Estados Unidos versus Irán: ¿ha empezado una guerra secreta?

George W.Bush ha ordenado a la “task force 16” reprimir y eliminar presuntos agentes iraníes en Irak. Pero esta forma de terror blanco –de viejo cuño- se orienta en realidad a las milicias majdíes (mesiánicas) de Moqtadá as-Sadr.

27 enero, 2007

Según Estados Unidos y parte del gobierno iraquí, operan en ese territorio unos 150 agentes de Tehrán, aliados al Quds (“santo”, apelativo aplicado históricamente a Jerusalem), aparato político del ayatollá as-Sadr. Oguales fuentes involucran también a Hezbollá libanés (“partido de Dios”, para seguir con connotaciones religiosas) y, curiosamente, a un comando pro reconstrucción de lugares sacros shi’itas.

La estructura oficial iraní en Irak, por su parte, abarca 56 diplomáticos de varios niveles en la embajada (Bagdad), dos consulados (Basora, Kerbela) y dos oficinas de enlace en el área controlada por los kurdos (Erbil, Suleimániya). Cabe recordar que el Kurdistán se extiende por Turquía (40%), Irak (30%), Irán (25%) y Siria (5%).

También funciona un aparato logístico iraní, superior al de Halliburton para los norteamericanos y no tan caro. Comprende mil toneladas de gas natural por días para cocinas de campaña (20% del consumo totak iraquí), dos millones de litros de kerosén, medicamentos, electricidad en el Diyala, sobre la frontera con Irán, y una línea de crédito renovable por US$ 1.000 millones. Dicho de otra manera, una ofensiva selectiva norteamericana sobre la red majdí sería letal para la población en general, sin necesidad de la fuerza de trabajo 16.

Por supuesto, esa acción enajenará todavía más a los iraquíes respecto de EE.UU. y su propio gobierno, que ni siquiera controla la capital. A Tehrán y Damasco les bastará mostrar por TV gente muriéndose de inanición, sin combustibles ni medicamentos, para provocar una dura reacción en el mundo musulmán, la Unión Europea y la opinión pública norteamericana.

En el plano militar, Washington afirma que Irán provee a as-Sadr de sistemas detectores de instalaciones subterráneas, tecnología para fabricar “bombas de penetración”, asistencia a todos los grupos shi’íes y siete a diez mil hombres para pelear junto con la milicia majdí. Esto último es puesto en duda por observadores europeos y turcos.

Entretanto, la potencia ocupante despliega la “task force 16” para cazar majdíes, iraníes y en general shi’itas. La componen agentes de la CIA y los comandos Delta (ejército) y Navy seal (infantes de marina, cuyas virtudes se vieron en Abú Ghreib y Guantánamo). La fuerza de tareas 16 también estuvo ligada a vuelos ilegales de la CIA en media Europa. La parte estrictamente militar del “plan B” incluye, aparte de unos 160.000 efectivos (contando 21.500 de refuerzo), unidades de la V flota, con el portaviones Eisenhower, que debieran marchar al golfo Pérsico, cuya entrada está a tiro de los iraníes.

Probablemente, Bush, Richard Cheney y su equipo prefieran apoyarse más en el II grupo aeronaval –con el Stennis-, en tren de llegar a la zona. En lo tocante a acciones clandestinas, la gama abarca apoyo a presuntas guerrillas sunnitas en Judzistán (ex Irak adyemí), provincia froteriza iraní de habla árabe. El plan prevé asistencia a eventuales rebeldes kurdos –no tiene sentido: desde hace quince años controlan Mosul, Kirkuk y Erbil-, turcos adzeríes (al norte de Tabriz), turcomanos y baluchis, en el extremo sudeste. Todo esto tiene componentes ficticios. Por ejemplo, los baluchis no están enfrentados con Irán, sino con Pakistán, donde vive 90% de esa etnia.

Ese múltiple aparato de guerra e inteligencia, integrado por militares, mercenarios, diplomáticos y agentes, se coordina desde el Pentágono, cerca de Washington DC. Algunos expertos independientes creen que las operaciones relámpago en Erbil y el secuestro de cinco iraníes marcan el comienzo de un programa al cual no le sobra tiempo: una virtual alianza bipartidaria en el congreso comienza a achicarle espacios a un presidente que todavía se cree instrumento divino (como la milicia majdí).

