Europea es un relevante mercado comercial que no conviene dejar hundir. Al mismo tiempo, esta dura realidad agrava la eurodepresión creada por la sobredeuda soberana. Así detecta el Fondo Alemán Marshall, un grupo de académicos, tras sondear opiniones calificadas. <br />
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Sus encuestadores encontraron que 55% de una muestra (en doce de los veintisiete socios de la UE) considera al euro negativo para sus economías locales. Por ejemplo, los suecos están satisfechos con su corona (que mantienen), los holandeses quisieran regresar al florín y los italianos a la lira.</p>
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Eurozona: no digiere el plan de los emergentes
Los tecnócratas de Bruselas ven disiparse la autoestima y no les hace gracia depender de rescatistas como Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica y tal vez- Turquía. Esto se resume en una sigla algo frívola: BRICS, los cinco primeros componentes.