Escándalos rusos: magnates y políticos sin muchos escrúpulos

Mijail Jodorovskiy, CEO de la petrolera rusa Yukos, es tan rico como carente de escrúpulos. Hoy choca con un gobierno que tampoco se caracteriza por la transparencia: Vladyímir Putin, ex KGB, no quiere rivales millonarios.

6 julio, 2003

El magnate fue indagado el viernes por fiscales federales, en relación con un robo de propiedad estatal. Horas antes, la policía había arrestado a Platón L’evdyéyev, segundo accionista después de Jodorovskiy y hombre de confianza suyo. Casi todos los observadores en Moscú y la santa ciudad de Pedro (eso significa “Sankt Petersburg”… en alemán) creen que ha estallado la guerra entre el Kremlin y los oligarcas –así los define la prensa británica y escandinava”-, que puede deteriorar la confianza extranjera.

Hasta ahora, a la City no le preocupaba que la dirigencia rusa proviniera de los servicios secretos o la Nomyenklatura (alta burocracia soviética), ni que los grande empresarios tuviesen un pasado mafioso. Pero una crisis entre ambos poderes haría zozobrar muchos negocios, como lo demuestra la caída de la acción Yukos (6%) y la bolsa moscovita (2,5%).

El problema clave para la petrolera es que el ataque del ex comunista Putin vía L’evdyeyev coincida sospechosamente con negociaciones por una fusión de US$ 35.000 millones entre Yukos y su mayor rival, Síbñeft. Ambas señalaron el sábado que el proceso se completará en el plazo previsto, o sea en diciembre. También ese mes habrá comicios en la Dumá (parlamento) y las ambiciones de algunos magnates podrían achicar la bancada oficialista. Por ende, también peligrará el “acuerdo entre caballeros” de 1996, por el cual no se revisarían nunca las turbias privatizaciones de los 90, bases del poder y la riqueza de la nueva “Nomyenklatura” económica. A diferencia del proceso conducido por Carlos S.Ménem en Argentina, los empresarios rusos se comprometieron a no incursionar en política.

Por de pronto, Jodorovskiy ha fundado dos partidos liberales (opositores, claro), cuyas plataformas incluyen una reforma constitucional. En cuanto a las acciones judiciales, derivan de un presunto robo –o malversación- de acciones y activos estatales al privatizarse una fábrica de fertilizantes en 1994. A eso se vincula el proceso a Al’exyei Pichugin, director de seguridad en Yukos, por complicidad en un doble asesinato (2002). Al parecer, las víctimas iban a revelar secretos a un medio de prensa (el detalle recuerda el caso de Alfredo Yabrán).

Pero los expertos en la interna rusa sostienen que lo de Pichugin y L’evdyéyev son advertencias “mafiosas” a Jodorovskiy, quien arriesga unirse en el exilio a Borís B’eryezovskiy y Vladyímir Gusinskiy, otros dos potentados que tenían aspiraciones políticas poco gratas a Putin. Más que una revisión de privatizaciones, los analistas financieros temen que la creciente influencia de los militares y la ex policía secreta en el gobierno frenen reformas económicas en curso y elevan el riesgo país (es decir, deterioren el puntaje de la deuda pública rusa).

Todos esto quizá forme parte de un contexto más amplio. En marzo, Roman Abrámovich –el oligarca más reservado de Moscú- inició la mayor compra de la historia deportiva británica, ofreciendo € 150 millones con el Chelsea Football Club. Esto profundiza el ingreso de la plutocracia rusa a activos occidentales ligados al espectáculo, el negocio futbolero –ambos sectores confieren brillo o notoriedad social y política-, las marcas de lujo y similares.

Paralelamente, mientras las tres mayores economías del Primer Mundo (Estados Unidos, Japón, Alemania) están en recesión o la bordean, Rusia va por el quinto año de expansión y su producto bruto interno crecerá casi 6% en 2003. Según la revista “Forbes”, ese país tiene ya diecisiete multimillonarios. El segundo es justamente Abrámovich, con más de US$ 8.000 millones.

“No me sorprendería que algún ruso adquiera una empresa que figure entre las 500 de ‘Fortune’, en un futuro próximo”, afirma Al’exyei Zabotkin, de United Financial Group (Moscú). Si Putin lo deja, pues ya hay señales de que el presidente ve con malos ojos las compras de Abrámovich, a quien el semanario “The Economist” –no sin cierta candidez-.saluda como “símbolo de una nueva clase” (¿no será la que el croata Mílovan Djilas detecata en la Yugoslavia de Tito?). “Por supuesto, a Washington, Londres o Berlín no les haría gracia que Moscú crease un ‘gúlag’ para oligarcas, pero en el exterior” (reflexiona Zabotkin).

