Estados Unidos busca frenar el colapso de la ronda Dohá

Washington presentó una propuesta para reducir hasta 60% sus subsidios a productos agrícolas. Pero su suerte depende de que la Unión Europea y Japón hagan más o menos lo mismo de hoy a la reunión de diciembre.

17 octubre, 2005

La iniciativa norteamericana no es nueva y, como algunas de la UE, persigue efectos políticos. Por el contrario, Japón ni siquiera lo ha intentado, con lo cual corre un riesgo: en caso de eventual acuerdo UE- EE.UU, quedará aislado por su intransigencia en la tambaleante Organización Mundial de Comercio.

Sea como fuere, a esta altura, la interminable serie de reuniones, gestos y amagues en el vacío se parece demasiado a la ronda Uruguay, cuyo fracaso acabó con el Acuerdo General de Comercio y Tarifas. Robert Portman, sucesor de Robert Zoellick como negociador estadounidense, parece dispuesto a presionar sobre el francés Pascal Lamy, nuevo director de la OMC y viejo campeón del proteccionismo europeo.

Mientras tanto, se acerca la cita en Hongkong, fijada para dentro de siete semanas. “La UE impuso a Lamy en la OMC, a cambio de apoyar la designación de Paul Wolfowitz al frente del Banco Mundial. Pero el trueque no parece haber sido acertado”, señalaban varios delegados durante el reciente encuentro del G 20 en China.

Por otra parte, la posición de Peter Mandelson, comisario europeo de Comercio y partidario de rebajar subsidios, es mucho más débil que la de Portman. A diferencia de éste, necesita el consenso de los veinticinco miembros de la UE para formular una propuesta similar.

Como lo ha demostrado el fracaso del tratado constitucional y lo subrayan las dificultades con Turquía, el sistema interno de consulta es engorroso y absurdo. Al imponer la unanimidad, simplemente frustra de antemano las mejores propuestas y puede paralizar a la Comisión Europea. Economías relativamente menos desarrolladas, como Polonia –precisa de subsidios para su sector rural-, no pueden equipararse a Alemania, Francia o Gran Bretaña.

La iniciativa norteamericana no es nueva y, como algunas de la UE, persigue efectos políticos. Por el contrario, Japón ni siquiera lo ha intentado, con lo cual corre un riesgo: en caso de eventual acuerdo UE- EE.UU, quedará aislado por su intransigencia en la tambaleante Organización Mundial de Comercio.

Sea como fuere, a esta altura, la interminable serie de reuniones, gestos y amagues en el vacío se parece demasiado a la ronda Uruguay, cuyo fracaso acabó con el Acuerdo General de Comercio y Tarifas. Robert Portman, sucesor de Robert Zoellick como negociador estadounidense, parece dispuesto a presionar sobre el francés Pascal Lamy, nuevo director de la OMC y viejo campeón del proteccionismo europeo.

Mientras tanto, se acerca la cita en Hongkong, fijada para dentro de siete semanas. “La UE impuso a Lamy en la OMC, a cambio de apoyar la designación de Paul Wolfowitz al frente del Banco Mundial. Pero el trueque no parece haber sido acertado”, señalaban varios delegados durante el reciente encuentro del G 20 en China.

Por otra parte, la posición de Peter Mandelson, comisario europeo de Comercio y partidario de rebajar subsidios, es mucho más débil que la de Portman. A diferencia de éste, necesita el consenso de los veinticinco miembros de la UE para formular una propuesta similar.

Como lo ha demostrado el fracaso del tratado constitucional y lo subrayan las dificultades con Turquía, el sistema interno de consulta es engorroso y absurdo. Al imponer la unanimidad, simplemente frustra de antemano las mejores propuestas y puede paralizar a la Comisión Europea. Economías relativamente menos desarrolladas, como Polonia –precisa de subsidios para su sector rural-, no pueden equipararse a Alemania, Francia o Gran Bretaña.

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