Estados Unidos empieza a ceder en Irak y pide ayuda

En una oferta inicial, formulada anoche por Colin Powell –secretario de Estado- a Kofi Annan, máxima autoridad de la ONU, Washington acepta compartir la administración en Irak. Pero insiste en retener el mando militar.

4 septiembre, 2003

Este cambio en las posturas dogmáticas de Estados Unidos no sorprendió a nadie. Mucho menos a Moscú, que venía conversando entre bambalinas con Washington después del ataque de al-Qa’eda en Najaf, contra la principal mezquita shií (donde pereció su máximo jefe religioso). Pero George W.Bush tendrá problemas para volver a negociar con Naciones Unidas, porque aún se resiste a compartir el mando operativo.

La propuesta tentativa a la ONU coincidió con la “cesión” a Polonia de cinco provincias en la región centrosur, sobre los límites con Irán. Una sexta, Diwaniya, ya está en manos de España, cuyo contingente incluye tropas de Nicaragua, El Salvador, Honduras y República Dominicana. Por otra parte, la mitad más poblada de la región norte está bajo control kurdo y la presencia norteamericana es casi simbólica. Por supuesto, el sur lo maneja Gran Bretaña.

Analistas y legisladores sospechan que, en último término, Bush aceptará un papel más activo de la ONU porque necesita con urgencia 100.000 efectivos adicionales. A cambio, un grupo de países aportará tropas, técnicos y fondos. Al respecto, Rusia fue la primera en hacer una oferta, condicionada a que sus empresas tomasen parte en tareas de reconstrucción y se reconocieran derechos petroleros negociados en el pasado entre Bagdad y Moscú.

Alrededor del presidente, el vice Richard Cheney y Donald Rumsfeld reiteraban varias veces, también ayer, que no se compartiría autoridad militar ni política con nadie. En el Pentágono y Londres no están tan seguros de eso.

En la otra punta de la eventual mesa de conversaciones, Alemania, Francia, Canadá, Japón, Rusia y la propia ONU desconfían de Bush y su entorno “imperial”. No sin razones: ya antes de Najaf, intrigas palaciegas desplazaron a John Pritchard como principal negociador con Norcorea, un hueso quizá más duro de roer que Irak. Además, decían cerca de Gerhard Schröder, “Powell mismo planteó cuatro veces la renuncia y sólo aceptó quedarse para timonear la hoja de ruta en Palestina-Israel”.

“Ahora, Washington juega con menos y más débiles cartas”, opina Kenneth Pollack, ex Consejo Nacional de Seguridad, hoy en la Brookings Institution. “La situación se destrabará recién cuando el gobierno ceda la responsabilidad política de posguerra a la ONU. Y esto acabará por ocurrir”. Similares impresiones comparten Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski, ex secretarios de Estado.

“Es la última posibilidad que tenemos que llegar a acuerdos honorables. Ya no podemos afrontar todos los costos políticos, sociales ni financieros de esta aventura”. Así sostiene el senador demócrata Joseph Biden (Delaware). Gente del Pentágono señala, en privador, que el general Paul Bremer –actual “interventor” en Bagdad”- piensa lo mismo.

Este cambio en las posturas dogmáticas de Estados Unidos no sorprendió a nadie. Mucho menos a Moscú, que venía conversando entre bambalinas con Washington después del ataque de al-Qa’eda en Najaf, contra la principal mezquita shií (donde pereció su máximo jefe religioso). Pero George W.Bush tendrá problemas para volver a negociar con Naciones Unidas, porque aún se resiste a compartir el mando operativo.

La propuesta tentativa a la ONU coincidió con la “cesión” a Polonia de cinco provincias en la región centrosur, sobre los límites con Irán. Una sexta, Diwaniya, ya está en manos de España, cuyo contingente incluye tropas de Nicaragua, El Salvador, Honduras y República Dominicana. Por otra parte, la mitad más poblada de la región norte está bajo control kurdo y la presencia norteamericana es casi simbólica. Por supuesto, el sur lo maneja Gran Bretaña.

Analistas y legisladores sospechan que, en último término, Bush aceptará un papel más activo de la ONU porque necesita con urgencia 100.000 efectivos adicionales. A cambio, un grupo de países aportará tropas, técnicos y fondos. Al respecto, Rusia fue la primera en hacer una oferta, condicionada a que sus empresas tomasen parte en tareas de reconstrucción y se reconocieran derechos petroleros negociados en el pasado entre Bagdad y Moscú.

Alrededor del presidente, el vice Richard Cheney y Donald Rumsfeld reiteraban varias veces, también ayer, que no se compartiría autoridad militar ni política con nadie. En el Pentágono y Londres no están tan seguros de eso.

En la otra punta de la eventual mesa de conversaciones, Alemania, Francia, Canadá, Japón, Rusia y la propia ONU desconfían de Bush y su entorno “imperial”. No sin razones: ya antes de Najaf, intrigas palaciegas desplazaron a John Pritchard como principal negociador con Norcorea, un hueso quizá más duro de roer que Irak. Además, decían cerca de Gerhard Schröder, “Powell mismo planteó cuatro veces la renuncia y sólo aceptó quedarse para timonear la hoja de ruta en Palestina-Israel”.

“Ahora, Washington juega con menos y más débiles cartas”, opina Kenneth Pollack, ex Consejo Nacional de Seguridad, hoy en la Brookings Institution. “La situación se destrabará recién cuando el gobierno ceda la responsabilidad política de posguerra a la ONU. Y esto acabará por ocurrir”. Similares impresiones comparten Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski, ex secretarios de Estado.

“Es la última posibilidad que tenemos que llegar a acuerdos honorables. Ya no podemos afrontar todos los costos políticos, sociales ni financieros de esta aventura”. Así sostiene el senador demócrata Joseph Biden (Delaware). Gente del Pentágono señala, en privador, que el general Paul Bremer –actual “interventor” en Bagdad”- piensa lo mismo.

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