Según Estados Unidos y parte del gobierno iraquí, operan en ese territorio unos 150 agentes de Tehrán, aliados al Quds (“santo”, apelativo aplicado históricamente a Jerusalem), aparato político del ayatollá as-Sadr. Oguales fuentes involucran también a Hezbollá libanés (“partido de Dios”, para seguir con connotaciones religiosas) y, curiosamente, a un comando pro reconstrucción de lugares sacros shi’itas.

La estructura oficial iraní en Irak, por su parte, abarca 56 diplomáticos de varios niveles en la embajada (Bagdad), dos consulados (Basora, Kerbela) y dos oficinas de enlace en el área controlada por los kurdos (Erbil, Suleimániya). Cabe recordar que el Kurdistán se extiende por Turquía (40%), Irak (30%), Irán (25%) y Siria (5%).

También funciona un aparato logístico iraní, superior al de Halliburton para los norteamericanos y no tan caro. Comprende mil toneladas de gas natural por días para cocinas de campaña (20% del consumo totak iraquí), dos millones de litros de kerosén, medicamentos, electricidad en el Diyala, sobre la frontera con Irán, y una línea de crédito renovable por US$ 1.000 millones. Dicho de otra manera, una ofensiva selectiva norteamericana sobre la red majdí sería letal para la población en general, sin necesidad de la fuerza de trabajo 16.

Por supuesto, esa acción enajenará todavía más a los iraquíes respecto de EE.UU. y su propio gobierno, que ni siquiera controla la capital. A Tehrán y Damasco les bastará mostrar por TV gente muriéndose de inanición, sin combustibles ni medicamentos, para provocar una dura reacción en el mundo musulmán, la Unión Europea y la opinión pública norteamericana.

En el plano militar, Washington afirma que Irán provee a as-Sadr de sistemas detectores de instalaciones subterráneas, tecnología para fabricar “bombas de penetración”, asistencia a todos los grupos shi’íes y siete a diez mil hombres para pelear junto con la milicia majdí. Esto último es puesto en duda por observadores europeos y turcos.

Entretanto, la potencia ocupante despliega la “task force 16” para cazar majdíes, iraníes y en general shi’itas. La componen agentes de la CIA y los comandos Delta (ejército) y Navy seal (infantes de marina, cuyas virtudes se vieron en Abú Ghreib y Guantánamo). La fuerza de tareas 16 también estuvo ligada a vuelos ilegales de la CIA en media Europa. La parte estrictamente militar del “plan B” incluye, aparte de unos 160.000 efectivos (contando 21.500 de refuerzo), unidades de la V flota, con el portaviones Eisenhower, que debieran marchar al golfo Pérsico, cuya entrada está a tiro de los iraníes.

Probablemente, Bush, Richard Cheney y su equipo prefieran apoyarse más en el II grupo aeronaval –con el Stennis-, en tren de llegar a la zona. En lo tocante a acciones clandestinas, la gama abarca apoyo a presuntas guerrillas sunnitas en Judzistán (ex Irak adyemí), provincia froteriza iraní de habla árabe. El plan prevé asistencia a eventuales rebeldes kurdos –no tiene sentido: desde hace quince años controlan Mosul, Kirkuk y Erbil-, turcos adzeríes (al norte de Tabriz), turcomanos y baluchis, en el extremo sudeste. Todo esto tiene componentes ficticios. Por ejemplo, los baluchis no están enfrentados con Irán, sino con Pakistán, donde vive 90% de esa etnia.

Ese múltiple aparato de guerra e inteligencia, integrado por militares, mercenarios, diplomáticos y agentes, se coordina desde el Pentágono, cerca de Washington DC. Algunos expertos independientes creen que las operaciones relámpago en Erbil y el secuestro de cinco iraníes marcan el comienzo de un programa al cual no le sobra tiempo: una virtual alianza bipartidaria en el congreso comienza a achicarle espacios a un presidente que todavía se cree instrumento divino (como la milicia majdí).

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