Estados Unidos quiere comprarse una guerra en Kurdistán

Acosada desde varios lados, Condoleezza Rice se pliega a George W.Bush y ofrece ayuda a Turquía contra el partido laborista kurdo (PPK). Vale decir, enviará tropas norteamericanas al noreste de Iraq.

3 noviembre, 2007

De vista en Angora, la secretaria de estado, vestida de halcón, prometió “acciones efectivas” contra rebeldes. Pero no en territorio turco, sino en la autonomía kurda del noreste iraquí, en teoría aliada de Estados Unidos y el régimen de Bagdad. En otras palabra, Washington cede a presiones otomanas y reprimirá alrededor de tres mil rebeldes que actúan –sostienen los turcos- desde Iraq.

Turquía tiene el segundo ejército de la OTAN y ha enviado a la frontera unas 100.000 tropas, tanques, aviones y blindados. Dadas las dificultades norteamericanos para distraer efectivos de la zona central (donde sigue perdiendo la guerra contra las milicias shiitas), observadores europeos sospechan que Rice hizo otra cosa en Angora.

A saber, dar luz verde para una invasión turca lisa y llana, maquillada con presencia de algún contingente norteamericano. Esto forma parte de una estrategia debida al vicepresidente Richard Cheney: dejar al próximo gobierno, obviamente demócrata, la mayor cantidad posible de guerras imposibles de ganar. Usando una definición colonial francesa copiada por Juan D.Perón, el futuro presidente será “mariscal de la derrota”.

Pero, entretanto, Rice tiene sus propios problemas. Junto con una decena de jerarcas de inteligencia, ha sido citada en los tribunales. Un juez federal requiere su testimonio en una causa contra dos cabilderos acusados de espiar para Israel. Steven Rosen y Keith Weissman, judíos estadounidenses, pasaron a Tel Aviv datos y documentos secretos, entregados por un funcionario del Pentágono. Involucran políticas respecto de al-Qa’eda, Irán, Saudiarabia, etcétera.

De vista en Angora, la secretaria de estado, vestida de halcón, prometió “acciones efectivas” contra rebeldes. Pero no en territorio turco, sino en la autonomía kurda del noreste iraquí, en teoría aliada de Estados Unidos y el régimen de Bagdad. En otras palabra, Washington cede a presiones otomanas y reprimirá alrededor de tres mil rebeldes que actúan –sostienen los turcos- desde Iraq.

Turquía tiene el segundo ejército de la OTAN y ha enviado a la frontera unas 100.000 tropas, tanques, aviones y blindados. Dadas las dificultades norteamericanos para distraer efectivos de la zona central (donde sigue perdiendo la guerra contra las milicias shiitas), observadores europeos sospechan que Rice hizo otra cosa en Angora.

A saber, dar luz verde para una invasión turca lisa y llana, maquillada con presencia de algún contingente norteamericano. Esto forma parte de una estrategia debida al vicepresidente Richard Cheney: dejar al próximo gobierno, obviamente demócrata, la mayor cantidad posible de guerras imposibles de ganar. Usando una definición colonial francesa copiada por Juan D.Perón, el futuro presidente será “mariscal de la derrota”.

Pero, entretanto, Rice tiene sus propios problemas. Junto con una decena de jerarcas de inteligencia, ha sido citada en los tribunales. Un juez federal requiere su testimonio en una causa contra dos cabilderos acusados de espiar para Israel. Steven Rosen y Keith Weissman, judíos estadounidenses, pasaron a Tel Aviv datos y documentos secretos, entregados por un funcionario del Pentágono. Involucran políticas respecto de al-Qa’eda, Irán, Saudiarabia, etcétera.

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