El magnate fue indagado el viernes por fiscales federales, en relación con un robo de propiedad estatal. Horas antes, la policía había arrestado a Platón L’evdyéyev, segundo accionista después de Jodorovskiy y hombre de confianza suyo. Casi todos los observadores en Moscú y la santa ciudad de Pedro (eso significa “Sankt Petersburg”… en alemán) creen que ha estallado la guerra entre el Kremlin y los oligarcas –así los define la prensa británica y escandinava”-, que puede deteriorar la confianza extranjera.

Hasta ahora, a la City no le preocupaba que la dirigencia rusa proviniera de los servicios secretos o la Nomyenklatura (alta burocracia soviética), ni que los grande empresarios tuviesen un pasado mafioso. Pero una crisis entre ambos poderes haría zozobrar muchos negocios, como lo demuestra la caída de la acción Yukos (6%) y la bolsa moscovita (2,5%).

El problema clave para la petrolera es que el ataque del ex comunista Putin vía L’evdyeyev coincida sospechosamente con negociaciones por una fusión de US$ 35.000 millones entre Yukos y su mayor rival, Síbñeft. Ambas señalaron el sábado que el proceso se completará en el plazo previsto, o sea en diciembre. También ese mes habrá comicios en la Dumá (parlamento) y las ambiciones de algunos magnates podrían achicar la bancada oficialista. Por ende, también peligrará el “acuerdo entre caballeros” de 1996, por el cual no se revisarían nunca las turbias privatizaciones de los 90, bases del poder y la riqueza de la nueva “Nomyenklatura” económica. A diferencia del proceso conducido por Carlos S.Ménem en Argentina, los empresarios rusos se comprometieron a no incursionar en política.

Por de pronto, Jodorovskiy ha fundado dos partidos liberales (opositores, claro), cuyas plataformas incluyen una reforma constitucional. En cuanto a las acciones judiciales, derivan de un presunto robo –o malversación- de acciones y activos estatales al privatizarse una fábrica de fertilizantes en 1994. A eso se vincula el proceso a Al’exyei Pichugin, director de seguridad en Yukos, por complicidad en un doble asesinato (2002). Al parecer, las víctimas iban a revelar secretos a un medio de prensa (el detalle recuerda el caso de Alfredo Yabrán).

Pero los expertos en la interna rusa sostienen que lo de Pichugin y L’evdyéyev son advertencias “mafiosas” a Jodorovskiy, quien arriesga unirse en el exilio a Borís B’eryezovskiy y Vladyímir Gusinskiy, otros dos potentados que tenían aspiraciones políticas poco gratas a Putin. Más que una revisión de privatizaciones, los analistas financieros temen que la creciente influencia de los militares y la ex policía secreta en el gobierno frenen reformas económicas en curso y elevan el riesgo país (es decir, deterioren el puntaje de la deuda pública rusa).

Todos esto quizá forme parte de un contexto más amplio. En marzo, Roman Abrámovich –el oligarca más reservado de Moscú- inició la mayor compra de la historia deportiva británica, ofreciendo € 150 millones con el Chelsea Football Club. Esto profundiza el ingreso de la plutocracia rusa a activos occidentales ligados al espectáculo, el negocio futbolero –ambos sectores confieren brillo o notoriedad social y política-, las marcas de lujo y similares.

Paralelamente, mientras las tres mayores economías del Primer Mundo (Estados Unidos, Japón, Alemania) están en recesión o la bordean, Rusia va por el quinto año de expansión y su producto bruto interno crecerá casi 6% en 2003. Según la revista “Forbes”, ese país tiene ya diecisiete multimillonarios. El segundo es justamente Abrámovich, con más de US$ 8.000 millones.

“No me sorprendería que algún ruso adquiera una empresa que figure entre las 500 de ‘Fortune’, en un futuro próximo”, afirma Al’exyei Zabotkin, de United Financial Group (Moscú). Si Putin lo deja, pues ya hay señales de que el presidente ve con malos ojos las compras de Abrámovich, a quien el semanario “The Economist” –no sin cierta candidez-.saluda como “símbolo de una nueva clase” (¿no será la que el croata Mílovan Djilas detecata en la Yugoslavia de Tito?). “Por supuesto, a Washington, Londres o Berlín no les haría gracia que Moscú crease un ‘gúlag’ para oligarcas, pero en el exterior” (reflexiona Zabotkin).

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