Europa se fortaleció con el Brexit

Gran Bretaña creyó – todavía con veleidades imperiales – que negociar con los países europeos sería sencillo. Pero resultó que Brexit y Trump sirvieron para que la Unión recobrara foco, fuerza y, sobre todo, rechazo a la ultra derecha.

30 marzo, 2017

El argumento más fuerte que usó la campaña por el Brexit fue que la Unión Europea estaba a punto de colapsar y que lo más conveniente era abandonar el barco a tiempo. Razones no les faltaban, Europa estaba todavía inmersa en la crisis de la deuda y con el enorme problema de la inmigración masiva. Por lo tanto, argumentaban los “brexiters”, Europa estaba débil y dividida. A Gran Bretaña no le convenía pertenecer a una asociación debilitada.

 

Los hechos inmediatos parecían darle la razón. A la firma de un tratado comercial con Canadá le costó un Perú superar la oposición de un pequeño grupo de populistas de uno solo de los países de la Unión. Es cierto que los acuerdos entre muchos miembros son más difíciles.

 

Pero de ahí en más los vientos comenzaron a cambiar. La salida de Gran Bretaña y el triunfo de Trump, dos éxitos de la derecha proteccionista, provocaron una reacción en Europa, donde se temía por el resultado de un año lleno de elecciones con partidos ultraderechistas que parecían a la cabeza. En la primera de ellas, la holandesa, se vio un fuerte apoyo a los partidos centristas pro-europeos. Para las próximas en Francia se perfila ahora como favorito, no ya la ultra derechista Marie Le Pen sino Emmanuel Macron, pro-europeo.

 

A los funcionarios de la Unión Europea se los ve mucho más confiados que durante los últimos años y parece que hay probabilidades de grandes reformas que fortalezcan la eurozona y las fronteras de la Unión.

 

Si todo esto resulta como pinta, Gran Bretaña podría haberse quedado fuera del lugar donde se decide el futuro de Europa: una situación que nunca antes vivió y a la que deberá acostumbrarse.

 

Curiosamente el problema de unidad lo tienen las mismas Islas Británicas. Crecen los nacionalismos en Escocia e Irlanda del Norte y la mitad de Inglaterra sigue fuertemente contraria al Brexit.

 

Theresa May habla ahora de una asociación, profunda y amplia mientras a la vez admite que eso traerá “consecuencias” para Gran Bretaña. Esas consecuencias, aunque no lo explicita, implican entre otras cosas que las empresas tendrán que negociar con un bloque que no controla. Tendrán que negociar en situación de inferioridad.

 

Los términos de la Primer Ministro británica mencionan la necesidad de un acuerdo comercial para asegurar la cooperación en seguridad y que la solución abarca a “todo ” el Reino Unido, lo cual implícitamente descarta las pretensiones separatistas de Irlanda del Norte. Tal vez su propósito sea usar la seguridad de la Unión Europea y la de Irlanda del Norte como las fichas para negociar un acceso más favorable a los mercados del que la Unión Europea permite a los países de afuera. O sea, pretende negociar desde una posición de fuerza diciendo que un buen acuerdo conviene a ambas partes. En términos criollos podríamos expresarlo así: Theresa May quiere “la chancha, los 20 chanchitos y la máquina de hacer chorizos”.

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